Itongadol.- La Conferencia de Varsovia demostró que la popularidad de la causa palestina va en continuo descenso, lo que sugiere que el nacionalismo palestino, de hecho, ha fracasado.
Históricamente, elementos positivos del nacionalismo palestino han sido compensados por sus características negativas, incluyendo su fidelidad a las ideas del antisemitismo y la negación del Otro. Presiones desde arriba, en forma de identidades árabes e islámicas y las presiones tribales y de clanes desde lo bajo, han impedido el desarrollo de una identidad nacional estable. Al mismo tiempo, las instituciones de seguridad estatales fuertes protegen a las élites mientras que las débiles instituciones de bienestar social crean dependencia, principalmente por la ayuda extranjera. Si bien el continuo desarrollo de la economía palestina es alentador, las contradicciones del nacionalismo palestino no se resuelven tan fácilmente.
La Conferencia de Varsovia, en donde el primer ministro israelí se sentó junto a líderes árabes, fue un punto de inflexión que marcó el debilitamiento fortuito de la causa palestina. La continua incapacidad de la Autoridad Palestina para construir un estado funcional ha generado frustración entre los partidarios que alguna vez fueron confiables, al igual que lo ha sido la crisis de sucesión presidencial que se avecina. Los continuos cortes en la ayuda estadounidense, incluso los que corresponden a la UNRWA, no han provocado un replanteamiento fundamental de los objetivos, métodos o premisas palestinas, sino más bien lo contrario, se han cerrado.
¿Por qué ha fracasado el nacionalismo palestino? Responder a esta pregunta requiere que examinemos temas fundamentales. ¿Son los palestinos un “pueblo” con un sentido de cultura unificado? Sí, lo son, aunque se trate de un fenómeno de muy reciente data. ¿Son una “nación”, un pueblo con territorio con un sentido de arraigo? Aquí también, la respuesta es un sí. Entonces, ¿por qué no han logrado construir un estado-nación?
Parte de la respuesta es la lógica interna contradictoria del nacionalismo palestino, que se basa tanto en principios positivos como en negativos. Por una parte, este se basa en visiones románticas de un pasado imaginario, el mito de los antepasados sentados debajo de sus árboles de limón. Estas y otras esencias supuestamente eternas van en contraposición a la dura realidad de la Palestina pre-moderna, controlada por el Imperio Otomano, dominada por sus principales familias y acosada por enfermedades y una pobreza endémica. Tal como en todas las visiones nacionales, todos estos recuerdos infelices son, en su mayoría, eliminados.
Por otra parte, el nacionalismo palestino es resueltamente negativo, ya que se apoya en los males existenciales del sionismo “colonialista-colono” y de los siempre engañosos judíos. Consideren los símbolos esenciales de Palestina: un combatiente que sostiene un rifle y un mapa que borra a Israel en su totalidad. Es un nacionalismo – y por ende una identidad, basada en gran parte en la negación del Otro, preferiblemente a través de la violencia. También implica que la identidad palestina existe solo a través de la lucha, un tipo de dialéctica etnoreligiosa.
Esa negatividad apunta a las limitaciones claves del propio nacionalismo palestino: su retraso como reacción al sionismo y su fracaso histórico en frustrar la maldad existencial. Aunque existieron indicios de una identidad nacional palestina entre las elites antes de la Primera Guerra Mundial, como respuesta al otomanismo y al despertar del nacionalismo árabe, una identidad palestina separada no surgió realmente hasta después de dicha guerra y muy posiblemente las masas no fueron nacionalizadas totalmente hasta después del año de 1948.
La exagerada e histérica reacción forzada de los líderes palestinos que datan la descendencia de su pueblo al periodo Paleolítico Superior sugiere una profunda inseguridad sobre este tema. La centralidad y constancia de la resistencia, la maldad del enemigo sionista, la negación de la identidad nacional judía junto a las conexiones sobre la tierra y la necesidad que los palestinos permanezcan como refugiados hasta que un mágico regreso al mundo mítico de antes de una guerra en particular suspenda el nacionalismo palestino en un estado de transición, que una vez fue reaccionario y revolucionario.
A estas contradicciones deben agregárseles nuevas e inevitables tensiones, sentidas en todo el mundo árabe y musulmán, entre el nacionalismo e identidades mayores (es decir, arabismo e Islam) e identidades menores como (tribus y clanes).
Tales tensiones se manifiestan en la realidad del conflicto Hamás-Fatah. Hamás desafía al movimiento Fatah, a la Autoridad Palestina y a la OLP con una narrativa semi-universalizada de “nacionalistas religiosos”. Como resultado, desde los días de Yasser Arafat, la narrativa palestina dominante se ha visto obligada a islamizarse a sí misma para competir con Hamás. La adopción de la causa palestina por los islamistas de todo el mundo también impulsa a la identidad palestina hacia un conflicto de continuidad eterna.
