Por Uzi Rubin (BESA)
La “Operación Shahid Soleimani” fue el nombre dado por Irán a su ataque contra objetivos estadounidenses en venganza por el asesinato perpetrado por los estadounidenses contra Qassem Soleimani, uno de sus líderes más importantes, hecho ocurrido el 3 de enero de 2020. La venganza de Teherán se produjo cinco días después, cuando disparó misiles balísticos contra dos bases estadounidenses, dando en el blanco contra una de las bases y fallando la otra. No se perdieron vidas estadounidenses en este ataque, lo que permitió al Presidente Donald Trump ceder en el retribuir un ataque a mayor escalada.
A juzgar por la información incompleta disponible, los misiles lanzados por Irán fueron altamente precisos pero poco confiables y más de la mitad no alcanzó ningún objetivo. Sin embargo, los misiles que impactaron causaron daños significativos, así como también la casi total pérdida de un escuadrón de vehículos aéreos no-tripulados (VANT) estadounidenses Predator.
La ausencia de bajas estadounidenses fue explicada por el comandante de la Fuerza Aérea del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria de Irán (CGRI) como consecuencia de una política prudente de ataque. Sin embargo, la información disponible indica que fue más un asunto de pura suerte. Los iraníes estaban dispuestos a enfrentar las consecuencias de asesinar tropas estadounidenses y en consecuencia, colocaron todas sus fuerzas militares en alerta total y esa alerta resultó en el derribo de un avión de pasajeros ucraniano y la muerte de todos los pasajeros a bordo.
En términos generales, la diplomacia pública de Irán durante esta crisis fue más centrada y coherente que la de los Estados Unidos.
La Operación Shahid Soleimani fue menos espectacular que el ataque iraní contra las instalaciones petroleras de Arabia Saudita ocurrido en septiembre pasado y aparentemente controvertido incluso dentro del alto liderazgo iraní. Aún así, Israel debería estudiar muy cuidadosamente y aprender lecciones de ello: Primero, que el régimen de Irán está dispuesto a tomar riesgos extraordinarios cuando siente que será humillado; segundo, que en ciertos escenarios los misiles de precisión pueden ser tan efectivos como los aviones de combate; tercero, que incluso unos pocos misiles de precisión pueden interrumpir el funcionamiento de modernas bases aéreas; y cuarto, que una buena diplomacia pública es crucial para gestionar una crisis como tal.
En las horas previas al amanecer del 8 de enero de 2020 la base estadounidense localizada en Ein Assad, una antigua base militar del ejército iraquí construida por Saddam Hussein, fue alcanzada por salvas de misiles de precisión lanzados desde Irán. Según se informa, más menos al mismo tiempo, la base estadounidense ubicada en el aeropuerto de Erbil, la capital del Kurdistán iraquí, también fue alcanzada por uno o dos misiles lanzados desde territorio iraní.
El canciller iraní Muhammad Zarif se apresuró a responsabilizar a Teherán por el ataque y tuiteó que era la “medida proporcional de Irán en su defensa propia ante un cobarde ataque contra nuestros ciudadanos y altos funcionarios”.
Esta fue una referencia al ataque estadounidense perpetrado cinco días antes que puso fin a la vida de Qassem Soleimani, comandante de las Fuerzas Quds del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (CGRI), quien estaba a cargo de exportar la revolución iraní. Varios altos comandantes de las milicias controladas por Irán en Irak fueron asesinados junto con él. Esta fue la cuarta vez desde el año 2018 que Irán asumió plena responsabilidad por los misiles disparados desde su territorio contra objetivos en Siria e Irak. También fue la primera vez que Teherán admitió, incluso alardeando sobre ello, el haber realizado un ataque directo contra las fuerzas estadounidenses en el Medio Oriente.
El ataque iraní utilizando misiles amenazó con desatar una guerra a gran escala entre los Estados Unidos y sus aliados regionales por una parte e Irán con sus agentes estado por la otra. El ataque se convirtió en foco de controversia política dentro de los Estados Unidos. Al mismo tiempo, si bien el ataque de misiles causó daños materiales significativos en Ein Assad, no causó muertes entre el personal estadounidense ni entre otros nacionales en las bases atacadas. La ausencia de víctimas mortales le permitió al Presidente Trump no escalar represalias, reduciendo de esta manera la crisis, al menos por el momento.
En una conferencia de prensa celebrada en Teherán un día después del ataque con misiles, el comandante de la Fuerza Aérea del CGRI General Amir Hadjizadeh, reveló que esta se denominó “Operación Shahid Soleimani”. En su detallado informe a la prensa iraní y mundial, Hadjizadeh habló sobre la operación, sus objetivos y sus resultados y abordó las intenciones futuras de Irán respecto al asesinato de Soleimani. Sus comentarios proveen ideas instructivas sobre la manera de pensar del régimen.
