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PURIM / Una historia de tragos amargos y final feliz por el Rabino Marcelo Polakoff

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A no confundirse.

Hemos traído a Noé para que nos ayude a

comprender Purim. Después de todo, entre

las tantas cosas que hemos aprendido como

pueblo de Israel, una de las más importantes

fue la de sobrevivir a las tragedias. Y Noé

indudablemente ha sido el precursor de todos los

sobrevivientes. Y si de tragedias (¿o comedias?)

hablamos, la festividad de Purim es precisamente

la más adecuada.

Tampoco hay que asustarse.

Satán, cuya traducción literal es «obstáculo», tiene

varios siglos de presencia en las fuentes judías.

Pero despojado absolutamente de todo lo «satánico»

que fue lenta y pacientemente cosechando fuera de

la tradición hebrea. Es apenas una figura mítica

celestial, parte de la corte angelical que asiste a

Dios en su gestión divina, y al que se le otorgan

trabajos muy especiales. En este caso, el de

enseñarnos a medir nuestras copas. Una lección

imprescindible en Purim.

Empecemos entonces…

Cuando Noé empezó a plantar, vino Satán y le

dijo»¿Qué plantas?»

Le contestó Noé: «Una viña»

Satán replicó: «¿Y para qué sirve?»

Noé dijo: «Sus frutos son dulces, tanto frescos

como secos, y de ellos se hace el vino que

alegra el corazón.»

Satán le dijo: «¿Quieres que plantemos juntos

tú y yo?»

Noé le dijo: «Sí.» ¿Y qué hizo Satán? Trajo una

oveja y la degolló sobre la vid; después trajo

un león y lo degolló sobre la vid; luego trajo un

mono y lo degolló sobre la vid; después trajo un

cerdo y lo degolló sobre la vid y derramó su sangre

con la que manchó la viña.

Por eso, cuando el hombre bebe un sólo vaso

se vuelve como una oveja, tranquila y humilde.

Cuando bebe dos vasos enseguida se cree fuerte como

un león y empieza a hablar en voz alta y decir:

«Soy el mejor.»

Cuando bebe tres o cuatro vasos enseguida se

comporta como un mono: se levanta, baila y se

ríe. Habla pretenciosamente sobre cualquier

cosa y no sabe lo que hace. Una vez borracho

se comporta como un cerdo, se revuelca por el

lodo y hurga en las basuras.

(Tanjuma, Noaj)

1

PURIM.

Una historia de tragos

amargos y final feliz

ILUSTRACIONES: IRENE RIDILENIR

Podría resumirles el relato así:

Un malvado primer ministro persa (¿tal vez antecesor

de Saddam?) decide echar a suerte el día en que

aniquilará al pueblo judío. En menos de 24 horas

consigue la aprobación del Rey Ajashverosh,

monarca del imperio más poderoso del momento.

A los pocos días, no sólo fracasa el plan, sino que

Hamán es colgado y su enemigo público número

uno (o sea yo) es colocado en su lugar. Y todo

gracias a una serie de enredos fundamentalmente

femeninos, en los que se mezcla la belleza de mi

sobrina Ester, la traición, los complots, los banquetes

y el vino.

Y ya estamos otra vez con el vino. Donde empezamos.

En realidad mi nombre, Mordejai, sugieren

nuestros sabios con un dejo de su mejor imaginación,

proviene de la mezcla de dos palabras

arameas: «mira» y «dajia», que implican una

especia que solamente da su fragancia cuando se la

procesa, se la machaca y se la deshace.

Dicen que lo mismo sucede con mi

personaje en la meguilá, porque a

pesar de un inicio

complicado, termina

con su mejor

aroma. Y con la

uva también, a

fin de que se

convierta en vino.

Yo sé que me conocen, pero de todas formas

permítanme una presentación un poco más

formal. Aunque haya nacido en un hogar judío,

mi nombre «Mordejai» es de origen babilónico, y

está estrechamente ligado al nombre del dios

Marduk, un ídolo bastante popular por estas

épocas en toda la región babilonica.

