Itongadol Por Daniel Berliner.- El recorrido es largo, y como escuché hace tiempo en boca del Dr. Claudio Zin, esta es la enfermedad de la despedida interminable.
Pasaron 8 años desde que a mamá le diagnosticaron Alzheimer, pero aquí está, conectada y reconociendo perfectamente a sus hijos. Toda esta semana fue algo increíble al verla tan feliz y tan conectada.

Arele
Con Arele (mi hermano) la visitamos todos los días porque descubrimos que el “amor” es la mejor medicina para su enfermedad y estamos convencidos de que el amor es el mejor antídoto para el Alzheimer y la mantiene más conectada.
Hoy llegue y su mirada estaba perdida, “mamá soy yo, Velvele” le repetí una y otra vez tratando de conectarla de algún modo entre besos, caricias y palabras llenas de amor, pero su silencio era profundo y su mirada esquiva.
Se habrá desconectado definitivamente, me pregunté una y otra vez.
El arte y el Alzheimer.
Sobre su mesa había una gran cartulina blanca, con señas y estirando su brazo me pedía su pincel. Tomó el pincel decidida a pintar. Lo tomó con carácter y fuerte. Eligió perfectamente los colores que quería usar. Su silencio seguía siendo profundo mientras su pintura asomaba como una gran medicina y único idioma posible en ese momento entre nosotros. Comenzó a pintar como en sus mejores momentos.

“Las voces que no callan” de Rachel Lebenas
La miraba y se me caían las lágrimas al verla tomar su pincel, eligiendo perfectamente el color y lo que deseaba pintar, ella comenzó a hablar con su pintura, me hablaba con su arte.
Sus pinceladas eran perfectas, coloreo cada detalle, con señas pedía ayuda para que le alcanzaran los diferentes potes y colores sin perder su profesionalismo y delicadeza. Ante cada cambio de color lavaba su pincel en el pote de agua y lo increíble era ver su autonomía cuando en una mano tenía el pote de pintura y él la otra el pincel y los manejaba como una artista en total plenitud y sin ayuda.
Nada había cambiado en ella al verla pintar, era la de siempre… pero no salía una palabra de su boca.
La felicité, le di mil besos y caricias, mientras pensaba el posible nombre de la obra, finalmente me surgió “Las voces que no callan” de Rachel Lebenas.
Le dije que estaba orgulloso de compartir ese momento con ella, que era brillante su obra, que la admiraba y le pedí que la firmara… y lo hizo, todo siempre en silencio.
El Alzheimer y el amor, el Alzheimer y el arte.
Llegó la cena, me despedí, guardé la obra como un tesoro único, le puse la fecha de hoy, le di mil besos a mamá, convencido que mañana me va a recibir como todos los días, con una sonrisa, feliz y un “Hola Velvele”
Su cara tenía témpera igual que mis manos.
¡Hoy pintamos!!!!
Gracias Hogar Le Dor Vador, gracias Sergio Kuche, gracias doctora Romina Rubin y a cada uno de los que hacen de este lugar un lugar único y una familia extendida, gracias a todas las chicas que cuidan de mamá..-