Qassem Soleimani fue uno de los miembros más enérgicos, capaces y extremistas de la élite gobernante islámica en Irán. Como resultado de su impresionante éxito en salvar al régimen de Bashar Assad en Siria, Soleimani alcanzó altos niveles de respeto por sus logros y se convirtió en el confidente más cercano del Líder Supremo de Irán y consejero principal en delinear las acciones tácticas y estratégicas de Teherán en la región.
Soleimani, que no padecía de exceso de humildad, era el favorito de los medios de comunicación en Irán y un individuo ampliamente admirado como héroe nacional. Aunque su desaparición no tuvo lugar en suelo iraní, los líderes del país declararon el asesinato como un acto de agresión contra el propio Irán.
Por tal razón, la venganza fue tomada abiertamente y con toda responsabilidad asumida por el régimen islámico, a diferencia de las respuestas todas ocultas por los agentes estado cuando Irán no es atacado directamente.
En los últimos años Irán ha llevado a cabo una extensa campaña expansionista en el Medio Oriente utilizando cohetes, misiles balísticos y vehículos aéreos no-tripulados (VANT) contra las fuerzas rivales. Esta campaña ha sido llevada a cabo principalmente por las milicias pro-iraníes locales, en donde Teherán da las pautas respecto a las medidas – a veces bastante elaboradas – para mantenerse por encima de la refriega y permanecer a cierta distancia de las operaciones. Los ataques utilizando cohetes y VANT de inspiración iraní sobre el norte de Israel permanecieron sin atribuírsele un agresor y nadie se responsabilizo de estos. El sabotaje ocurrido el pasado año y el secuestro a tanqueros petroleros en el Golfo Pérsico fueron igualmente anónimos. Los ataques con cohetes y misiles contra las principales ciudades e instalaciones petroleras de Arabia Saudita fueron lanzados por el agente estado servidor de Teherán, el régimen Houtie en Yemen y no por el propio Irán. El devastador ataque perpetrado el 14 de septiembre, 2019 contra las instalaciones petroleras sauditas, mientras este tuvo su origen al sur de Irán, fue hábilmente disfrazado como una operación Houtie originada desde territorio yemenita, en el que Irán negó tener algo que ver con ello.
Sin embargo, cuando el régimen siente que puede presentar un caso convincente de “represalia justificada”, asume toda responsabilidad y declara el origen iraní de sus operaciones. Este fue el caso en tres ocasiones. Dos ataques con misiles fueron lanzados contra las fuerzas de ISIS en Siria en junio y octubre del 2018, el primero en represalia por un ataque terrorista letal de ISIS en Teherán y el segundo en represalia por un ataque no menos letal de ISIS en Ahwaz. La tercera ocasión fue un ataque con misiles en septiembre del 2018 a una reunión de altos comandantes del KDPI (movimiento de resistencia kurdo-iraní) celebrado en Koya, una ciudad en la zona del Irak kurdo. En los tres casos, Irán declaró su participación en los ataques, alegando represalias justificadas contra actos de agresión verdaderos (o, en el caso de los kurdos, tal vez imaginarios) dentro del territorio de Irán.
Cada vez que Irán no es atacado y la excusa a una represalia justificada no procede, Teherán delega sus actos de agresión a sus agentes, o permanece en silencio mientras los realiza. Al proclamar el asesinato de Soleimani como un acto de agresión contra Irán, sus líderes se comprometieron a actuar respondiendo en forma directa y totalmente declarada.
Teherán denominó los ataques con misiles lanzados el 8 de enero como la “Operación Shahid Soleimani” y los elogió como “la primera vez desde la Segunda Guerra Mundial que las fuerzas estadounidenses están siendo atacadas directamente”, una afirmación basada en la corta memoria de la audiencia. En realidad, las fuerzas estadounidenses han sido atacadas repetidamente desde la Segunda Guerra Mundial en Corea, Vietnam, Irak, Afganistán y en otros lugares alrededor del mundo. Para agregar al poder narrativo del ataque, la hora del ataque de misiles fue elegida para que coincida con el momento de la desaparición de Soleimani, 1:30 a.m.
Los medios de comunicación oficiales de Irán anunciaron el ataque, transmitiendo segmentos de videos en el que mostraban misiles siendo lanzados sobre plataformas cubiertas en llamas. Los medios de comunicación iraníes también ofrecieron supuestas vistas de los objetivos junto a decenas de enormes explosiones. Obviamente, estas imágenes fueron tomadas de otros conflictos, probablemente de videos en YouTube que muestran escenas de combates de la guerra civil en Siria.