Soy descendiente de la tribu de Benjamín, por eso

me dicen «ish ieminí», y mi familia fue expulsada

de su tierra hacia el exilio ya desde la época de

Nabucodonosor. Entre mis ancestros se encuentra

Kish, nada menos que el padre del primer rey de

Israel, el rey Saúl. Bien sabrán que Saúl había

tenido una encarnizada batalla contra el pueblo de

Amalek y su rey Agag, por lo que no es muy casual

que esa lucha se reedite constantemente desde la

misma salida de Egipto hasta mis propios días,

ya que Hamán es descendiente directo de

Agag y Amalek. Ya volveremos a ellos…

Me toca a mí refrescarles la historia

de Purim en un par de líneas.

Tampoco vale la pena invertir

más tiempo en esto, ya que el

relato es parte del best seller

menos comprendido del

planeta: la Biblia. Por

ende no abundaremos

en detalles

de lo que ya

saben.

2

LA OVEJA:

el tío Mordejai

«Es claro y conocido ante el trono de tu gloria, Señor

de todo el mundo, que no ha sido ni por insolencia ni

por arrogancia por lo que no me he prosternado ante

este amalequita de Hamán, sino que Tu temor me ha

dado aliento para no prosternarme ante él, porque Te

temo, Señor del Universo. Me he negado a hacerlo

para no anteponer Tu gloria a la de los hombres y no

me prosternaré ante nadie excepto Tú pues quién soy

yo para no prosternarme delante de Hamán. Por

salvar a Israel aceptaría besarle la planta de los pies

y el polvo que lleva.»

Por eso no me molesta que aquí me comparen con

una oveja. Porque tiene que ver con la humildad y

la tranquilidad con la que tuve que ir aceptando los

acontecimientos, sabiendo que en última instancia

la ayuda, como dije en la meguilá (4:3), vendría de

algún «lugar».

No olvidemos que de hecho los problemas

comienzan con mi negativa a arrodillarme ante

Hamán. Y con la consecuente bien aprendida

ecuación antisemita mediante la cuál cualquier

conducta individual de un judío que sea interpretada

como ofensiva para cualquier persona

con cierto poder será utilizada como justificativo

para castigar (y/o eliminar) al pueblo judío todo.

Dicho y hecho.

Pero sepan que no es que no me arrodillé por

atrevido u orgulloso. Lo hice desde mi más

profunda humildad. Por eso me alegra que cuando

se tradujo al griego este libro en la Septuaginta,

alguien se haya ocupado de agregarle algunas líneas

en las que se describen mis sensaciones más

íntimas (también las de Ester). Allí introdujeron

mi plegaria textualmente:

3

4

vez sea más prudente entender la figura rabínica de

la distinción entre el bien y el mal a la manera de

Abudraham. Este jajam aseveraba que debido a

que en hebreo las frases «maldito Hamán» (arur

Hamán) y «bendito Mordejai» (baruj Mordejai)

tienen el mismo valor numérico si sumamos bajo

la técnica de la guematria el valor de cada una de

sus letras, evidentemente el nivel de alcohol debiera

sobrepasar tan sólo un poco la capacidad de una

persona de hacer semejante suma, que asciende a 502.

Purim es una festividad extraña.

Tan extraña que hasta Menajem Mendel

MiKotzk, el Kotzker Rebbe,

decía que durante un

banquete de Purim se

puede trascender más que

en la Neilá de Kipur.

Por algo será que el Zohar,

la obra cumbre de la mística

judía, nos recuerda que justamente

el día que es el antónimo

por excelencia de Purim, el día

en donde no hay ni banquete ni

kidush, ni risa ni disfraz, -el día de

Iom Kipur- es originalmente llamado en

la Torá «Iom HaKipurim». ¿Por qué? Porque

es «ki Purim», vale decir «como Purim», casi como

Purim, pero no Purim.

