354
Los acuerdos clandestinos trabajaron sin problemas por años. La compañía israelí enviaba su equipo de monitoreo de Internet a un distribuidor en Dinamarca. Una vez ahí, los trabajadores le quitaban el empaquetado y las etiquetas. Luego lo mandaban a un hombre llamado “Hossein” en Irán, un distribuidor de tecnología conocido por ellos solo por su primer nombre y su impecable inglés, dijeron sus compañeros en Israel y Dinamarca.
Funcionarios de comercio, aduana y defensa israelíes dijeron que sus departamentos no sabían que los sistemas de vigilancia de tráfico de Internet, vendidos bajo el nombre de NetEnforcer, habían ido a un país cuyos líderes han pedido la destrucción del Estado Judío. La prohibición de comercio con su enemigo falló, aunque hubo un rastro de papel de los acuerdos disponible en Dinamarca.
Las transacciones ilustran cuan inefectivos han sido los comercios en bloquear el intercambio mundial en nuevas tecnologías de vigilancia de intrusos que regímenes autoritarios pueden usar como armas represivas. Dicho equipo de compañías occidentales – incluyendo herramientas que interceptan e-mails y mensajes de textos, graban actividad en la web y mapean locaciones de teléfonos celulares – ha sido usado para buscar y torturar a disidentes en países como Irán, Bahrain, Siria y Túnez, según mostró una investigación de Bloomberg News de este año. Todavía no está claro quiénes fueron los aduaneros de Hossein, o cómo su tecnología podría usarse en Irán.
“El hecho de que los regímenes más asesinos estén usando tecnologías occidentales para vigilancia destaca el hecho de que el marco actual de control de estos negocios sucios no está funcionando. ¿Cuánto deberán esperar los pueblos de Siria e Irán antes de que el Congreso y la Unión Europea pongan las palabras en la ley?”, preguntó Brett Solomon, director ejecutivo de Access (acceso), una organización sin fines de lucro que promueve la libertad en la web.
Todavía hay modos de endurecer el flujo de dichas tecnologías, que pueden ser usadas como armas pero no están reguladas como ellas. Muchas compañías que venden este tipo de equipo tienen la habilidad de monitorear a sus propios compradores y los gobiernos podrían pedirles que lo hagan mientras se endurecen las leyes exportadoras.