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Los israelíes creen que a Olmert le faltó dar el paso definitivo

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«La cuenta regresiva para Olmert ha comenzado.» Ese era el título de un artículo escrito por el analista Anshel Pfeffer, publicado ayer por The Jerusalem Post, el matutino israelí en idioma inglés, y que podría resumir el sentimiento general en las primeras horas desde que cesaron las hostilidades con Hezbollah.

El autor del artículo no se refería, claro está, al tiempo que falta para el estallido de una nueva ola de violencia en la región, algo que numerosos israelíes consideran sólo una cuestión de tiempo, sino al propio primer ministro y a las cuentas que debe comenzar a rendir a la sociedad que lo eligió hace apenas ocho meses.

Nadie, salvo excepciones -especialmente desde la extrema izquierda- cuestionó en su momento la necesidad de llevar adelante la guerra. El consenso israelí, durante los primeros días de fuego, era amplio: la guerra librada contra Hezbollah era justa, de las más justas que haya tenido que protagonizar el Estado judío. Pero el problema fue su manejo y su resultado, resumido en lo que hoy algunos israelíes consideran «un paso para adelante y dos para atrás».

La percepción de mucha gente en la calle, hoy, es que durante la guerra Olmert tuvo miedo de dar otro paso, uno más contundente y definitivo. Su popularidad fue alta hasta hace muy poco, pero sus decisiones de la última semana no fueron compartidas por todos.

El ministro de Defensa, Amir Peretz, anunció ayer en la sede de su partido, el laborismo, que formará un comité de investigación sobre la guerra. Pero el funcionario probablemente se refería al costado estrictamente militar, y no al punto central, más profundo, que sería dirimir la razón de ciertas decisiones; qué sucedió en el gobierno y con su líder, Olmert, que tenía en esta guerra una de sus principales pruebas.

Una fuente política en Jerusalén citó al diputado Yuval Steinitz, ex presidente de la Comisión de Seguridad del Parlamento, quien habría dicho que «de toda la historia de Israel, ésta fue la guerra dirigida de la forma más miserable». Está claro que las críticas no vienen sólo de la oposición.

También expertos militares, como el general retirado Giora Eiland, hasta hace poco más de dos meses director del Consejo de Seguridad Nacional de Israel, se preguntó durante una entrevista con LA NACION, por qué se puso especial énfasis en atacar blancos de Hezbollah en la franja de cinco kilómetros cerca de la frontera, y en Beirut, si la mayor parte de los cohetes no eran disparados desde ninguno de esos dos sitios. Además, planteó, cabe cuestionar por qué se ordenó ampliar el operativo terrestre recién el viernes pasado, justamente cuando ya se «cocinaba» el alto el fuego en el Consejo de Seguridad.

Antes o después

El problema principal, sin embargo, no fue este último. El viernes, en medio de los fuertes debates en la ONU, el anuncio de la ofensiva terrestre ampliada le sirvió a Israel para lograr -bajo presión- la modificación de artículos del borrador de la resolución a votarse en el Consejo. El tema, en todo caso, es por qué la ofensiva no se amplió antes: quizá dos o tres semanas más temprano.

«El ejército estaba listo para actuar hace 10 días», declaró el fin de semana el general Udi Adam, jefe del Comando Norte, en relación con el congelamiento del operativo ampliado, que fue lanzado a último momento.

Esa catarata de aclaraciones podría ser señal de que las discrepancias no fueron pocas durante la guerra.

Refiriéndose justamente a la orden de ampliar el operativo sólo el viernes, cuando el anuncio del alto el fuego era cuestión de horas, el diputado Effie Eitam, del partido de derecha Unión Nacional, dijo que «no se puede resolver en 48 horas un problema creado en seis años».

No menos punzante fue la crítica lanzada al gobierno de Olmert por el diputado de izquierda Yossi Beilin: «Debemos saber por qué las fuerzas armadas recibieron la orden de hacer en 48 horas lo que no pudieron hacer en un mes», dijo, durante una entrevista radial. De su boca no salió ninguna crítica a la guerra en sí, sino al manejo por parte de quienes tuvieron las riendas en el conflicto.

Más allá de las críticas y de la tormenta interna que eventualmente deba capear el primer ministro, se considera que mucho de lo suceda en el corto y mediano plazo con Ehud Olmert dependerá de Hezbollah.

Si la resolución de la ONU se cumple y los milicianos islámicos finalmente abandonan, desarmados, el sur libanés, Israel habrá ganado, aunque Hezbollah continúe existiendo. Pero con cada ataque que eventualmente los terroristas lancen contra las tropas israelíes estacionadas en el Líbano -que permanecerán allí hasta que la ONU despliegue 15.000 cascos azules-, la situación de Olmert irá empeorando poco a poco.

Por Jana Beris
Para LA NACION

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