Los aspectos operativos del ataque siguen siendo algo ambiguos. Una de las principales incógnitas es la cantidad de misiles disparados y desde qué lugar. Según la cancillería iraquí, un total de 22 misiles fueron disparados, de los cuales 17 dieron en el blanco en Ein Assad y los otros cinco fueron dirigidos hacia la base estadounidense en Erbil. El Pentágono anunció un total de 15 misiles disparados, de los cuales 10 impactaron sobre Ein Assad, uno dio en el blanco sobre Erbil y los otros cuatro fallaron (no se especificaron los destinos de los misiles fallidos). El Secretario de Defensa de los Estados Unidos Mark Esper, corrigió esto a un total de 16 misiles disparados, de los cuales 11 alcanzaron Ein Assad. Una importante revista de noticias estadounidense citó a un funcionario estadounidense no identificado que dijo que no menos de 18 misiles habían caído sobre Ein Assad.
Es lógico pensar que estas cifras en conflicto son simplemente estimados iniciales en lugar de los resultados de un análisis riguroso de datos sin procesar, un análisis que será realizado y se espera sea también publicado. Sea como fuere el resultado, los iraníes afirman una cifra más baja: durante su conferencia de prensa, el General Hadjidazeh dijo que solo se dispararon 13 misiles en toda la operación. En vista de la dudosa fiabilidad de algunos de sus otros comentarios durante ese evento, esta cifra es altamente cuestionable.
La evaluación por parte de Hadjizadeh a la cantidad de misiles supera con creces el número utilizado contra ISIS y los rebeldes kurdos en Irak (ocho y siete, respectivamente). Al mismo tiempo, la cifra es mucho menor que uno pudiese haber esperado considerando la magnitud del estallido emocional desencadenado por los iraníes ante la noticia de la muerte de Soleimani, las millonarias procesiones fúnebres (algunas orquestadas) desde Bagdad a la ciudad de Kerman y las lágrimas, lamentos e internalizar la ira de las masas y de los líderes de Irán durante los servicios funerarios.
La modesta escala del ataque puede haber sido dictada por el Líder Supremo de Irán Ali Jamenei quien, según informes, decretó que la venganza por el asesinato de Soleimani será “directa, proporcionada y llevada a cabo por las propias fuerzas de Irán” en lugar de sus agentes estado. El General Hadjizadeh ofreció otra razón por la modesta proporción del ataque: la necesidad de preservar municiones para futuras acciones. Además de estas posibilidades, pudiera ser que la pequeña cantidad de misiles disparados durante la operación reflejara limitaciones inherentes a la capacidad de Irán en lanzar ataques masivos utilizando misiles.
También existe cierta ambigüedad sobre el perfil operativo del ataque utilizando misiles. Un informe dice que los misiles fueron disparados en dos acciones con una separación de tiempo de aproximadamente una hora entre estos. Las tropas estadounidenses en Ein Assad le dijeron a los periodistas que los misiles llegaron en cuatro olas con una separación de aproximadamente 15 minutos cada uno y que la duración de todo el ataque fue de dos horas y media. Tomado literalmente, eso significaría que los misiles cayeron a una velocidad de uno cada 10 minutos, un escenario obviamente improbable. Puede llegarse a suponer que esas declaraciones fueron solo las primeras impresiones de las tropas estadounidenses a su primera experiencia de combate y probablemente molestos por ello.
Sin embargo, el denominador común en los diversos informes es que los iraníes dispararon sus misiles en oleadas, en lugar de cronometrar su lanzamiento para alcanzar su objetivo de manera sincronizada y de esta manera obtener máximo efecto en el ataque. Por qué se hizo de esta manera no está del todo claro. La razón pudiera ser técnica u operativa. Hasta donde se puede juzgar, los iraníes no deberían haber tenido problemas para programar sus lanzamientos de misiles a fin de que estos dieran en el blanco simultáneamente.
Una posible explicación de ello es que la cantidad de lanzadores fue menor que la cantidad de misiles lanzados, lo que requería recargas que consumían mucho tiempo. Una vez más, los iraníes no deberían haber tenido ninguna dificultad para desplegar suficientes lanzadores para disparar todos los misiles de una vez. Si desplegaron un número menor de lanzadores, pudo haber sido sus expectativas de un contraataque estadounidense y el deseo de exponer la menor cantidad posible de lanzadores en una posible destrucción del lugar.
Otra posibilidad es que la operación se llevó a cabo desde lugares de lanzamiento separados y la pausa entre las salvas reflejó cierta dificultad para sincronizar los disparos.
Un alto general estadounidense sugirió otra teoría, diciendo que los iraníes dispararon en oleadas para maximizar las bajas estadounidenses. Un defensor obviamente no tiene forma de saber si el último misil en llegar es el último misil en el ataque y una pausa pudiera malinterpretarse como el final del ataque con resultados altamente peligrosos.
Esto de ninguna manera es imposible. La táctica de atacar en oleadas para maximizar las bajas ha sido empleada muchas veces contra civiles israelíes. Numerosas víctimas civiles han ocurrido cuando los israelíes abandonaron sus refugios con la errónea creencia de que cierto ataque había finalizado, solo para luego ser sorprendidos a la intemperie y sin protección alguna al arribar la próxima ola de disparos.