Será necesario subir un escalón para empezar a

comprenderlo…

Y con el vino se empieza con una copa, siendo una

oveja. Ya escucharon a Satán. Y se los comento

porque recordarán muy bien que recogiendo una

cita talmúdica del tratado que evidentemente versa

sobre la festividad de Purim (Masejet Meguilá 7b),

el Shulján Aruj (código de leyes judías compilado

por el Rabi Iosef Caro en el siglo XVI) legisló que

en Purim estamos obligados a beber vino hasta no

poder diferenciar entre el maldito de Hamán y el

bendito de Mordejai (Oraj Jaim 695:2).

La propuesta es en sí interesante.

Pero la cantidad de

tragos que se requiere para

cumplir con esta extraña

mitzvá ha sido materia

de varias páginas

y generaciones

rabínicas. Es que el

límite es muy difuso:

en esa mismísima

página del Talmud el verbo

utilizado para describir este estado

de «intoxicación» es «lebasumei», un

vocablo hebreo cuya raíz significa «perfume».

Es como si se sugiriera beber solamente un poco,

en la misma proporción en que una persona se

perfuma. Sin embargo, un par de renglones más

adelante se nos relata que Rabah se emborrachó

tanto que asesinó a Rabbi Zeira. Es claro que a

veces no necesariamente hay que tomar las palabras

del texto talmúdico en un sentido tan literal, y tal

esperando ser descubierto. Coincidencia no será

entonces que la palabra «meguilá» que significa

«rollo» en cuanto a la manera de escribirse éste y

otros libros, también tenga la raíz hebrea de «descubrir»,

de «revelar». Por lo que «Meguilat Ester»

ya no solamente implica «El Rollo de Ester», sino

que también puede ser leído y traducido como «La

Revelación de lo Oculto».

Esta sola mención merecería una copa. Pero recién

estamos en la segunda (como ven ya estamos

preparando el terreno para Pesaj). Dejemos pues,

paso a la Reina.

¿Cómo entro yo, Ester, en esta historia?

Fundamentalmente gracias a Vashti, la esposa que

el Rey Ajashverosh había nombrado reina de su selva

(¡y vaya si ese reino y esa corte no era una selva!).

El problema fue que al rey se le ocurrió que durante

uno de sus ya famosos banquetes, su esposa hiciera

una aparición triunfal portando su corona real. En

realidad, ése no fue el problema. El problema fue

que Vashti se negó.

La picardía de nuestros exegetas del midrash Yalkut

Shimoni explica cuál fue el origen de tamaño

desaire femenino: pareciera ser que la orden fue

que Vashti tendría que desfilar en público usando

solamente la corona, y por debajo de ella ¡nada!.

En su lugar, también me habría negado.

Estamos escalando en alegría y en copas, pero al

borde de caer en desgracia.

Otra vez el límite delgado, la cornisa letal por

donde se conduce la historia de la meguilá, y

también la humana.

Y corresponde entonces encontrarnos con la heroína

del relato, la «reina de la selva». La que arriesga su

propia vida por sus cachorros (su pueblo) y dice sin

dudar «…si tengo que morir, moriré» (4:16).

La que concentra en su nombre gran parte de

lo profundo de la fiesta: Ester.

Un nombre que también tiene origen

babilónico, atado al de la diosa Ishtar, la

imagen del erotismo en el Cercano

Oriente. Una tradición que seguramente

recogió el Talmud al afirmar

que Ester era una de las cuatro

mujeres más bellas del mundo (si

quieren saber quiénes eran las otras

tres, hay que fijarse en Meguilá 15a).

Sin embargo, su nombre

hebraizado denota por

su raíz aquello que está

oculto, que yace escondido,

que está

sombreado y

oscurecido,

tal vez

5

LA LEONA:

la Reina Ester

pues nos ocuparemos bastante de ella. Claro que el

contexto tiene que ver con una revelación a Moshé

en la que se le advierte que debido a las futuras

transgresiones del propio pueblo de Israel, habrá

una parcial retirada celestial de la historia humana.

