En octubre, el Consejo de la Unesco dictó una resolución que desconocía el derecho de Israel sobre una zona de Jerusalén que incluye nada menos que el legendario Muro de los Lamentos, último resto del templo del rey Salomón. A fines de diciembre, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas ordenó a Israel retirarse a los territorios anteriores a la guerra de 1967 (en la que fue agredido y no agresor). Ello supondría devolver el este de Jerusalén y las alturas del Golán, decisivas para el mantenimiento de sus fronteras. La novedad de esta resolución es que Estados Unidos se abstuvo y al no ejercer el veto, por vez primera, habilitó la adopción de esta resolución. Por supuesto no tendrá efecto práctico cuando un nuevo presidente norteamericano se ha manifestado en contra de ella.
Más allá de esta secuencia, queda claro que con el paso de los años, muchas cosas han cambiado. La simpatía que Israel concitaba como un pequeño David acosado por una avalancha de países árabes ha cambiado, porque su fuerza ha sido superior a la de los que niegan su existencia, y no sólo ha logrado subsistir, sino prosperar y construir una sólida democracia. Los últimos gobiernos israelíes conducidos por Benjamin Netanyahu han cultivado un estilo agresivo y actúan hasta hoy bajo la presión de partidos religiosos que, si bien no son violentos, resultan tan intransigentes como los radicales islámicos a la hora de buscar soluciones. No se puede ignorar tampoco el avance real del mundo islámico en la organización internacional (donde es fundamental financista) y la existencia de un terrorismo que todos dicen combatir, pero que genera temores e inhibiciones que no están muy lejos de esta machacona condena a Israel.
Por supuesto, no es sostenible la validez jurídica de muchos de los asentamientos judíos en Cisjordania. Pero no es más antijurídica que la negativa a reconocer la existencia del Estado judío por parte del gobierno de Gaza, en manos de Hamas, organización terrorista que proclama todos los días su voluntad de destruir a su vecino, lo que intenta con misiles o el estímulo a acciones individuales sangrientas. Cabe recordar que Israel se retiró de territorios conquistados en la guerra, como el Sinaí que devolvió a Egipto, con quien hizo la paz, o la Franja de Gaza, a la autoridad palestina, que -desgraciadamente- ha sido base de operaciones agresivas.
Si el gran desafío es lograr la paz, la pregunta es: ¿pronunciamientos de este tipo nos acercan a ese objetivo?
Los hechos nos dicen que no. Seguir alentando a los palestinos a pensar que su reconocimiento como Estado y su reconquista de algunos territorios colonizados va a venir a fuerza de declaraciones internacionales y no de una negociación es alejarse del camino de la paz. ¿Qué interés tendrán en negociar los radicales palestinos si la comunidad internacional les reconoce todos sus reclamos sin exigirles nada, ni siquiera condenar claramente su acción terrorista?
Son reconocibles algunos excesos del gobierno israelí. Puede pensarse que son homólogos a las agresiones que recibe. Notoriamente su sistema institucional es respetable: su justicia ha condenado excesos de sus soldados, ha condenado algunos asentamientos y hoy mismo el propio primer ministro está siendo investigado por la policía en eventuales actos de corrupción. Es cierto que a una democracia respetable como esa cabe pedirle mayores esfuerzos, pero no a costa de concesiones sin la menor contrapartida.
El tema es que si Occidente no entiende que el reconocimiento recíproco de la existencia de las dos partes es una condición previa a toda conversación, nada puede avanzarse. Es imposible negociar cuando una de las partes niega la propia existencia de la otra.
Por eso es que no vemos que esta mayoría abrumadora de la comunidad internacional nos acerque a la paz con estas resoluciones unilaterales. Máxime cuando -no se puede ingenuamente ignorarlo- Occidente está agredido por un radicalismo islámico que todos los días lo hiere con hechos sangrientos y proclama su destrucción. ¿Alguien pensó lo que ocurriría en Francia o Alemania si el ejército israelí tuviera una derrota importante? ¿No se advierte que en el escenario palestino se juega también buena parte de la sobrevivencia occidental?
Los dos Estados deben existir, reconocerse, establecer fronteras seguras y confiables, y convivir bajo una real garantía internacional. Lejos de acercarnos a ese final, cada día nos alejamos.
Ex presidente de Uruguay
Fuente: La Nación.