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Uno de los temas más controvertidos en la investigación académica sobre el Holocausto es el impacto del trauma en las generaciones futuras. Un nuevo estudio llevado a cabo por la Universidad de Haifa argumenta que los signos del trauma de la Shoa puede ser identificada entre la tercera generación de nietos.
La investigación, desarrollada por el Dr. Miri Scharf y el Prof. Ofra Míaseles del Departamento de Educación de la institución, detectó marcas no procesadas e indirectas de post trauma o problemas en los sistemas de comunicación e interacción, junto con los descendentes de la segunda o tercera generación de las víctimas de la Shoa.
El estudio está basado en entrevistas en profundidad con 196 israelíes que son descendientes de la segunda generación y son considerados adultos funcionales que no sufren problemas psicológicos, y sus hijos, descendientes de la tercera generación, un grupo de un promedio de 18 años. Los investigadores identificaron tres patrones de experiencia de stress que pueden haber sido pasados de generación a generación.
Inicialmente la investigación distinguió una tendencia para enfocarse en asuntos conectados con la supervivencia. Participantes de la segunda generación dijeron que sus padres sobrevivientes del Holocausto estaban emocionalmente involucrados en una lucha por sobrevivir en la que el mundo era vista como una realidad amenazante llena de eventos no esperados.
En segundo lugar, los investigadores juntaron testimonios estos participantes en los que relataban una percibida falta de apoyo emocional dada a ellos por sus padres. Algunos de ellos dijeron que sus padres no habían podido desarrollar relaciones cálidas y que los apoyasen, cuando necesitaban ayuda en sus años de la niñez.
Por último, los autores concluyeron que este nuevo estudio refuerza los descubrimientos en investigaciones anteriores sobre la transferencia generacional del trauma del Holocausto.
Sin embargo, mientras las narrativas personales provistas por participantes de la segunda generación mostraron informes de estrés emocional profundo, este estudio no encontró problemas de conducta extremos entre los adolescentes de la tercera generación. Scharf y Míaseles dicen que sus descubrimientos tienen implicaciones importantes con respecto a la salud mental de los segundos y terceros descendientes.
Dicen que profesionales de la salud deberían estar al tanto de los modos en los que los traumas se pasan a través de las generaciones.