Fíjense que si leemos el pasuk (versículo) en hebreo

nos toparemos con las palabras «Aster astir et

panai». ¿Escucharon? «Aster astir». ¡Ese es mi

nombre! ¡Más aún cuando la Torá se escribe sin

vocales!. El que lo notó de inmediato fue Rashi, el

comentarista bíblico por excelencia, y explicó

sobre este versículo que

dicho ocultamiento

se vería «en los días

de Ester».

Tal vez fue también por

esta razón que los

jajamim me terminaron

incluyendo en la lista de las

7 profetisas registradas en Israel

(Meguilá 14a). Debo confesarles que este

nombramiento me agradó mucho más, ya que la

belleza por sí sola es bastante efímera.

Otra cosa que me también me enorgullece es haber

tomado parte en la creación de las mitzvot de esta

fiesta, que considero oportuno que ahora y juntos

las repasemos.

¿Recuerdan que a fin de evitar que se llevara a cabo

el decreto de destrucción de nuestro pueblo, pedí a

todos los judíos que ayunaran (Ester 4:16)? Pues

Lo que sucedió a posteriori

ya lo saben: el

concurso de Miss

Persia y la consabida

recomendación de mi tío

para que no revelara mi origen,

y la consagración de

Hamán como primer ministro

con su enfrentamiento primero

personal con Mordejai y luego total contra mi

pueblo, más el «happy ending».

Lo que no estoy seguro de que

sepan es que también en el

nombre de Vashti está la raíz

hebrea de «lishtot», el verbo

que no casualmente significa

«tomar, beber».

Bebamos ahora un poco más

de las aguas de la sabiduría de

nuestro pueblo.

En el mismo Talmud (Julin 139b) se cuestionan

acerca de una mención bíblica que preanuncie lo

acontecido en Purim, o que sugiera mi propia

presencia en forma taxativa. Y rastreando en el

texto de la Torá a manera de detectives encuentran

el versículo 18 del capítulo 31 del libro de

Deuteronomio o Devarim.

¿Qué dice allí? «Esconder, esconderé Mi Rostro»,

como una forma divina de decir que Dios no se

preocupará (al menos explícitamente) por la suerte

de su pueblo. De paso subrayen la palabra «suerte»

6

o más golosinas o alimentos listos para consumir,

que ayudan a que la alegría por la salvación sea

compartida.

Los regalos a los necesitados, o «matanot laevionim»

responden a la idea de que no hay festejo completo

si todos no pueden festejar. Es por esto que en

Purim también se da dinero en tzedaká como

mínimo a dos personas, para no aislarse del

resto de la sociedad, especialmente de los más

necesitados, en los momentos de las celebraciones

y del regocijo.

La mitzvá que nos falta es justamente la que nos

comanda a escuchar la lectura de la meguilá de Ester

tanto por la noche como por la mañana, preferentemente

de un pergamino escrito a mano por

un escriba. En realidad este precepto también está

sugerido en el final de la misma meguilá cuando

dice que todo lo acontecido se escribió en un libro

y además se nos pide recordar y festejar estos sucesos

a lo largo de las generaciones.

El ruido y los disfraces ya no son

materia que a mí me correspondan,

así que otros se

ocuparán de ello.

¡Purim Sameaj!

esta es la base del «Taanit Ester» o «Ayuno de Ester»

que se realiza desde el amanecer hasta el atardecer

del día 13 de Adar, previo al inicio de los festejos

de Purim.

Si se fijan en el versículo 22 del capítulo 9, allí

encontrarán escrito: «… de tristeza se cambió en

alegría, y de duelo en día de fiesta, se les ordenó

que lo celebrasen con días de banquete y de

regocijo, y para enviar porciones, cada uno a su

vecino, y regalos a los necesitados.»