Pero tal como es generalmente el caso, la explicación más simple es la más probable. A menos que surja nueva información, la razón más probable por el lanzamiento de salvas separadas durante el ataque iraní fue la dificultad para sincronizar los disparos desde múltiples lugares de lanzamiento.
El General Hadjizadeh reveló que se utilizaron dos tipos de misiles en la operación. Uno fue el propulsor sólido Fatah 313, una versión avanzada del cohete de precisión Fatah 110 con un alcance extendido de 500 km al reemplazar su estructura de acero con material mucho más liviano. El otro fue el propulsor líquido Quiam 2, un Scud modernizado con un alcance extendido a 700 km. El Quiam, tal como se presentó en el 2011, este tenía una precisión bastante mediocre, pero la versión más reciente, el Quiam 2, está equipado con una ojiva guiada a través del GPS que le da una precisión incomparable. Esta versión vio acción en el ataque de septiembre, 2018 sobre el cuartel general de ISIS en Siria y es lógico pensar que también fue utilizado en la Operación Shahid Soleimani.
Los videos publicados por Irán muestran claramente el despegue de misiles con propulsores sólidos y líquidos. Ambos tipos, el Fatah 313 y el Quiam 2, llevan consigo ojivas pesadas que contienen cientos de kilogramos de explosivos. En el Quiam 2, la ojiva se separa del cuerpo del misil una vez que el motor del cohete se apaga. Este se separa del cuerpo del cohete cuando el combustible se termina y continúa su vuelo propulsado por sí mismo. El cuerpo ya gastado del cohete se desprende mucho antes de dar con el objetivo varios kilómetros atrás.
En la mañana luego del ataque con misiles, se encontraron restos de al menos uno o quizás dos desgastadas partes del Quiam 2 en el desierto a unos 40 km al sureste de Ein Assad. Esto es evidencia incontestable del uso de cohetes propulsores líquidos contra la base estadounidense. La falta de partes desgastadas del propulsor sólido Fatah 313 pudiese indicar que ninguno de estos fue utilizado contra Ein Assad o, mucho más probable – que sus ojivas nucleares permanecieron unidas a las partes y todos dieron contra el objetivo juntos.
Otra ambigüedad se refiere a los lugares de lanzamiento. Según el Secretario de Defensa estadounidense, los misiles iraníes fueron disparados desde tres ubicaciones diferentes no-reveladas. Un portal privado de inteligencia afirma que todos los misiles fueron disparados desde un solo lugar cercano a la ciudad iraní de Karmanshah. Cabe señalar que los misiles disparados contra objetivos de ISIS en Irak en julio y septiembre, 2018 también provinieron de algún lugar cercano a esa ciudad. En cuanto a Ein Assad, la ubicación de las partes desgastados de Quiam indican que fueron lanzados desde algún lugar de la provincia sureña iraní de Huzistán, desde donde se originó el ataque utilizando un VANT contra las instalaciones petroleras sauditas en septiembre, 2019.
Puede que sea significativo que la distancia desde la base aérea Omidiyeh — el origen del ataque a las instalaciones petroleras sauditas — y Ein Assad sea de unos 730 km, no mucho más que el rango afirmado del Quiam. El alcance más corto del misil Fatah 313 requería de un lugar de lanzamiento mucho más cercano. Por lo tanto, se puede especular que los misiles propulsores líquidos fueron lanzados desde Husiztán mientras que los misiles propulsores sólidos fueron lanzados desde Karmanshah, a unos 400 km al noreste de Ein Assad. Si la operación incluyó un ataque en Erbil (más adelante se discutirá sobre si fue “así”), probablemente fue lanzado desde un lugar de lanzamiento más al norte, siendo estos, los tres lugares de lanzamiento mencionados por el Secretario de Defensa de los Estados Unidos.
El ataque con misiles no causó bajas entre las tropas estadounidenses u otro personal en la base Ein Assad, al menos de acuerdo a la definición tradicional de “bajas”. Sin embargo, dos semanas después, el Pentágono reveló que había trasladado parte de personal estadounidense para su control por médicos en Alemania y poder así detectar síntomas que se manifestaran algún tiempo después del ataque y que al menos 50 soldados estadounidenses habían salido “heridos” en el ataque.
En la políticamente cargada atmósfera de Washington, los críticos de la administración estadounidense se apresuraron a culpar al Presidente Trump por presuntamente mentir al declarar justo después del ataque iraní de que no hubo víctimas. Sin embargo, esto es un tema de definición. En tiempos pasados, “bajas” se refería a muertos o heridos identificados como tal inmediatamente después de un evento de amenaza a la vida, ya sea una guerra, calamidad natural o desastre provocado por el hombre. Sin embargo, en los últimos tiempos, la definición de este término se ha extendido para abarcar efectos menos tangibles e inmediatos. En Israel hoy, el estrés mental se cuenta como una “lesión”, que incrementa mucho las listas de víctimas por causa de cohetes o por ataques terroristas.
