Itongadol por Dana Mikler.- Tantas cosas para decir. Extraño tu trabajo, tu capacidad y el espíritu que le pones a cada cosa que pasa por tus manos, creo que sos único.
No suelo publicar artículos de esta índole, No me encanta la idea de hacer mis experiencias, emociones y pensamientos públicos. En el momento en que algo se publica, pierde toda privacidad, e incluso puede hacerse viral… eso es una completa locura. Pero en esta ocasión es justamente lo que quiero. Quiero que el mundo vea, lea, y comparta la situación por la que yo y mi pueblo estamos pasando.
Cada uno de nosotros tiene el poder de escoger qué batallas luchar, en qué causas invertir su energía, ante cuáles injusticias desgastarse. Desafortunadamente hay muchas en el mundo, incontables, y no podemos apoderarnos y sumergirnos en todas, aunque queramos. Yo, Dana, decidí defender a mi pueblo. Defenderlo a capa y espada para que algún día podamos vivir en paz, sin miedo y sin amenazas hacia nuestra existencialidad…hacia mi existencia como judía. Y por eso hago este artículo. Todo lo que describí en los párrafos anteriores ocurrió por odio. Odio a los judíos…simple y únicamente por ser judíos.
El pasado 7 de octubre tuvimos en Israel la peor masacre del pueblo judío desde el Holocausto, hace ya más de 70 años. Monstruos pertenecientes a la organización terrorista Hamás, junto con civiles gazatíes que los apoyan, penetraron el territorio israelí y, a sangre fría, asesinaron, violaron, desmembraron, profanaron e incineraron a civiles israelíes. Bebés, niños, embarazadas, y ancianos, ente otros, fueron víctimas de la desgarradora idea llamada “Hamás”, materializada en hombres, mujeres y adolescentes sin un mínimo sentido de moral.
Hablo en primera persona porque me ocurrió a mí. A mi pueblo, en mi país, asesinaron a mis amigos. Y esta última semana tuve el gran privilegio de poder ser testigo de primera mano de lo ocurrido ese oscuro sábado.
Me reuní en el Hospital Shiba, Tel Hashomer, con Ben y Gali. Jóvenes de mi edad que fueron a celebrar su cumpleaños a un festival de música por la paz, en la naturaleza, con miles de jóvenes más. En lugar de bailar y disfrutar, fueron atacados por terroristas. Entre misiles, balaceras, y explosiones, Ben y Gali describen lo que vivieron como un “holocausto de 1 día”. Cientos de cuerpos quemados, desmembrados, deformados e incinerados.
Los dos perdieron la pierna derecha como consecuencia de múltiples explosiones de granadas y disparos indiscriminados. Además de su pierna, perdieron a muchos amigos. Shani Gabai era una de ellas. Murió quemada en vida dentro de una ambulancia dentro de la cual se escondía para disparos terroristas.
Escuché también a Raz, cuñado de Eli y Iosi. Dos padres de familia que fueron brutalmente secuestrados a Gaza luego de ser testigos del asesinato de su familia a manos de estos terroristas, antes de quemar sus hogares. Llevan ya 84 días en cautiverio sabiendo que, a su regreso, tendrá que visitar a sus seres amados en el cementerio.
Visité también el Kibbutz (aldea agrícola) llamado Kfar Aza. Tuve la oportunidad de estar con Varda Goldstein y su esposo David en lo que queda de su casa. Una construcción que fue su hogar por más de 20 años, y hoy es literalmente ruinas quemadas, completamente carbonizadas. La única razón por la que ellos están con vida es porque, de casualidad, ese fin de semana no lo pasaron en su casa. Pero familia, que también vive en Kfar Aza, no tuvo la misma suerte. A Nadav, su hijo, y Yam su nieta mayor, los asesinaron en su propio hogar en la presencia de sus familias. A Agam, Gal y Tal, sus nietos de 17, 11 y 9 años respectivamente, junto con su nuera Chen, los llevaron secuestrados a Gaza. Vivieron el infierno del secuestro por 54 días.
Esta aldea, tiene también una zona de viviendas exclusivamente para jóvenes entre 20 y 30 años de edad. Edades como la mía. Estos jóvenes fueron brutalmente atacados, asesinados, profanados, denigrados y quemados. Ventanas destrozadas, granadas en las habitaciones, incontables disparos en las puertas, apartamentos completamente incinerados con personas quemadas vivas por dentro.
Cada uno de nosotros tiene el poder de escoger qué batallas luchar, en qué causas invertir su energía, ante cuáles injusticias desgastarse. Desafortunadamente hay muchas en el mundo, incontables, y no podemos apoderarnos y sumergirnos en todas, aunque queramos. Yo, Dana, decidí defender a mi pueblo. Defenderlo a capa y espada para que algún día podamos vivir en paz, sin miedo y sin amenazas hacia nuestra existencialidad…hacia mi existencia como judía. Y por eso hago este artículo. Todo lo que describí en los párrafos anteriores ocurrió por odio. Odio a los judíos…simple y únicamente por ser judíos.
El 7 de octubre, el pueblo judío perdió 1200 voces y tiene el peligro 129 voces más. Yo sigo teniendo la fortuna de poder alzar mi voz y hablar por mí y por ellos que ya no están. Alzarla para pedirle a mis amigos y conocidos que se unan a mi causa, que no se queden en el papel de testigos, porque se convierten en cómplices. Quiero pedirles que, si escuchan un comentario antisemita, alcen su voz y hagan saber que eso incita al odio. Las palabras tienen poder, y fácilmente se pueden convertir en acciones. Alzo mi voz para que entiendan que ser esa luz que transforma el odio en impactos positivos, brinda un granito de arena en la transformación de la humanidad para ser cada vez mejores personas, más tolerantes y respetuosos ante el prójimo.
Tuve la oportunidad de tener esta experiencia única gracias a Zionist Leadership Academy. Programa desarrollado en por la Organización Sionista Mundial en colaboración con el Keren Kayemet Le`Israel que entiende la importancia de estar presentes ante situaciones como las ocurridas el 7 de octubre. ZLA, GRACIAS. Gracias por permitirme ser testigo de uno de los hechos históricos más importantes del último tiempo. Gracias por permitirme hablar en primera persona. Gracias por hacerme mejor persona. Gracias por reafirmarme que me enorgullece ser judía y sionista. GRACIAS.
Todos los que aún tenemos la habilidad de alzar nuestra voz, tenemos la obligación de hacerlo.
Dana Mikler
(Nacida en Colombia, viviendo actualmente en Israel. Graduada de Medicina en Bogotá, Colombia. Participante activa de la comunidad judía de Bogotá. Desde el 2022 miembro de Zionist Leadership Academy.)