Por General de División (ret.) Gershon Hacohen (BESA)*
El gobierno israelí vive negando la creciente anarquía violenta que ocurre en el Neguev, Galilea y en ciertas ciudades. Ponerle alto a este fenómeno, el cual se está convirtiendo en una amenaza existencial para el gobierno, requiere de un esfuerzo total para fortalecer el poder del ejército y de los cuerpos policiales, junto a los preparativos adecuados que realiza la Fiscalía del Estado y del sistema legal con el fin de poder restaurar la soberanía y el sistema de gobierno.
Hace poco más de una semana, fueron incinerados autos y camiones en el municipio Lod luego de la destrucción de una residencia construida ilegalmente. Muy a menudo se escuchan disparos por doquier en esa ciudad. En Galilea y el Neguev, los dueños de tiendas e incluso las empresas del gobierno se someten a amenazas de extorsión y pagan sumas de dinero para asegurar su protección con el fin de poder sobrevivir. En el Neguev se suceden balaceras constantes día y noche, incluso en las cercanías de las comunidades. Los jueces son amenazados y los cuerpos policiales sufren de una falta crónica de mano de obra.
El reconocimiento de que existe esta difícil realidad no ha dado lugar a ninguna lucha seria frente el tema ni al reconocimiento de la impotencia de Israel por implementar su soberanía. La organización Hashomer Hahadash (Nueva Guardia), que le ofrece protección a los agricultores, es insuficiente: su principal contribución es sensibilizar y reclutar personal para las actividades voluntarias, pero esa actividad es bastante pequeña en escala y carece totalmente de autoridad.
¿Dónde puede un ciudadano judío dormir tranquilo sin temer que le roben el auto aparcado en la vereda? En comunidades “no planificadas” al sur de las Colinas de Hebrón, al igual que Avigayil y Asael; ¿o en la gran comunidad vecina planificada de Meitar, ubicada dentro de la Línea Verde? La diferencia es que en Cisjordania existe un régimen de seguridad auspiciada por las FDI. El hecho de que en el Neguev y en Galilea las amenazas al gobierno estén encabezadas por familias delincuentes con ciudadanía israelí impide que las autoridades internalicen la importancia de tales amenazas. Para decirlo de una forma clara, el Estado de Israel oficial ni siquiera ha comenzado a desarrollar un enfoque conceptual de la realidad que ya está tomando forma.
Lo que se necesita es un esfuerzo mucho más serio para entender lo que está sucediendo. Nos enfrentamos a una amenaza a gran escala, con todo a lo que ello implica y concierne, a la soberanía y de hecho, a la propia existencia del Estado judío. La magnitud de la amenaza requiere de una reconfiguración sistémica que incorpore plenamente a las fuerzas de seguridad, incluyendo también a las unidades de las FDI.
Luego de desarraigar a los residentes de Gush Katif en el año 2005, fui citado en el diario Haaretz diciendo: “Aquí, en decisión soberana del Estado de Israel, la cual fue implementada desplegando al ejército y los cuerpos policiales, le dimos al Estado de Israel el derecho y justificativo de imponer sus leyes y su soberanía también a otros ciudadanos en otros lugares”. Respondiendo a las afirmaciones de que el ejército no debe ser utilizado para fines internos ni domésticos, dije que un estado soberano debe defender su soberanía ante las amenazas tanto internas como externas y que posee un ejército y unas fuerzas policiales para dicho propósito.
En tiempos normales, un estado democrático debería utilizar sus fuerzas armadas para defenderse por sí mismo contra un enemigo externo y utilizar sus fuerzas policiales para mantener las leyes y el orden interno. Pero cuando la amenaza interna alcanza el estado de emergencia, la distinción entre amenaza externa e interna pierde totalmente su significado. También en París y Bruselas, durante las últimas décadas, han sido desplegadas unidades militares con el propósito de ayudar a los cuerpos policiales.
A menudo se dice que “sólo en Israel se encuentra todo un país al servicio de la reserva”, pero ese adagio no ha sido cierto desde hace ya mucho tiempo. La mayoría de aquellos que han sido dados de baja en las FDI no están asignados a unidades de la reserva en lo absoluto. Lo que si se necesita es la creación de una fuerza de seguridad considerable integrada por soldados reservistas y quizás bajo la autoridad del Comando del Frente Interior o de la Policía de Fronteras. Esta sería una especie de “guardia civil” similar a la Guardia Nacional estadounidense, pero mucho más expandida, empoderada y altamente profesional.
Aquellos ciudadanos amenazados merecen tener protección prestada por el estado. Lamentablemente, el gobierno israelí lo niega y no se permite reconocer un fenómeno que se está convirtiendo realmente en una amenaza existencial. Lo que se necesita es una campaña total e integral: la formación de una fuerza militar y policial junto a los preparativos adecuados que vendrían directamente de la Fiscalía del Estado y del sistema de leyes a fin de restaurar la soberanía y la forma de gobernar al estado.
*El General de División (ret.) Gershon Hacohen es investigador sénior en el Centro de Estudios Estratégicos Begin-Sadat. Hacohen sirvió en las FDI durante 42 años. Este comandó tropas en batallas con Egipto y Siria. Este fue anteriormente comandante de cuerpos y comandante de los Institutos de Educación Militar de las FDI.