Parece ser que después del ataque de misiles iraníes, la definición de “bajas” fue ampliada para incluir tres en lugar de dos categorías: muertos, heridos y una nueva categoría, “lesionados”. Este escrito hace referencia a “bajas” en el sentido tradicional.
La razón precisa por la ausencia de víctimas es discutible. Algunos observadores creen que los iraníes planearon la operación para maximizar el daño material y minimizar las bajas. Otros, como el general estadounidense citado anteriormente, creen que lo contrario es cierto y que los iraníes dispararon en oleadas para maximizar las bajas. Sin embargo, no existen dudas de que hubo amplias advertencias de un ataque inminente señalado por fuentes del gobierno iraquí (que fueron alertadas por Irán), de fuentes de inteligencia y de sistemas de alerta temprana, tanto en los cielos como en tierra. Las advertencias fueron lo suficientemente oportunas para que las tropas estadounidenses pudieran resguardarse en refugios que datan de la era de Saddam Hussein.
Al mismo tiempo, los estadounidenses no podían ignorar la posibilidad de que el ataque con misiles pudiera ir acompañado de algún tipo de ataque terrestre por parte de las milicias pro-iraníes. Por esa razón, los guardias en el perímetro permanecieron atentos durante todo el ataque. Para prevenir mejor un ataque terrestre, los estadounidenses lanzaron al aire la mayoría de sus VANT Predator en misiones de reconocimiento sobre la base. Sus operadores permanecieron de servicio dentro de cubículos de control sobre tierra. Los guardias del perímetro, así como también los operadores de VANT, definitivamente se encontraban en peligro: una de las explosiones iniciales arrojó a dos soldados estadounidenses que manejaban una torre de vigilancia. La ausencia de bajas parece haber sido más un tema de suerte que del diseño iraní.
En la mañana luego del ataque con misiles, un centro de investigación estadounidense publicó imágenes de satélite que muestran el daño causado a la base Ein Assad. El patrón de impacto no es típico de las dispersiones de misiles balísticos ordinarios, lo que sugiere que las estructuras dañadas fueron atacadas deliberadamente. Suponiendo que este sea el caso, la precisión de los misiles iraníes fue altamente impresionante, logrando distancias fallidas de solo unos pocos metros después de volar varios cientos de kilómetros.
Las imágenes de la base muestran varios cráteres, según informes, de unos tres metros de profundidad y unos cuatro metros de ancho, similar a los cráteres causados por los misiles iraníes que dieron en el blanco contra el edificio de la sede kurda en septiembre, 2018.
El ejército estadounidense abrió la base Ein Assad a la prensa aproximadamente una semana después del ataque. Las imágenes tomadas por periodistas visitantes muestran daños significativos en varias estructuras. Los informes sobre daños al equipo variaron desde “daños leves” hasta un helicóptero de combate destruido y un VANT dañado.
Las tropas estadounidenses les comunicaron a los periodistas que el daño más significativo fue a los teléfonos fijos de fibra óptica que unían las estaciones de los controladores VANT con los transmisores de radio que se comunican con los VANT. Tal como se mencionó, la mayoría de los VANT tipo Predator se encontraban en el aire para el momento del ataque. La conexión que quedo dañada entre las estaciones de control y los enlaces de datos causó la pérdida de control de todos los VANT Predators en el aire y no había forma de hacerlos aterrizar. Los operadores estadounidenses trabajaron durante horas para restablecer el control sobre sus aviones improvisando enlaces de comunicación satelital. Eventualmente recuperaron el control y lograron aterrizar a todos los Predators en lugares seguros.
La ambigüedad también rodea el ataque iraní en Erbil. El Pentágono dijo que involucraba un solo misil dirigido hacia las bases estadounidenses cerca del aeropuerto internacional de Erbil, pero las fuentes kurdas informan de tres impactos de misiles en la provincia del Kurdistán iraquí, uno cerca del propio Erbil, pero los otros a varias decenas de kilómetros al oeste del lugar, como si algunos misiles hubiesen sobrevolado su objetivo.
Además de la ambigüedad, en su informe, el General Hadjizadeh habló de “atacar una sola base estadounidense” y ni siquiera mencionó a Erbil en la lista de bases estadounidenses culpables involucradas en el asesinato de Soleimani.