Aquí, concentradas en un solo versículo, se hallan

tres de las cuatro mitzvot centrales de Purim.

En primer lugar aparece la idea del

banquete. Eso sí, no a la manera de

Ajashverosh y su corte, sino de forma

tal de reparar simbólicamente semejantes

festines. Por eso esta mitzvá

(precepto) de tener dos seudot (comidas

festivas) , a la noche y al mediodía, se ve

complementada por los otros dos preceptos.

El siguiente se llama en

hebreo «mishloaj manot»,

e implica el envío de

porciones de alimentos a

vecinos, amigos y/o

familiares. Suele

prepararse una

canastita con dos

7

relatado en la Meguilá. Entre otros, la construcción

de un enorme palacio en Shushán, el gobierno

sobre 127 satrapías, su popular gusto por los

banquetes que organizaba y la generosidad de los

regalos que otorgaba casi sin medida.

Ya presentado el monarca, tenemos algo

que dejar muy en claro.

Los que hoy finalmente bailamos y

reímos, somos sencillamente sus

pretendidas víctimas, o para ser más

precisos, las víctimas de su notable

desinterés y apatía, características

demasiado repetidas

en muchísimos gobernantes,

más allá de

épocas y latitudes.

Esta capacidad innata

de algunos poderosos

de quere r imitar e l

ejemplo de aquel rey también dio

lugar a la creación de pequeños y variados Purim

locales, cuando los intentos quedaron tan sólo en

eso: intentos, y hubo salvación para la población

judía. Hay numerosos ejemplos, pero a modo de

destacar algunos podemos mencionar el caso del

Purim de Castilla de 1339 frente al «Hamán»

Gonzales Martínez o el de Ditto de 1705 frente a

Khalil Pasha. Otros «purim» conmemoran la muerte

de agitadores antisemitas como Fettmilch (en

Frankfurt, 1616) o Aginsky (Ritova, Lituania, 1863).

«Cuando bebe tres o cuatro vasos enseguida se

comporta como un mono: se levanta, baila y se ríe.

Habla pretenciosamente sobre cualquier cosa y no

sabe lo que hace.»

Así decía el midrash Tanjuma. Y seguramente es un

fiel retrato del rey de Persia y Media que gobernó a

ciento veintisiete provincias y estados, desde la

India hasta Etiopía.

A este caprichoso y dócil monarca se lo retrata

como incapaz de tomar decisiones por

sí mismo, o sin la permanente

colaboración de sus

asesores. Era conocido

como Ksajarsa en persa

y en griego como

Xerxes. Las traducciones

al español lo

denominan Asuero. Su

fama de ostentación y gastos

desmesurados, de derroches y

lujos excesivos, de alcohol y festines, le

agregaban a su mandato dictatorial un

contenido más jugoso, ya que las decisiones

fundamentales del reino eran tomadas en un

ambiente informal, desordenado e irresponsable,

bajo la total influencia de la ilimitada bebida.

Si los historiadores no se equivocan, estamos

hablando del hijo de Darío I que gobernó alrededor

de 20 años entre 486-465 a.e.c., pues muchos

de los hechos de su biografía concuerdan con lo

8

EL MONO:

el Rey Ajashverosh

vecinos que, a su modo, buscaron destronar a esta

fiesta de su alegría.

La misma iglesia cristiana no aceptó hasta el año

397 al libro de Ester como parte de su canon

bíblico. En realidad solamente fue incluído

después de hacerle varios retoques y agregados que

suavizaran la situación (como la tefilá de Mordejai

que extractamos más arriba). De cualquier manera,

tampoco persistió el acuerdo, ya que Martin

Lutero (el mismo que llamaba a incendiar las

sinagogas con los judíos dentro) opinaba que este

texto le resultaba hostil, porque «es demasiado

judaizante y tiene mucha perversión por parte

de los gentiles».

