Itongadol.- Llegar a la Universidad del Néguev, la Universidad Ben Gurión, es una experiencia diferente a todo lo que estamos acostumbrados. Todo el mundo habla de las startups israelíes y de sus avances científicos, pero pocas veces se da la oportunidad de conocer el milagro.
En 1963, David Ben Gurión dijo que investigadores y científicos israelíes se asentarían en Sha’ar HaNéguev, investigarían los tesoros del país y descubrirían cómo crear energía del sol, agua del aire y comida de las dunas.
Todo esto se convirtió en realidad y lo confirmamos cuando desde ItonGadol visitamos la universidad, sus profesores, alumnos y entrevistamos a su presidente, el Dr. Daniel Chamovitz. Su sonrisa delicada y su fortaleza, inspirada en el primer ministro Ben Gurión, lo lleva a asegurar que la universidad será una de las líderes del mundo.
También aseguró, como algo sagrado: “Aquí no existe el concepto de imposible”. Con un espíritu bengurionista, el de crear una nueva realidad sin esperar que otros lo hagan, en la universidad son esencialmente verdaderos creadores de emprendedores. Y Chamovitz destacó durante nuestra visita que sin duda la creación del Estado de Israel fue el sumun del emprendedurismo.
Una universidad, un hospital, un Parque de Alta Tecnología con 80 empresas internacionales y 3.000 ingenieros, más el Ejército con sus unidades de cibertecnología e inteligencia, están alrededor de un nuevo y gran puente donde todo eso se observa desde las alturas. Y debajo de nuestros pies, un tren que recientemente terminó su recorrido desde Tel Aviv a Beer Sheba completa la realidad de un país pujante desde sus cimientos y que se puede palpar visitando la Universidad Ben Gurión.
– ¿Cuál es el secreto del éxito de la Universidad Ben Gurión?
– El secreto está dentro de nuestro ADN. Soy originalmente genetista y lo que tenemos dentro es el «ADN bengurionista». David ben Gurión no solo fue el primer jefe de gobierno (de Israel), sino también el primer emprendedor sionista y sus genes influyen en todo lo que hacemos. A comienzos de los ’60, creo que en 1963, Ben Gurión dijo que investigadores y científicos se asentarían en Sháar Hanéguev, investigarían los tesoros del país y descubrirían cómo crear energía del sol, agua del aire y comida de las dunas. De hecho, predijo todos los problemas y soluciones que se mencionaron en Glasgow (Escocia, en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático) hace sesenta años… Entonces, el espíritu bengurionista, el espíritu emprendedor, observa el futuro y crea una nueva realidad sin esperar que otros lo hagan. Es tomar la responsabilidad. Ahora, cuando Ben Gurión dijo eso había menos de 100.000 personas en el Néguev. En esa misma época incluso pensó en lo que imagino que sería una suerte de «Oxford del Néguev». Digamos que podía ser un emprendedor, un soñador o un tonto… Esos genes nos permiten ver el bosque e imaginar soluciones que nadie pensó. Aquí no existe el concepto de «imposible». Sabemos que desde nuestra mirada, aquí en el Néguev, que es otra mirada, la perspectiva es diferente. Esta perspectiva nos permite grandes cosas. Esta perspectiva también indica que trabajando juntos podremos crear hasta lo imposible. Seguro que Ben Gurión creó lo imposible, y también la propia universidad…
– ¿Qué heredó de los presidentes anteriores y qué cree que dejará como legado?
– Recibí una universidad de 50 años. Es una edad justa para mirarse al espejo y ver qué hice y qué quiero hacer de aquí en adelante. Los presidentes anteriores lograron en 20 años tomar una universidad pequeña, un instituto terciario en el Néguev con 5.000 estudiantes, y ampliarla a una internacional con 20.000. Es algo imposible de imaginar… Mi desafío es tomar la universidad, ahora que avanzó tan rápidamente, y convertirla en una de las líderes del mundo.
– ¿Y eso cómo se hace?
– Antes que nada, está vinculado con la excelencia. Favoreceremos la absorción de los investigadores más destacados del mundo que quieran venir y mi desafío es atraerlos al Néguev y construir su futuro. La infatigable lucha por la excelencia en la investigación básica e inicial, en los estudiantes y en nuestra influencia sobre la comunidad y el medio ambiente, y decir que desde el Néguev podemos crear una realidad que influya a todo el mundo. Durante 50 años aprendimos y estamos investigando cómo vivir en nuestro desierto. Lo que pensábamos que era un problema y un desafío local es ahora uno mundial.
– ¿La necesidad se convirtió en una oportunidad?