Otro misterio es el por qué los mismos misiles iraníes que fueron tan impresionantemente precisos en Ein Assad no lograron dar en el blanco en Erbil, incluso cayendo a decenas de kilómetros de distancia del objetivo. Existen tres posibles explicaciones para ello. Primero, pudo ser que el ataque a Erbil nunca sucedió y toda la evidencia que sugiere que si sucedió es errónea. Los cráteres de impacto descubiertos cerca de Erbil y en otros lugares podían ser características naturales del terreno o cráteres de antiguas guerras en la región (por ejemplo, la rebelión kurda contra Saddam Hussein). Segundo, pudo ser que hubo un ataque con misiles contra Erbil, pero no fue parte de la Operación Shahid Soleimani, sino más bien una iniciativa no autorizada tomada por un comandante local de la Guardia Revolucionaria enfurecido por el asesinato de Soleimani. Eso explicaría el por qué, si de hecho ocurrió un ataque, Hadjizadeh lo ignoró durante su sesión informativa. Una tercera posibilidad es que efectivamente si hubo un ataque de misiles autorizado sobre la base Erbil, pero fracasó por razones desconocidas y por ende Hadjizadeh lo ignoró de acuerdo a la antigua práctica iraní de nunca admitir fracasos.
Como siempre, la explicación más simple es la más probable. Es razonable suponer que Erbil fue de hecho el objetivo de la Operación Shahid Soleimani, pero que dicha parte de la operación fue un total fracaso. Tal como fue señalado, el General Hadjizadeh dijo que el número de misiles disparados contra la única base estadounidense seleccionada para cumplir con las represalias fue de 13 y “todos los misiles alcanzaron sus objetivos”. Pero su informe en televisión mostró una imagen satelital ampliada de Ein Assad luego del ataque, con cada estructura dañada etiquetada con un número arábigo y el número de estructuras etiquetadas fue de solo seis. El general iraní no explicó, ni se le preguntó, hacia dónde fueron a parar los otros siete misiles.
En contraste con su práctica anterior de volar un VANT sobre el objetivo a fin de capturar imágenes en tiempo real de los ataques, los iraníes se abstuvieron de hacerlo esta vez y su evaluación a los efectos de la incursión estuvo basada en imágenes provistas por satélites comerciales. Algunas fotografías satelitales publicadas, que no fueron presentadas en la conferencia de prensa iraní, muestran nueve impactos dentro de la base Ein Assad, de los cuales seis impactaron contra estructuras y los otros tres cayeron en áreas abiertas. Esto todavía deja cuatro misiles en incógnita – tal vez los cuatro misiles fallidos mencionados en la declaración dada por el Pentágono.
Si tomamos la afirmación de Hadjizadeh por los 13 misiles disparados, la declaración del Pentágono de 10 impactos de misiles dentro del perímetro de la base y la evidencia satelital de seis impactos precisos en su valor nominal, la confiabilidad general de los misiles iraníes utilizados en este ataque no es nada impresionante. Del número total de misiles disparados, solo el 77% alcanzó las proximidades del objetivo y solo el 46% logró dar precisamente sobre el objetivo. Si Erbil fue de hecho atacado, lo cual es muy probable, la fiabilidad de los misiles iraníes se reduce aún más.
La conclusión es que los misiles iraníes son muy precisos cuando funcionan correctamente, pero en realidad no es así la mitad de las veces. Por supuesto, esta conclusión es tentativa, ya que tiene su base en evidencias incompletas, pero confirma las impresiones de ocasiones anteriores. Parece ser que los iraníes no están preocupados por ello, compensando la poca confiabilidad con números absolutos para así lograr los efectos deseados. Esta es una práctica impensable entre los ejércitos occidentales más ahorrativos.
El General Hadjizadeh insistió en que el ataque había logrado eliminar personal del ejército estadounidenses, aunque no reveló cuántos. Según él, los aviones de carga estadounidenses despegaron inmediatamente luego del ataque para llevar a las tropas estadounidenses heridas a Bagdad, Jordania e Israel. “Tenemos documentación sobre ello”, dijo. Las declaraciones de los estadounidenses sobre la falta de víctimas eran mentiras, probadas “por la negativa de admitir periodistas dentro de la base”.
Además, el general reveló que mediante el uso de un “equipo especial preparado con anticipación”, Irán desencadenó un ataque cibernético que le arrebató el control a los VANT en el aire que circulaban desde la base de sus operadores estadounidenses “por un periodo de tiempo muy corto”. Esta declaración, emitida días antes de que se supiera en general que un misil había causado daños a las líneas de comunicación y que provocó una pérdida de control sobre los VANT, insinúa que los iraníes estaban en comunicación telefónica en tiempo real con colaboradores locales dentro de la base estadounidense, quienes les dieron información sobre los rumores volando alrededor de la recién atacada base. Los rumores contenían “información” sobre las bajas estadounidenses, aviones cargados de heridos siendo estos evacuados apresuradamente y la pérdida temporal de control sobre los VANT en el aire. El general iraní aprovechó los rumores para ampliar la imagen de que se realizó un devastador ataque al convertir las desacopladas líneas telefónicas de comunicación en un “ciber-ataque”.
