Respecto del programa nuclear de Teherán, Israel busca “contrarrestar las tendencias a no preocuparse tanto -que existen en los Estados Unidos, porque van a depender menos del petróleo, y en Europa, porque tiene otros problemas más graves- y acelerar a nivel internacional el sistema de presiones para que Irán, por el desmoronamiento económico interno que se está produciendo en este momento, se vea obligado a ceder y negociar con la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) para que sus inspectores puedan entrar a todas las instalaciones y cerciorarse de que no hay un desarrollo militar”, analizó el académico argentino-chileno Mario Sznajder, titular del Departamento de Ciencia Política de la Universidad Hebrea de Jerusalem, durante una actividad organizada por la Fundación Amigos Argentinos de la misma, la semana pasada.
Para el también director del Centro Liwerant para el Estudio de las Comunidades Judías de América Latina, España y Portugal de esa casa de estudios, “entre Israel e Irán hay una ‘guerra fría’ desde hace mucho tiempo, que tiene algunos puntos violentos”, pero no se lleva a la práctica por las dificultades que ello implicaría para ambas partes, “como los 1.500 kilómetros de distancia que hay entre las fronteras, y más hasta Teherán”, de modo que el enfrentamiento está limitado a “una fuerte confrontación diplomática, en la cual todas las piezas se están moviendo al mismo tiempo”.
Sznajder recordó que “de acuerdo a las interpretaciones de la Agencia Internacional de Energía Atómica, el programa nuclear iraní incluye elementos de carácter militar y está enriqueciendo demasiada cantidad de uranio para ser pacífico”, pero resaltó que “las sanciones han causado muchísimo daño a la economía de Irán y su moneda se está devaluando rápida y constantemente”, pese a lo cual “hay movimientos terroristas iraníes contra instituciones y ciudadanos israelíes y/o judíos en diversas partes del mundo, y el último fue el atentado en Burgas, Bulgaria”, el mes pasado.
A continuación, el intelectual que integra el Comité Académico del Instituto Truman para la Paz revisó la problemática desde diversos puntos de vista e hipótesis.
“La discusión política en Israel se da en los medios de comunicación y el gobierno es consciente de ello y trata de canalizarlo en su beneficio, dentro y fuera de Israel”, conjeturó Sznajder, antes de señalar que “un 38 por ciento de la opinión pública estaría a favor de un ataque a Irán, sin entender lo que ello significa ni el precio (a pagar) ni la respuesta” a recibir.
“Hay toda una discusión sobre la conveniencia de atacar Irán y uno de los cálculos que apareció en la prensa es que una guerra le costaría a Israel 46.000 millones de dólares” cuando “hay un montón de otras cosas en las cuales invertir esa cantidad de dinero”, si bien “se argumenta que cualquiera que sea el costo de un ataque, sería menor al del hecho que Irán tenga un arma nuclear”, prosiguió.
El titular del Departamento de Ciencia Política de la Universidad Hebrea de Jerusalem afirmó que si bien “la decisión la tomará el Gabinete de Defensa, con los ministros más expertos en la cuestión -la mayor parte, ex jefes militares- y en consultas con el Estado Mayor y los servicios israelíes” de inteligencia, a su juicio “toda esta discusión muestra un cuadro de indecisión: nadie es capaz de tomar una decisión proactiva, y el no atacar se da en forma automática”.
Sznajder arriesgó que “Israel no tiene la capacidad militar para destruir totalmente la perspectiva de un desarrollo nuclear iraní” e “inclusive tiene un ‘talón de Aquiles’, que es la instalación en Qom, que está muy enterrada y no hay manera de llegar a ella; pero aunque se haga, no va a asegurar que en otros 5 años” el desarrollo nuclear resurja “porque sabemos que el plan iraní está construido en base a las lecciones de los iraquíes”, que tras el bombardeo israelí, en 1981, al reactor de “Osirak aprendieron que nunca más hay que hacer un plan nuclear concentrado en un solo lugar y sobre la tierra”, de modo que “en Irán está distribuido en muchos lugares, enterrado y muy defendido”.
En tanto, en Israel “pareciéramos no ser capaces de contener la verborragia en la prensa, aunque existe la posibilidad de que sea otro elemento para obligar al mundo a ‘sujetarlo’” para que no ataque, consideró.
Por otra parte, el académico enfatizó que “el programa nuclear iraní no fue resultado de la confrontación con Israel: existe desde principios de los ’70, fue discontinuado en los ’80 por el ayatola (Ruhollah) Khomeini y reanudado hacia fines de la guerra con Irak, en 1986/87, por el ayatola (Akbar Hashemi) Rafsanjani”, imputado como coautor ideológico del atentado a la AMIA, el 18 de julio de 1994, que provocó 85 muertos y centenares de heridos en Buenos Aires.
Se trató del segundo ataque terrorista adjudicado al fundamentalismo islámico en esta ciudad, tras el perpetrado contra la Embajada de Israel el 17 de marzo de 1992, que dejó 29 muertos y cientos de damnificados.
“El argumento de los iraníes es: ‘¿Por qué no podemos tener armas nucleares si Pakistán, India, Rusia y los Estados Unidos las tienen?’, y a nivel teórico tiene la misma validez que el contraargumento ‘No se les pueden dar armas nucleares porque son locos’”, matizó Sznajder, sin dejar de preguntarse si “los otros son realmente cuerdos”.
El titular del Departamento de Ciencia Política de la Universidad Hebrea de Jerusalem destacó que “los iraníes son grandes maestros de la diplomacia y la están jugando todo el tiempo y en todas las direcciones”, lo cual “les permite tener un límite de respiro”, tal como puede verse cuando “cada uno o dos meses se encuentran en algún lado, negocian y no llegan a un acuerdo” con la AIEA.
Respecto de la posición de Estados Unidos, el académico recordó que “está frente a una elección y ningún candidato va a realizar alguna acción desaventurada, como embarcarse en una operación militar”.
Además, “si se llega a producir un ataque israelí, Irán probablemente va a cerrar el estrecho de Ormuz y el precio del petróleo se va a disparar”, pero “en los últimos 5 años, los Estados Unidos están dejando de depender del petróleo del golfo Pérsico porque están produciendo uno alternativo y esto quizás explique por qué va descendiendo la posibilidad de presión que Teherán tenía al limitar sus exportaciones de petróleo”, consideró.
En este escenario, “Rusia está en una situación inversa: sus reservas de petróleo y gas están descendiendo muy rápidamente y quizá le interese una crisis petrolera porque preferiría vender lo que le queda a un precio mucho más alto”, mientras que “China tiene otro interés: conseguir fuentes de petróleo baratas que le sirvan para continuar su proceso de industrialización”, continuó Sznajder.
Finalmente y ante la eventualidad de una nueva guerra en Medio Oriente, el titular del Departamento de Ciencia Política de la Universidad Hebrea de Jerusalem les recomendó a los asistentes a su disertación “mantener la calma” a la distancia.
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