Itongadol.- ¿De qué se tratan estas clases? ¿Quién fue la creadora del sistema en el cual se basan estas clases? ¿Por qué no hay edad, ni limitaciones físicas para realizarlas? ¿Para qué sirve esta práctica? ¿Qué motiva a la gente a venir cada clase?
Se trata de un trabajo psicocorporal de movimiento, acompañado con la música como estímulo y el estar atento a lo que se percibe sin pasar por el filtro de la mente. Se realizan en grupos mixtos y coordinados, en este caso, por M. Eugenia Mosto (instructora desde 2002) y Ana Laura Gómez (instructora desde 2017).
No sólo se trabaja con el movimiento, se utilizan también otras herramientas complementarias como la respiración consciente, la liberación de sonidos propios, el silencio y la expresión creativa. Los beneficios de esta actividad son múltiples. Entre ellos está abrir la escucha del cuerpo, ampliar la capacidad respiratoria, conectar con nuestra vitalidad y nuestra energía, aflojar tensiones y permitir el descanso, soltar lo que no sirve o tomar lo que se necesita.
¿Cómo es una clase?
El movimiento es guiado, en forma imitativa, o libre para que cada uno pueda conectar con su propio cuerpo y seguir por donde necesite. Es un espacio para descubrir la alegría del encuentro y darle permiso al ser tomando conciencia y registro del cuerpo y las emociones. No hay ningún tipo de requisito para participar de una clase. Cada uno avanzará según sus posibilidades, sin exigencias específicas, y ampliando cada vez más la confianza en sus propios recursos. Este sistema de Trabajo Psicocorporal fue creado en 1966 por la Lic. María Adela Palcos, a través de la FUNDACION RIO ABIERTO. Ella venía de una familia intelectual porteña, y ya desde muy pequeña tuvo la inquietud por lo corporal. Desde la creación del sistema tuvo como finalidad construir el desarrollo integral del ser humano. El pasado 10 de Diciembre a los 90 años, falleció dejando una estela de luz y amor a todos los que tuvieron la maravillosa posibilidad de conocerla.
Desde el año 2014 Hebraica tomó contacto con Río Abierto y comenzó a ofrecer a los socios estas clases durante los fines de semana. “Todavía recuerdo el primer año que apenas éramos cinco y venían tímidamente sin saber de qué se trataba”, recuerda M. Eugenia.
Hoy cada clase alcanza más de cincuenta participantes; cada encuentro es una fiesta en sí mismo, un espacio de amor y de conexión desde el corazón, con alegría y compromiso. De acuerdo a las circunstancias se generan distintas maneras de dar las clases: con calor, frío, nublado, viento, sentados, parados, al aire libre, en salón y siempre encontrando la manera de disfrutar cada clase.
Hebraica continúa promoviendo actividades que procuran la construcción de lazos de afecto y bienestar que se transmiten año tras año y hace que los que vienen, siempre inviten a otros.