Este ejercicio de censura a Purim se repitió a lo

largo de varias ciudades europeas durante varios

siglos, aunque tal vez lo más sorprendente en este

aspecto es que llegó incluso a afectar a parte de

nuestro propio pueblo. Desde 1790 en Alemania,

hasta 1938 cuando Schalom ben Chorin, un prominente

líder del movimiento reformista, propuso

directamente eliminar a Purim y a la Meguilá del

calendario y del canon hebreo, hubo algunos otros

intentos (por suerte siempre minoritarios) para

dosificar o suavizar el «chauvinismo judío».

Ajashverosh evidentemente nunca estuvo solo en

sus monerías.

Nos queda ahora el trago final. ¿Será el amargo?

Es como dice un viejísimo dicho popular

ídish: «Purim iz kain iontev nit», es decir

«Purim no es una festividad», en el sentido

tradicional de un día sagrado. Es que hay un

clima que en cierta forma remite al palacio real de

Ajashverosh, pero de manera tal que se trata de un

juego o una comedia, y no de la realidad.

De aquí el disfraz, una

costumbre que aunque

probablemente responde a la

época medieval y al contacto con

los carnavales italianos, tiene su ancla

en el par conceptual «esconder-revelar».

Hay como una intencionalidad explícita

de demostrar que

lo que se ve a

simple vista no

es necesariamente

la realidad, ya que

el disfraz o la máscara,

al menos parcial y

temporariamente, no permite

descubrir la verdadera

personalidad de quien lo porta. Algo

que en la meguilá queda estrepitosamente

sellado al no figurar en ningún versículo el

nombre de Dios, lo que es absolutamente

inusual para cualquier texto bíblico.

Esta sorna a la que se llegaba y se llega en

Purim también produjo malestar en diversos

9

trozo pequeño y roto de algo (como una piedra o

una vasija) viene unido a esta antiquísima práctica.

Incluso los griegos utilizaban un método parecido

con sus llamados «ostracones», o sea los nombres

escritos en pedacitos de arcilla que al ser elegidos

serían justamente condenados al «ostracismo».

Pero si volvemos a Hamán es difícil imaginarse que

aquel sorteo no estuviera previamente arreglado

para que la fecha cayera en un momento oportuno.

Y parece ser que los persas tenían alrededor de la

época del mes de Adar una fiesta pagana llamada

«Anahita» (otros afirman que esa fiesta era

«Pravadigan»), lo que conformaba un escenario

ideal para incitar al odio antijudío.

Sea como fuere, y siendo Hamán como hemos dicho

descendiente directo de Amalek, que se

constituyó en la misma salida

de Egipto como el enemigo

arquetípico del pueblo de

Israel, no es de extrañar que

en la Torá se nos ordene directamente

borrar su memoria

(Devarim 25:19).

He aquí entonces el

origen de la matraca,

o el «raashán» (lo

que hace ruido),

que inevitablemente

acompaña la lectura

de la meguilá para

¿No le queda bien el apelativo de «cerdo»?

Convengamos en que es ofensivo, pero por otra

parte es también merecido.

Ya se lo avisó Satán a Noé: a esta altura, bien

borracho, uno es como un cerdo porque «se revuelca

por el lodo y hurga en las basuras». Lo que nos

queda por develar es cuáles son esos barros y esos

desechos, y dónde es que se encuentran.

Empecemos diciendo que gracias a Hamán

«Purim» se llama «Purim».

Es que la palabra «pur» o «puru» aparentemente es

de origen persa o acadio, y significa «suerte», pues

fue a través del azar (ya quedó claro que hay muy

poco de ello en la meguilá) que eligió la fecha que

le propuso al rey para eliminar a ese pueblo molesto

del que era parte Mordejai.

