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Experto de Universidad Hebrea: “De Israel se pretende postura más normativa que la de otros países”

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Itongadol.- El profesor del Departamento de Relaciones Internacionales de la Universidad Hebrea de Jerusalem Arie Kacowicz (foto) visitó Buenos Aires y conversó con la Agencia Judía de Noticias acerca de su especialidad.

Nacido en la Argentina en 1959, concretó su aliá a los 19 años y estudió Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales en esa entidad, donde también realizó un posgrado, antes de su doctorado en Ciencias Políticas en la Universidad de Princeton, Estados Unidos, en 1992.

De regreso en Israel, Kacowicz comenzó su carrera docente al año siguiente, a la vez que desde 2003 dicta cursos de verano en la Universidad de Georgetown, Washinton DC, como profesor invitado.

Los mismos están relacionados con Medio Oriente y América Latina e incluyen temas como Negociación paz en Medio Oriente, Teorías de las relaciones internacionales y realidades de Medio Oriente, Relaciones internacionales en América Latina y Globalización y relaciones internacionales.

El académico es autor y coeditor tres libros relacionados con las materias que investiga, América Latina, reasentamiento de poblaciones y procesos de paz, y su publicación más reciente, aún en prensa, es “La globalización y la distribución de la riqueza. La experiencia de América Latina. 1982-2008”.

P- ¿Qué tareas desempeña en la Universidad Hebrea de Jerusalem?

AK- Soy profesor, miembro del cuerpo docente e integro el Senado de la Universidad. También formo parte de un comité que apoya convenciones científicas en la universidad. En el pasado dirigí el Departamento de Relaciones Internacionales durante tres años y el Instituto de Relaciones Internacionales durante uno. Dos años fui el encargado de todos los cursantes del doctorado de Ciencias Sociales, e integro el Consejo Académico del Instituto Liwerant, que se ocupa de estudios del judaísmo latinoamericano. Gran parte del trabajo es el de investigador, principalmente en la Universidad Hebrea de Jerusalem, y estoy llevando a cabo varios proyectos: junto con un colega estadounidense estamos editando el año próximo una especie de enciclopedia sobre la seguridad en América Latina, en inglés, que va a ser un libro de 30 capítulos; dentro de pocos meses se publicará un texto sobre el conflicto israelo-palestino que reescribí en inglés, basado en un estudio de un investigador fallecido; también debido a una beca recibida estoy trabajando el tema de la conexión entre la gobernabilidad global y regional, que incluye a América Latina.

P- ¿Cuál es el motivo de su estada en Buenos Aires?

AK- En los meses de verano del hemisferio norte -julio y agosto- dicto dos cursos en la Escuela de Verano de la Universidad de Georgetown, como profesor invitado, durante cinco semanas: Introducción a las relaciones internacionales y Negociaciones de paz en Medio Oriente, y vine a Buenos Aires a dar otro “relámpago”, de diez clases, en la Universidad Nacional de San Martín, que tiene una maestría en Políticas públicas y gerencia de desarrollo en conjunto con la de Georgetown.

P- ¿Cómo decidió concretar su aliá?

AK- Soy porteño y viví 19 años en la Argentina, donde estudié en el colegio Carlos Pellegrini, la Mijalá que dependía de la Universidad de Tel Aviv, un año en la Facultad de Ciencias Económicas e hice 14 meses de servicio militar, en 1978-1979, estando tres meses en la frontera con Chile. Cuando tenía 15 años participé en un viaje de seis semanas a Israel que organizó el Instituto de Intercambio Cultural que dependía de la embajada. Estuve en el kibutz Tel Itzjak, paseé por Israel y tomé la decisión que en algún momento dado quería vivir en el país de los judíos, así que en 1979 hice aliá, cursé mi primer título en la universidad y luego ingresé a Tzahal (Ejército de Defensa de Israel).

P- Además del curso que mencionó ha dictado varias charlas y/o conferencias en ámbitos universitarios y comunitarios, una de ellas en la AMIA. Allí manifestó que el Estado de Israel enfrenta diversos dilemas, uno de los cuales se relaciona con ser un Estado judío y democrático y mantener o no los territorios de Iehudá y Shomrón, ¿nos puede aclarar ese dilema?