Desde abajo, episodios tales como batallas con armas de fuego entre Hamás y el clan Dughmush, quienes se hicieron pasar por el grupo Jaysh Al-Islam (el Ejército del Islam), o la reciente expulsión del clan Abu Malash de Yatta al sur de Cisjordania luego de enfrentamientos tribales, señalan la influencia desestabilizadora de los componentes más diminutos de la sociedad. Las lealtades locales y no las nacionales, son lo principal.
El estudio de este patrón en las sociedades tradicionales es examinar cuidadosamente casi en su totalidad a la sociedad iraquí en tribus y clanes luego del año 2003. Reagrupar a Irak ha resultado extremadamente difícil. Ese país sigue dividido en al menos tres líneas fundamentales: la sunita, chiita y los kurdos.
Manipuladas de estas maneras de arriba a abajo, la identidad palestina junto a la sociedad y por ende el nacionalismo, se les ve mal equipados para establecer una narrativa unificada y con visión de futuro que guie la construcción de un estado-nación moderno.
En términos de la necesidad de crear un estado verdadero, el problema palestino es también endémico entre los estados árabes e islámicos. Debido a que el estado es fundamentalmente una extensión o herramienta de la tribu, secta o ideología gobernante, las instituciones de seguridad del estado son excepcionalmente fuertes pero sus instituciones sociales son débiles, tanto por defecto como por diseño. En la sociedad palestina, la proliferación de organizaciones de seguridad es delineada en grupos tribales y clanes. Pero, al igual que en muchos estados árabes e islámicos, los servicios de salud, educación y bienestar son descuidados o (con frecuencia) financiados por fuentes externas.
Para los egipcios, ante la negligencia económica y social del gobierno, la financiación clave para las instituciones nacionales ha provenido de Arabia Saudita y de los Estados del Golfo o del competidor directo del gobierno, en este caso la Hermandad Musulmana. Para los palestinos, esa ayuda externa, la ocupan los sectores dominados por ONG’s y la UNRWA. Nominalmente siendo esta una organización internacional, la UNRWA es simplemente una institución internacional que ha sido capturada por los palestinos, simultáneamente junto y en competencia con la Autoridad Palestina.
Este patrón tiene el efecto de aumentar la dependencia de los palestinos, tanto directa como de manera cognitiva; debilitando las instituciones estatales; y prolongando el ciclo de extracción. En términos prácticos, el nacionalismo palestino y la construcción del estado-nación están necesariamente enfocados en el liderazgo, donde se intercambia la lealtad por una medida de servicios y de protección. Las élites rentistas y sus clientes se sienten más cómodos mientras circula el dinero y la población tolera la situación siempre que esto satisfaga sus necesidades básicas. Incluso los estados petroleros como Arabia Saudita se encuentran ahora bajo estrés mientras los subsidios son reducidos con la caída de los ingresos. Las sociedades económicamente subdesarrolladas tales como la de los palestinos, son aún más vulnerables.
Sin embargo, un aspecto positivo de la experiencia nacional palestina que merece un estudio adicional es el crecimiento del espíritu empresarial fuera del alcance de las elites tradicionales que buscan manipular lo económico para incrementar ganancias. El crecimiento del sector de alta tecnología es alentador, especialmente el rublo del papel prominente de la mujer y sugiere un vector tanto para el desarrollo económico como para el surgimiento de un nuevo nacionalismo benigno el cual es parcialmente estimulado por la economía y la sociedad israelí.
Desafortunadamente, el pronóstico general para un nacionalismo palestino exitoso no es nada bueno. Las elites se encuentran atrincheradas con armas y seguidores y existen pocas posibilidades de que esto cambie. Además, el tratar de fortalecer a los sectores que pudieran desafiar estas retrógradas tradiciones, el apoyo de Occidente e incluso árabe pudiera ser contraproducente. Sean testigos de la reacción violenta de los palestinos en contra de la “normalización” que siguió a la Conferencia de Varsovia, donde los líderes árabes declararon francamente que Irán era un problema mucho más importante e incluso se sentaron junto al temido Netanyahu.
Si bien tales líderes dieron luz verde a un reconocimiento total de Israel, problemas de todo tipo han reducido su vulnerabilidad a tales presiones externas. También parece ser que sus ciudadanos se han fatigado tanto con el propio tema palestino como su uso instrumental como distracción. Sin embargo, el enfoque palestino de amenazas, vergüenza y chantaje permanece sin cambio alguno.
Dejar solos a los palestinos para que desarrollen su propia sociedad es un imposible, ya que sus elites políticas permanecieron atrapadas en un psicodrama de victimismo, resistencia y dependencia que sostiene su propio poder. La ineludible proximidad de Israel y los territorios palestinos también hace que cualquier tipo de desarrollo autónomo sea algo totalmente imaginario.
Hasta que los parámetros del nacionalismo palestino puedan de alguna manera ser modificados para cumplir con la aceptación del Otro, los israelíes y Occidente junto a los propios palestinos, se ven atrapados dentro de dilemas nada fáciles de resolver.