El tono de la información dada por Hadjizadeh al público iraní fue de disculpas por la modesta escala de las represalias de Irán. Este les dijo a sus escuchas que a solo una hora después del asesinato de Soleimani, Teherán había identificado las bases estadounidenses que se vieron involucradas en este ataque: Taji, ubicada a 23 km al noreste de Bagdad; Ein Assad, cercano a Ramadi; la base Salti en Jordania; y la base Ali Salem en Kuwait. Inicialmente el objetivo seleccionado para la retribución fue la base Taji cercana a Bagdad, pero solo unas horas antes del ataque se decidió no atacar directamente a Taji ya que el ruido de las explosiones “hubiese perturbado a los residentes de Bagdad”.
Hadjizadeh reconoció el alcance limitado de la operación, pero enfatizó que este fue solo el primer paso en una operación mucho más extensa. “La venganza adecuada por la sangre de (Soleimani y los otros asesinados en el ataque estadounidense) es la expulsión de los estadounidenses de la región. El ataque con misiles fue solo un primer paso en esta gran estrategia”, dijo. “En esta operación lanzamos 13 misiles”, agregó, “pero estábamos preparados para disparar varios cientos más en la primera hora o dos después del ataque” si la situación se hubiese intensificado: “Anticipamos el estallido de una campaña limitada que durase un par de días o tal vez una semana completa”.
El general reveló que toda la fuerza militar iraní había sido puesta en alerta para una guerra a gran escala con los Estados Unidos, no porque esto fuese probable sino porque era el peor de los casos posibles “y siempre es apropiado prepararse para el peor de los casos”. La segunda excusa al alcance limitado de la Operación Shahid Soleimani fue, por lo tanto, la necesidad de preservar las reservas de misiles para una acción posterior. Hadjizadeh enfatizó la falta de respuesta de las fuerzas estadounidenses “que no dispararon ni una sola bala”. En un vuelo de bravuconería, este se jactó de que la operación fue la primera en la que las tropas estadounidenses habían sido atacadas por misiles balísticos “desde la Segunda Guerra Mundial”, saltándose ágilmente la Guerra del Golfo de 1991 y la guerra iraquí del 2003, cuando las tropas estadounidenses fueron atacadas y, en 1991, asesinadas por – misiles balísticos disparados por Saddam Hussein.
Según Hadjizadeh, la Operación Shahid Soleimani fue un éxito rotundo. Estados Unidos es un tigre de papel “muy fuerte solo contra los débiles”. La operación fue simplemente la primera parte de una operación integral que eventualmente expulsará a los Estados Unidos de toda la región, desde Afganistán al este hasta el norte de África al oeste. Este explicó la forma en que se realizará esta expulsión: los parlamentos de los países anfitriones de las fuerzas estadounidenses votarán para expulsarlos y las milicias locales se harán cargo y expulsarán a los estadounidenses. En otras palabras, Irán no tiene intenciones de actuar directamente sino a través de sus agentes estados, de acuerdo al método que ya practica en Yemen, Irak y el Líbano.
Aproximadamente dos horas y media después de que el último misil iraní cayera sobre Ein Assad, el vuelo 752 de Ukrainian International Airlines, que despegaba del aeropuerto internacional Jomeini en Teherán, fue derribado por dos misiles antiaéreos lanzados desde una base militar iraní cercana al noroeste de Teherán. El ataque puso fin a la vida de los 176 pasajeros y tripulantes a bordo. El gobierno de Irán inicialmente negó haber tenido algo que ver con ello. No fue sino hasta tres días después, el 11 de enero, que el gobierno se retractó y acepto responsabilizarse por el desastre, que resultó, explicado por ellos, de un error humano.
Según la explicación oficial, el departamento de defensa aérea de Irán identificó por error el avión Boeing 737 como un misil tipo crucero. Esto corrobora la declaración de Hadjizadeh de que las fuerzas armadas de Irán habían sido puestas en alerta máxima contra una inminente represalia estadounidense. Desafortunadamente, los altos estados de alerta son mortales para el tráfico aéreo civil, tal como lo atestiguó el derribo soviético del vuelo 007 de Korean Air Lines en 1983 y el derribo del vuelo aéreo iraní 655 de la Armada de los Estados Unidos en 1988. Estas son solo dos ocasiones en que los nervios de los controladores militares en estado de alerta máxima leyeron mal sus instrumentos y confundieron los vuelos comerciales por ataques hostiles.
La tragedia expuso debilidades en los procedimientos de emergencia de Irán. Hubiese sido razonable esperar que Irán, cuando anticipo la guerra, cerrara su espacio aéreo a los vuelos comerciales, o al menos desviara todo el tráfico aéreo hacia corredores seguros.