– Hoy es nuestro momento de penetrar a nivel mundial porque todo el mundo se torna hacia nosotros para entender porque verdaderamente lo que creamos aquí hoy es relevante en todo el mundo: en Abu Dabi, Dubái y Marruecos, pero también en Alemania; por ejemplo, hoy tenemos una muy buena cooperación con la empresa (multinacional tecnológica) Bosch en el área de la ingeniería del aire acondicionado. Nadie pensaría que el aire acondicionado es un problema en el norte de Europa, pero los últimos veranos se tornaron insufribles porque las casas no fueron construidas teniendo eso en consideración. Ahora, Bosch y la empresa local Electra cooperan para crear una ley de acondicionamiento adaptado en Europa que es un problema con el cual sabemos cómo lidiar en el país y tenemos que compartirlo con todo el mundo. Este verano (de Israel) abrimos un nuevo Instituto de Investigación de Seguridad Alimentaria, que está basado en tecnologías que crean agua del aire y la vierten para hacer una irrigación para la agricultura vertical sobre paredes para realmente crear verduras en medio del desierto. Y donde más quieren trabajar esto es en los EAU (Emiratos Árabes Unidos), en Dubái.

Daniel Chamovitz junto al director de ItonGadol, Daniel Berliner.
– ¿Qué otra fortaleza del mundo salió de acá?
– Como en el caso de Ben Gurión, nuestra fortaleza es la capacidad de crear emprendedores. La Universidad Ben Gurión es una de las 50 de todo el mundo cuyos graduados recolectan fondos de inversión para sus empresas. Es la octava fuera de los Estados Unidos. Nuestros graduados crean una nueva realidad con sus empresas. Salen de Ben Gurión y crean empresas que influyen a todo el mundo. Tenemos un programa emprendedor, pero este no es solo para quien estudia Negocios, ni para los ingenieros, sino para todos los estudiantes. Por ejemplo, yo financio un fondo que invierte en el espíritu emprendedor de los estudiantes de grado y después de tres años ya tenemos ocho empresas que recolectaron fondos en todo el mundo, una de las cuales ya salió del programa. Al recorrer el mundo descubro que muchas universidades, en China, India y los EAU, quieren entender cómo incorporamos esa posibilidad dentro de la currícula. No tenemos un título en emprendedurismo, pero este es parte de todos los demás. Es emocionante, y la creación del Estado de Israel fue el sumun del emprendedurismo. Ben Gurión creó un país desde cero, y cuando empezó a hacer lo imposible tenía 26 años… Pero hay otra explicación para todo esto: si no lo hacemos acá, nadie en el Sur, en el Néguev, lo hará… La importancia de esta universidad es totalmente diferente a la de todas las demás. Hice mi doctorado en la Universidad Hebrea y no es tan relevante para Jerusalem. Trabajé 23 años en la de Tel Aviv… Es excelente, pero sin ella también tendría su poderío económico. Pero nosotros somos la única fuente de alta tecnología de toda la ciudad. Tenemos la responsabilidad social de desarrollar nuestro ecosistema. Queremos que Beer Sheba sea una metrópoli cosmopolita. La universidad hace cosas que no debería hacer…
– ¿Por ejemplo?
– Fundamos un sector industrial de alta tecnología de la universidad, en cooperación con la Municipalidad de Beer Sheba, junto a nuestro campus. La Universidad de Tel Aviv o el Tejnión no necesitan hacerlo porque lo hicieron sin ellos… Entonces, la Universidad Ben Gurión invirtió millones de dólares en la construcción del Parque de Alta Tecnología. Donde había cero hoy hay 80 empresas internacionales y 3.000 ingenieros, el 70% de los cuales son graduados nuestros. No lo fundamos porque queremos ser adinerados, sino para invertir en investigación y también crear puestos de trabajo para mis graduados, algo que no hizo el Gobierno, ni los privados.
– También hay una cooperación especial con el Ejército…
– Antes que nada hay un tema nacional, que es un desplazamiento hacia el Sur. Eso no depende de la universidad, sino que el Gobierno decidió bajar todas las bases militares. Pero el Ejército quiere sus propias unidades seleccionadas de cibertecnología e inteligencia. Entienden que los soldados con títulos en Ciencias de la Computación son los mejores, entonces se decidió construir aquí una base para sus unidades de computación. De este modo también contribuimos con el país y a nuestro favor sería que cuando salgan de baja, vuelvan para hacer un segundo o tercer título. Nosotros no queremos esto porque nos demanda una cierta cantidad de estudiantes y mucho trabajo, pero no tenemos alternativa: debemos hacerlo…
– ¿A qué atribuye que a partir del 70° aniversario de Israel el mundo empezara a hablar más de sus contribuciones y alta tecnología que del conflicto con el mundo árabe?
