Sergio Kuchevasky, “Kuche” para los amigos, inauguró en las redes sociales “EsKuche”, un espacio con entrevistas, vivencias y conocimiento sobre música clásica. La iniciativa comenzó en homenaje a su papá, David, que trabajó toda su vida en el Teatro Colón y le transmitió el amor por la ópera.
En una entrevista con ItonGadol, Kuche contó la historia de vida de su papá y compartió su idea de hacer al arte y la cultura más accesible para todos.
-¿Quién era David?
-Era un tipo que de muy joven entró a la escuela de teatro del Colón, cuando el Colón tenía escuela con examen de ingreso y se podían elegir distintas posibilidades: arte escénico, música, coro, ballet. Mi papá en ese momento había concursado para el coro y, a mitad de camino, empezó a hacer arte escénico, cosa que le gustaba mucho porque estudiaba ópera y empezaba a entender en qué momentos había que actuar y en qué momentos caminar el escenario. A partir de ahí, empieza todo un camino muy interesante que tiene que ver en cómo quedar en el cuerpo estable, porque el Colón tiene un montón de espacios, pero todas eran contrataciones momentáneas para determinados eventos. Papá tenía 18 años y, al no ser parte del cuerpo permanente, lo convocaban para una ópera y después para la otra quizás no lo llamaban. El coro le sirvió a mi papá para aprender idiomas: latín, inglés, italiano especialmente y un poco de alemán.
-¿En tu familia había alguna relación con el arte?
-Mi papá es el menor de cinco hermanos. Mi tío mayor, Mauricio, nació en Rusia y llegó a la Argentina de muy chico. Tenía todas las cualidades artísticas. Trabajó en Radio Nacional, hacía radioteatro, y después de un tiempo entró por concurso al Teatro Colón. Cuando mi viejo terminó la escuela del Teatro Colón, pero no estaba en el cuerpo estable, habló con su hermano mayor, que era el director de figurantes. Pero el hermano le contestó que tenía que rendir examen como cualquier hijo de buen vecino, porque si no, cualquiera iba a decir que entró por acomodo y no por sus propias cualidades. Finalmente, mi papá rindió y entró al cuerpo estable. Al poco tiempo, su hermano se retiró para trabajar en la FOX. Mi papá hizo un largo camino hasta formar parte elenco estable, y más tarde terminó siendo director de figurantes, el mismo puesto que había ocupado su hermano mayor.
-Adrián Suar, sus hermanos y yo tenemos algo en común: haber dormido entre bambalinas. Noches enteras por tener papás actores. ¿A vos te tocó esto de estar con tu padre, acompañarlo?
-A mí me tocó. Yo lo cuento con gracia porque es lo más sabroso de la historia. Los domingos, el día que yo no tenía colegio, mi papá me llevaba al teatro. Entonces me quedaba desde las 18 de la tarde, que empezaba la primera función, hasta las 22 en el teatro. Al otro día los chicos en el colegio hablaban de River-Boca y yo hablaba de los shows que había visto. Disfruté mucho de ese espacio. Me emociona pensarlo porque no puedo creer lo que me tocó vivir. Papá me presentaba a grandes figuras como Maya Plisétskaya, que había interpretado “La muerte del cisne”, que fue histórico. Vino tres veces a la Argentina y cada vez que venía era tremendo. Tenía las manos muy flaquitas, cuando la agarrabas le tocabas los huesos. Por eso en “La muerte del cisne” realmente parecía un ave que se estaba muriendo. Cuando mi papá me la presentó, nunca me voy a olvidar la impresión de la mano tan flaquita. Hoy estoy dimensionando lo que era estar en un camarín.
-¿Llevaste al Colón a tus hijos o se salteó esto?
-Sí, fuimos. No es algo que abrazaron. Cada uno se inclinó por otra cosa, por el periodismo, por la producción de cine. Pero tuve la suerte de llevar a mi hijo en plena remodelación del teatro y estar en la misma oficina de mi papá. En la oficina de mi papá había un catre que era arte mobiliario de “Aída”. En la ópera los intervalos eran muy grandes, entonces papá a veces se recostaba en ese camastro que era de “Aída”, de Verdi. Fue muy fuerte cuando llevé a mi hijo y recordaba eso.
-¿Cómo era el Colón para vos desde la niñez?
-Lo primero que recuerdo eran los colores, que eran tremendos. Mi papá me dejaba en la parte de atrás del escenario, con un iluminador o con el grupo de figurantes que trabajaban con los cantantes que hacían de esclavos, mendigos, pueblo…Eran óperas que tenían hasta 120 personas en escena. Él me dejaba a un costado, con las mejores ubicaciones, que hoy es impensado cuánto se tendrían que pagar para ver una obra desde ese lugar. Recuerdo los olores, los colores, no me lo olvido nunca… Estar en la escalera que baja del cuarto piso y entra al escenario con todos los soldados romanos, yo con 8 años mirando para arriba a los tipos disfrazados… era un mundo de ensueño. No dimensioné hasta de grande dónde estuve. Papá nació en el 29 y murió en el 2011, con 83 años.
-¿Qué vinculo hay entre tu niñez allí con tu vocación en las redes sociales con la música clásica y ese espacio que denominaste “EsKuche”?
-Es un homenaje a mi viejo, que dedicó su vida al Colón. Y se jubiló en el Colón. También es un homenaje a los amigos de mi viejo que conocí allí. Me tocó subir al escenario hace unos años y que alguien me reconozca y me preguntara si yo era el hijo de David. Esas son cosas muy movilizantes: que recuerden a tu viejo y te hablen bien de él. Y además empezar a contar una vivencia personal. Yo a los 18 años entré al cuerpo de figurantes del teatro Colón, aunque no era planta permanente, y fue espectacular. Eso me fascina.
-¿Y cómo surge “EsKuche”?
-Esto surge a partir de material que tenía en mi casa que era de mi papá. Estoy escribiendo un libro y uno de los temas es la “fiesta de colores”, una caja que encontré con el sello del Teatro Colón, con todas las pinturas para maquillarse para la ópera y un papel adentro con las instrucciones sobre cómo maquillarse para cada una. Encontré también fotos firmadas por los cantantes, dedicadas a mi viejo. Tipos que conocí, pero después cuando empecé a investigar me enamoré. Ahí surgió la idea de empezar a contar todo lo que viví en mi casa.
-También estás haciendo cultura y arte, compartiendo conocimiento con la gente…
-La gente a veces piensa que el arte es para unos pocos. Lo que yo intento es hacer público esto para todo el mundo, hasta al que no le guste la ópera o la música clásica, pero que se entere de pequeñas cosas que son vivencias personales, conocimiento. Hay un libro que se llama “Platea, Cazuela y Paraíso”, que cuenta todas las vivencias en el escenario, y que yo las viví. Haber visto “La muerte del cisne” desde arriba del escenario es impagable. ¿Cómo no lo voy a contar?