Itongadol/Agencia AJN.- Sentado solo en un banco, con las piernas cruzadas, Albert Einstein disfruta de la tranquilidad de un parque público en la localidad costera belga de De Haan. Su estatua de bronce atrae a turistas a la ciudad donde el famoso premio Nobel de física de 1921 residió hace 90 años, a pesar de que una sociedad secreta nazi puso precio a su cabeza. Nunca más volvió a Europa.
Se trata de un episodio relativamente desconocido en la vida del físico estadounidense de origen judío-alemán, que nació en 1879 y murió en 1955.
Cuando Adolf Hitler llegó al poder a principios de 1933, Einstein, oriundo de la ciudad de Ulm, en el sur de Alemania, ya estaba enseñando su teoría de la relatividad en Estados Unidos.
La Alemania nazi de Hitler persiguió rápidamente a los judíos, apuntó a la casa de Einstein cerca de Berlín y confiscó sus pertenencias.
A su regreso a Europa desde el otro lado del Atlántico, Einstein aterrizó en Bélgica en marzo de 1933 con Elsa, su segunda esposa, temeroso de que regresar a Alemania fuera demasiado peligroso.
El físico pasó seis meses en De Haan bajo la cuidadosa vigilancia de la policía belga.
“Mi madre conocía bien a Einstein cuando era joven. Todas las mañanas caminaba por el paseo marítimo o por la playa”, contó Brigitte Hochs, una belga de 78 años a AFP.
La familia Hochs dirigió el hotel Bellevue durante décadas. Los Einstein alquilaron la cercana Villa Savoyarde.
Einstein se tomaba un café en la terraza del hotel después de su paseo al aire libre. “Era su rutina”, dijo Hochs.
Ella recordó que otro Albert famoso, el rey belga Alberto I, cuya esposa era una duquesa bávara, desempeñó un papel importante en el breve exilio de Einstein.
“El rey aconsejó encarecidamente a Einstein que no volviera a Alemania”, destacó Hochs.
Einstein conocía a la pareja real porque participaba en congresos en Bruselas. Además del idioma alemán, compartía el amor por el violín con la reina Isabel. “Incluso tocaron juntos”, agregó Hochs.
Fuente: AFP