– Soy biólogo y no historiador, pero pienso que lo que ocurrió fue que hubo varios procesos… Al mundo occidental le era muy cómodo pensar que el mundo era blanco o negro, el bueno y el malo, y en los últimos diez años entendemos cada vez mejor cuán complicado es: qué es terrorismo, qué es guerra, qué son los migrantes, qué es la protección de la sociedad, qué es nacionalismo y qué no, cuál es la influencia de un país sobre otro… Por eso, desde el 11 de Septiembre, las guerras de Irak y Afganistán, los problemas en Europa y los migrantes de Siria, también el mundo árabe lo entendió: «Un momento, la situación es complicada…». Tengo un problema con los palestinos… No desapareció, pero no es diferente a otros que hay en el mundo. Quisieron decir que el nuestro era «el» problema, pero creo que el mundo entendió que por aquí es complicado… Por supuesto que tenemos que solucionar nuestros problemas, pero también es complicado lo que pasa en los Estados Unidos, lo que pasó en la última década en Sudamérica, los migrantes de Siria en Turquía y los problemas entre esta y Europa, e Irán… Si el mundo es complicado y las cosas ya no son blanco o negro, entonces es más fácil reconocer a Israel como otro país con problemas, ver qué cosas hace en medio de todo el lío y empezar a vernos como seres humanos… Es decir, hace diez años, en la Universidad Ben Gurión del Néguev había unos 70 estudiantes beduinos. A nuestro alrededor, en el Néguev, hay 300.000 beduinos. La población más difícil desde el punto de vista de la socialización en Israel. Hoy hay más de 800 estudiantes beduinos… ¡cómo esto cambia su sociedad! El profesor Yihad al-Sana, ex jefe del Departamento de Ciencias de la Computación, es beduino. En nuestro parque hay una empresa emergente cuyos programadores son todos beduinos y ya están buscando su salida… Lo que les interesa a las personas es su vida… Si miran lo que quiso Ben Gurión y el lugar geográfico que tiene la universidad en la ciudad comparado con otras: la de Tel Aviv está en Ramat Aviv; la Hebrea, en Beit Hakerem; el Tejnión, en Nevé Shaanán… Nosotros estamos en los barrios Bet y Guímel, los más pobres de Beer Sheba, y estamos aquí para influir y cambiar. Otra cosa diferente es que somos la única «universidad de destino» del país y tenemos una comunidad de estudiantes que abandonaron el Centro y el Norte para venir a hacer sus vidas en Beer Sheba: las fiestas, los clubes y también la industria social, que es parte de nuestro ADN y es algo que les gusta mucho porque ya no querían estudiar en parejas. Por ejemplo: formamos a la tercera parte de los ingenieros del país, pero son los más buscados del mercado porque son muy sociables y saben trabajar en grupo. La industria actual no es individual, sino que su fuerza está en el conjunto…
– ¿De qué cosas cree que se hablará en el mundo dentro de diez años sin saber que salieron de acá?
– Aquí tenemos el Centro Nacional de Cibertecnología y la Escuela de Sustentabilidad y Cambio Climático más grande del país y una de las más grandes del mundo, pero lo distintivo es que creamos el Centro Nacional de Investigación del Autismo. Recibimos una donación de unos 15 millones de dólares para eso. La razón de por qué está acá y no en otro lugar está en la fuerza del café… Este es el único lugar geográfico del país donde hay una universidad y el hospital Soroka. Tenemos Psicología, Trabajo Social, Psiquiatría, Terapia Ocupacional y Fisioterapia a la distancia de un café. La innovación surge de tomar personas de diferentes disciplinas, se juntan con un café y empiezan a hablar… Y entonces, el resultado es dinero, es el disparador… Es lo que permite esto… Y respecto del autismo, hay una cooperación entre Psiquiatría, Psicología, Genética y Ciencias de Datos a fin de realizar un nuevo diagnóstico y también crear nuevas soluciones.
– Es sorprendente la importancia que le dan al autismo…
– No tengo los datos específicos, pero creo que alrededor del 10% de los niños está dentro del espectro autista. Es un problema mundial … Nuestro centro coopera con otro de Toronto (Canadá), y aquí construyen filiales en Tel Aviv, Jerusalem y Haifa. Lo que hoy sabemos es que cuanto antes distinguimos al niño, mayor es la probabilidad de tener una intervención que le permita funcionar.
– ¿Cree que habrá cambios en la educación como consecuencia de la pandemia?
– Si alguna universidad vuelve exactamente a como estaba antes será muestra de un fracaso… Depende de cada una y nuestros alumnos prefieren estar acá, pero este último año y medio nos obligó a crear tecnología y una nueva experiencia educativa. No son solo videoconferencias, sino combinar caminos para que las personas produzcan una interacción… Es decir, estoy dando un curso en conjunto con la Universidad de Beijing. Ahora, la tecnología nos permite dictar cursos interuniversitarios que invitan a los estudiantes a la interacción. No podíamos hacerlo antes del COVID…