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Hay alivio en Israel, pero las máscaras aún están a mano

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Alivio general. Israel se apresta a anunciar que baja el nivel general de alarma por los eventuales ataques desde Irak con misiles Scud armados con ojivas cargadas con armas químicas, que es hasta hoy la peor amenaza potencial que vive Israel en esta segunda Guerra del Golfo. Hoy o mañana lunes se anunciará la rebaja en el estado de emergencia, lo que significa que la población israelí no deberá seguir teniendo a mano las máscaras antigases con las que todo el mundo anda por la calle.

El peligro era ya considerado «bajo» y hasta «remoto» por los expertos militares israelíes y los estrategas del Pentágono norteamericano. Siempre puede haber una sorpresa y ayer se evocaba públicamente la posibilidad de que Saddam Hussein, perdido por perdido, ordenara un ataque con misiles Scud contra Israel.

En la primera Guerra del Golfo, en 1991, 39 misiles Scud cayeron en Israel, sobre todo en el área metropolitana del gran Tel Aviv. Hubo muchos daños pero solo una víctima fatal: un hombre al que se le cayó encima una pared de su casa.

Ninguno de aquellos misiles portaba cargas de gases químicos o biológicos, que hubieran producido un desastre. Por eso es que las precauciones se repitieron ahora, sobre todo con el reparto de cajas que contienen las máscaras antigases, jeringas con atropina, un poderoso antídoto, y otros ingenios para afrontar un eventual ataque con armas no convencionales.

Los misiles, según los militares, sólo pueden ser lanzados desde el oeste de Irak. Por esta razón, ha sido intensa la ofensiva en esa zona de tropas norteamericanas. Incluso se supo ayer que hubo grupos especiales que llegaron hasta los dos principales aeropuertos donde estaban los lanzadores de los misiles Scud, a través de la frontera jordana, que oficialmente está cerrada al paso de los soldados de EE.UU.

Esos dos aeropuertos son conocidos como H-2 y H-3. Hasta ahora no se informó que allí se hubieran encontrado misiles y lanzadores. Si se confirma la noticia de que la Gran Alarma ha pasado, el suspiro de alivio israelí soplará por todo el mundo.

El vice ministro de Defensa Zeev Boim echó un poco de arena en el entusiasmo general, al decir ayer por la radio que hay que esperar «a que los norteamericanos tengan el completo control del área, antes de evaluar definitivamente que la amenaza potencial ha sido removida».

Según el Pentágono y los servicios de inteligencia israelíes, Saddam Hussein contaría aún con 20 misiles Scud de largo alcance. Hace tres días, cuando se inició la guerra, la alarma cundió en Israel después que se supo que Irak había lanzado media docena de misiles contra Kuwait.

Pero enseguida se aclaró que los misiles eran del tipo «Frog» de apenas 70 kilómetros de alcance. Saddam respetó los compromisos firmados con las Naciones Unidas, que le prohibe utilizar misiles con un radio de navegación superior a los 150 kilómetros, que es considerado defensivo.

Aunque baje el nivel de alarma, Israel continuará desplegando al máximo, mientras dure la guerra, los misiles antimisiles capaces de interceptar a los Scud.

«Nos podremos por fin sacar las máscaras», dijo sonriente Pepitole, un argentino medio reo de Villa Crespo («fiel a Argentinos Juniors») botones en el hotel donde se aloja Clarín, que milagrosamente está bastante lleno pese al desastre del turismo. La salvación de algunos hoteles son los casamientos, que continúan realizándose a todo vapor pese a la guerra.

El rabinato de Israel insiste en que hay que mantener la calma y la rutina. Y los casamientos son un gran momento porque arriban parientes y amigos de todos lados de Israel y del mundo. Los esposos, los amigos, este enviado, Pepitole y los empleados, se sacaron ayer fotografías de recuerdo en una fiesta con las mascaras antigás colocadas. Sara y Teddy, los dos «sabra» (judíos nacidos en Israel) que festejaban su boda estaban muy divertidos con la idea de pasearse con las máscaras puestas. Y hasta la «bove» (abuela) tuvo que ponerse la suya para quedar retratada como corresponde en estos tiempos.

El diario Maariv contó que una pareja de inmigrantes argentinos, Leonardo y Andrea Strakman, que se casaron el jueves, llegaron desde Buenos Aires al aeropuerto Ben Gurión de Tel Aviv, recogieron allí sus cajas con las máscaras antigases y llegaron con ellas puestas al hotel donde esperaban parientes y amigos.

La argentina Housa Strakman, dijo a Maariv que «compré una máscara especialmente para asistir a la boda de mi hijo». En las fiestas de casamiento en los hoteles las cajas del tamaño de cajas de zapatos, con las correas de plástico que sirven para cargarlas, son apiladas en el hall de entrada. Muchos esperan que, cuando pase la alarma, guardárselas de recuerdo. Pero también hay un gran mercado secundario de compraventa de las máscaras.

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