AK- Lo que presenté el otro día en la AMIA fue una propuesta simplista, lo reconozco, que me planteó el profesor Alan Dowty, un experto muy importante y lúcido en el tema del conflicto palestino-israelí, que se jubiló en la Universidad de Notre Dame, Indiana; trabajó unos años en Canadá como experto en estudios israelíes y en 1998 escribió “El Estado judío 50 años más tarde”, un brillante libro en inglés, que recomiendo. El tema es que desde la Guerra de los Seis Días, de junio de 1967, Israel controla de hecho Iehudá y Shomrón, territorios que algunos pueden decir “liberados” y otros “ocupados”, como quieran llamarlos. Israel los ha mantenido por un interés en parte ideológico, religioso, histórico y también estratégico, y la postura, en la que ha habido cambios por el proceso de paz, ha sido el statu quo. En una actividad sobre el conflicto en la Universidad Católica me hicieron preguntas y tuve que explicar que los judíos somos una religión nacional, que somos un pueblo; entonces para mí, como israelí, es muy claro que Israel es un Estado judío y debe seguir siéndolo, lo cual no significa necesariamente que todos tenemos que andar con kipá. Para mí también es muy claro que desde la declaración de la independencia no tenemos una Constitución, pero sí una serie de leyes fundamentales que establecen que Israel es y tiene que seguir siendo una democracia liberal, de acuerdo a valores que no son solo occidentales, sino que se remontan a lo que nos podemos enorgullecer: la tradición humanista de los profetas en el Antiguo Testamento, etc. Entonces, aquí hay tres valores u objetivos que el profesor Dowty formulaba en la política de Israel: mantener los territorios, ser un Estado judío y ser un Estado democrático. El dilema es que no se pueden poner en práctica los tres objetivos en forma simultánea, sino que hay que elegir dos de tres. Y entonces, acá hay posibles permutaciones: quizás estamos hablando en términos deductivos; es decir, si Israel es un Estado judío y quiere seguir siéndolo y es un Estado democrático y quiere seguir siéndolo, no puede mantener el control sobre 2,5 millones de palestinos en Iehudá y Shomrón porque no puede ser las tres cosas a la vez. Por ejemplo, el ministro (de Economía, Naftali) Bennett y su partido Habait Haiehudí (La casa judía) tienen una postura ideológica que me parece una propuesta completamente ilógica e insostenible. Dice: “Démosles autonomía y economía, invirtamos, pero no les demos moneda, política exterior, ejército”, y lo que es peor: “extendamos la soberanía israelí sobre la Zona A”, que es el 60 por ciento de Cisjordania. Son dos millones y medio que dentro de unos años van a ser tres, y después tres y medio. Eso es parte del problema de la Franja de Gaza, que es una olla a presión, una lata de conserva que si no se extiende el territorio, explota… La Franja de Gaza explotó no solo por Hamas, sino por las condiciones estructurales. Ahora, si Israel quiere mantener el control y ser Éretz Israel, entonces tiene que seguir siendo eminentemente judío, pero no democrático, pues si no les da el voto a los palestinos no es democrático. Y si les da el voto y mantiene los territorios, como dice el actual presidente (Reuven) Rivlin, que es un liberal, a la larga no va a seguir siendo judío, sino binacional porque (su población) va a ser mitad y mitad (con los árabes), y en base a la tendencia exponencial demográfica, más adelante los judíos van a terminar siendo una minoría. No soy quién para decir cuál es la permutación posible, pero sí que la formulación es muy racional y lógica. Mi elección también es muy clara, pero no necesariamente puede ser la adecuada.

P- En la AMIA afirmó que usted no da su posición, pero es clara.

AK- Bueno, no la doy en forma abierta, quizás sí en forma encubierta. Mi posición puede ser clara, pero no que es necesariamente la correcta o la adecuada.

P- Porque es un académico…

AK- Claro. Pero hay colegas, y no faltan, que transforman la profesión en sacerdocio. Es como que dicen sermones. Creo que eso es muy peligroso, y lo digo porque en todos estos años que enseño, mi vocación es, en parte, confundir a los estudiantes. Tuve estudiantes con una ideología muy de derecha que después de tomar el curso ven que las cosas son más complejas, y viceversa. También tuve estudiantes más a la izquierda a quienes capaz les molesta que presente la complejidad de la realidad. Lo que digo es que puedo respetar cualquier ideología, mientras no sean nazis, digamos. Es muy importante que, por lo menos en la universidad, tengamos una pluralidad de ideas, que es la base de la tolerancia.

P- En estos últimos días, países que hoy hablan en contra del califato acusaban de “genocidio” a Israel. Como especialista en relaciones internacionales, ¿cómo lo explica? Decir “es el antijudaísmo, el antisemitismo” es una explicación muy burda…

AK- Claro. Siempre hay excesos, especialmente como parte del conflicto entre Israel y los palestinos. Está el tema mediático, la propaganda, y entonces hay una tendencia al exceso. Lo que dijo el presidente de Turquía (Recep Erdogan) es una barbaridad. Aparte, con la historia del genocidio de los armenios, hay que tener jutzpá (osadía) para venir a acusar a Israel… No digo que Israel se haya portado bien o que el Ejército de Defensa de Israel debería recibir el premio Nobel de la Paz por la forma en que actuó… Hay una guerra propagandística; entonces, lo que dijo el presidente turco, primero, es un insulto al genocidio y segundo, es -obviamente- una proposición completamente populista que recuerda un poco al presidente Evo Morales, que declaró que Israel es un Estado terrorista, lo cual es una especie de “tiro por la culata” porque como consecuencia de esa decisión, centenares o quizá miles de jóvenes israelíes no van a ir a visitar Bolivia, y eso va a perjudicar su turismo… Hoy, en la política internacional hay mucha hipocresía e incoherencia. Los enemigos de hoy son los aliados de mañana. Siempre hay que ver todo en forma muy relativa porque si se considera esta guerra en Gaza comparada con la de noviembre de 2012 e inclusive 2008/2009, fue más larga y cruenta, con más bajas del lado palestino y también del israelí, pero si se la mide con lo que sigue ocurriendo en Siria o Irak, hay una tremenda desproporción. La respuesta de que es antisemitismo o antijudaísmo es burda y simplista y no la quiero aceptar, lo cual no significa que no haya algo de razón en decir “Israel es el judío de los Estados; entonces, es antisemitismo”. Una respuesta que creo un poco más sofisticada es la proposición que en el caso de Israel se pretende o se espera una postura más normativa que la de otros países. No me preocupa que (Mahmoud) Abbas y todos los palestinos o Arabia Saudita nos acusen de genocidio, lo más preocupante es cuando eso ocurre en centros universitarios, como un cartelito que vi en la UBA. Lo que también preocupa es que de alguna forma -quizás es una misión imposible- Israel no ponga demasiados esfuerzos en modificarlo. Pero también criticar a la hasbará (esclarecimiento) israelí es muy fácil. Mi opinión como ciudadano interesado es que si Israel mejorara sus políticas, quizás esa crítica sería un poco menor…

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