Otro aspecto notable de la operación fueron los preparativos y las reacciones por parte de los estadounidenses. A pesar de la amenaza del Presidente Trump de bombardear 52 objetivos militares y civiles en Irán si el régimen atacaba aún más a las fuerzas estadounidenses, ninguno de esos bombardeos ocurrió y el presidente parecía apaciguado por la falta de bajas estadounidenses. Parece ser que el ejército estadounidense no anticipó los ataques con misiles balísticos sobre sus bases y no estableció ningún tipo de defensas de misiles.
Ante el ataque iraní, la diplomacia pública estadounidense se vio confundida y desenfocada, tal como lo demuestran las contradictorias declaraciones sobre el número de misiles iraníes disparados contra las fuerzas estadounidenses. Los voceros estadounidenses no ofrecieron ninguna información exhaustiva posterior al ataque sobre los daños materiales, aparte de comentarios superfluos sobre “carpas dañadas”. El efecto más significativo del ataque con misiles iraníes – la casi falla que hizo que los teléfonos fijos dejasen de funcionar y que dejó a siete VANT Predator volando sin control — fue hecho de público conocimiento solo una semana después y no por una sesión informativa de algún portavoz estadounidense, sino de las tropas que hablan con los periodistas visitantes. La impresión es que el asesinato de Soleimani sorprendió al Pentágono y a las fuerzas estadounidenses en Irak y no menos que a los propios iraníes.
El ataque con misiles iraníes contra Ein Assad (¿y Erbil?) fue sin lugar a dudas un evento histórico, ya que fue la primera vez que Irán atacó abiertamente a las fuerzas armadas estadounidenses. En lo que respecta a una guerra futura, el ataque iraní demostró que, en ciertos escenarios, los misiles de precisión pueden sustituir a los aviones de combate.
La operación Shahid Soleimani parece haber sido concebida más rápida y menos cuidadosamente planificada que el ataque del 14 de septiembre, 2019 a las instalaciones petroleras de Arabia Saudita y no obtuvo ninguno de los resultados espectaculares de este último. La operación iraní puede haber fracasado totalmente en Erbil; su notable precisión en Ein Assad fue mitigada por la poca confiabilidad; y toda la operación fue opacada por el negligente asesinato de 176 inocentes a través de procedimientos de emergencia sumamente defectuosos.
También parece ser que la planificación de la operación estuvo acompañada de sus mordaces querellas entre el CGRI y sus amos políticos, tal como se insinuó en el comentario de Hadjisadeh sobre el cambio de objetivo realizado a última hora. Su disculpa implícita por el modesto ataque puede haber reflejado las furiosas disputas tras bastidores entre los generales del CGRI sedientos de venganza y los jefes más fríos de entre los líderes de Irán.
En cualquier caso, el resultado final fue que Teherán mostró una vez más un grado significativo de autocontrol. La operación Shahid Solemani fue en última instancia más una manifestación que un ataque final. Como tal, no disminuyó – y tal vez incluso aumentó – la disuasión de Irán respecto a los Estados Unidos.
El asesinato de Soleimani, además de ser un serio revés a la búsqueda de la hegemonía regional por parte de Irán, fue un duro golpe para la imagen y reputación del régimen islámico y humillación dentro y fuera de este. Al parecer, esto cruzó un umbral y obligó al régimen islámico a apostarlo todo y asumir el riesgo casi suicida de asesinar tropas estadounidenses solo para recuperar el respeto de sus ciudadanos.
El talón de Aquiles del régimen islámico es pues, su dignidad ante sus súbditos. Esto debería tenerse en cuenta en las futuras operaciones de Israel en la región. En cuanto a las lecciones doctrinales de esta operación, fue señalado anteriormente que en ciertos escenarios, los misiles de precisión pueden ser una efectiva “fuerza aérea libre de aviones”. Israel debería investigar este tema no solo defensiva sino también ofensivamente.
Desde un punto de vista operativo, la lección más notable es cuán sensibles son las bases aéreas a los ataques con misiles. Una sola falta cercana que cortó el servicio telefónico fijo fue suficiente para paralizar un importante centro de comando y control y amenazar con la pérdida de un escuadrón completo de VANT Predator.
Finalmente, desde la perspectiva del campo de batalla perceptivo, los mensajes de la administración estadounidense fueron vacilantes y contradictorios y los estadounidenses mostraron falta de control sobre la información directamente proporcionada dada a los medios de comunicación por tropas estadounidenses individuales, en lugar de sus voceros. Todo esto contrastó con los centrados, fluidos y contundentes mensajes de los iraníes. En los conflictos de hoy, el campo de batalla perceptivo es solo una fracción menos importante que el campo de batalla físico, si es que lo es. Es el campo de batalla perceptivo el que decide la intuición de una victoria o derrota. Se le recomienda a las FDI que presten mucha atención a esta lección a las acciones de venganza tomadas por Irán.