Como probablemente se usaban arcillas rotas

dentro de una urna para definir los resultados, tal

vez el término hebreo «perur» que denota un

10

EL CERDO:

Hamán el malvado

11

profundo de Purim. Por eso no es nada casual que

como dice el Talmud: «Cuando el vino entra, el

secreto sale» (Eruvin 65a). Es que lo que a uno lo

puede convertir en un cerdo borracho, es lo mismo

que lo puede convertir en fuente de conocimiento,

y tal vez por ello en la guematria la palabra «iain»

(vino) equivale al número 70, el mismo valor que

la palabra «sod» que significa «secreto». El comentarista

Rashi llega a decir que esta última cita

implica que aquel que pueda tomar vino

y a la vez guardar un secreto es considerado

tan capaz como para formar

parte del Sanedrin (concejo) de los

70 ancianos.

Por eso está todo «revolcado» o dado vuelta en

Purim. El que prepara la horca termina ahorcado.

El que estaba por ser ahorcado cabalga triunfante

en el caballo de aquel que lo quería ahorcar. Los

judíos al borde de la masacre terminan también

eliminando a sus enemigos, y sigue la lista…

Por eso es fantástico notar que el mismo pasuk de

Devarim en que se nos obliga a borrar la memoria

de Amalek (y en consecuencia de su descendiente

Hamán), termina diciendo «¡no te olvides!».

¿Cómo borrar algo para no olvidarlo? Sería esperable

que si se borra, no se recuerde más.

¿Qué queda entonces por borrar? ¿Y por recordar?

¡Demasiadas preguntas a esta altura para tantas copas!

activarse las 55 veces en que es mencionado

el nombre del malvado de la historia.

Sin embargo, es interesante conocer que

esta costumbre no fue la única que se utilizó a fin

de concretizar aquel versículo del Deuteronomio.

Estaban los que escribían el nombre de Hamán en

dos pedazos de piedra y los golpeaban y frotaban

entre sí hasta que desapareciera. Otros lo escribían

en las suelas de sus zapatos y pisaban hasta

que no quedara huella. Había quienes

aplaudían para no dejar que se escuche su

nombre y quienes usaban un martillo especialmente

decorado para lo ocasión, y probablemente

de aquí surgió posteriormente la matraca. Es más,

hubo comunidades enteras que armaban

muñecos de Hamán y los quemaban

en una hoguera, y también quienes

lo crucificaban. Ambas costumbres,

por razones obvias,

quedaron en desuso.

A veces el ruido era demasiado molesto para

los propios asistentes, y otras para las autoridades

del lugar, y en ambas situaciones encontramos

evidencias históricas que certifican paradójicamente

la prohibición de hacer ruido durante la

lectura de la meguilá.

Una típica característica de Purim, donde todo

se da vuelta de una forma intempestiva y

completa, como si de pronto todo el vino

se derramase.

Es que también en esto reside lo más

12

Tal vez tengamos bastante que agredecerle a Hamán,

pues nos hace recordar mucho de aquello

que no debemos olvidar. Cada tanto

también pareciera que es aconsejable

revolcarse en la propia basura para

darse cuenta de que aún en lo más

bajo puede hallarse la base de la cima

más elevada.

Purim, finalmente, es también la fiesta

que marca en Israel y en todo el hemisferio

norte el cierre del invierno, y a la vez la

que anuncia el principio de la primavera

que viene acechando. Y es allí, en la

primavera, donde se abre el mágico

terreno de la máscara y el disfraz, porque

el renacer de la naturaleza revela el

milagro oculto de la irrefrenable vida,

que aún cuando allí se hallaba, no se

podía percibir.

La vida vuelve a nacer cuando lo

oculto y lo manifiesto se entrecruzan

y se develan. Cuando lo que era tan

oscuro termina por aclarar.

Como lo dice la propia meguilá (Ester

8:16), «…laiehudim haita ora vesimja…»,

«…para los judíos hubo luz y alegría…»

Que la haya para todos nosotros

también en este Purim.

Este proyecto fue producido por JCCenters.org con el apoyo del Joint Distribution Commitee.

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