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Hatzad Hasheni. El Líbano, un año después de la “revolución”: Sombría realidad y perspectivas poco prometedoras

Por Iton Gadol
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Por Orna Mizrahi, Yoram Schweitzer, Shmuel Even & Tomer Fadlon (INSS)*

Parece ser que las ya generalizadas protestas en el Líbano, que estallaron hace exactamente un año, han fracasado. El Líbano sufre de una crisis cuádruple – económica, política, de salubridad y por los daños causados de la explosión ocurrida en el puerto de Beirut – sin solución a la vista. ¿Qué le depara el futuro a la Tierra de los Cedros y qué debería hacer Israel?

El 17 de octubre, 2020 el Líbano conmemoró el aniversario del estallido de la “Revolución de Octubre” con manifestaciones más pequeñas de aquellas a comienzos de las protestas, que incluyeron a cientos de miles de personas de todas las comunidades. Un año más tarde – un año marcado por una cuádruple crisis en el Líbano: económica, política, de salubridad y la explosión ocurrida en el puerto – parece ser que, al menos hasta el momento, la revolución ha fracasado. Los llamados a reformas y cambios en el sistema político siguen sin tener respuesta y la situación en el país solo ha empeorado, hasta el punto en que el Líbano se ha convertido en un estado fallido. La población desesperada se ve acosada viendo como se intensifican los problemas, mientras que el corrupto liderazgo político ha conservado su poder y se ha mantenido en sus cargos, incluyendo el Primer Ministro Hariri, quien renunció al comienzo de la revolución, pero que recientemente fue reelegido para formar un nuevo gobierno; su promesa de impulsar una reforma basada en los lineamientos de la “iniciativa francesa” aún no se ha materializado. Por lo tanto, el cambio en el Líbano se sigue viendo muy lejos en el horizonte. Por su parte, Israel haría bien en contribuir, aunque sólo sea indirectamente, a los esfuerzos por parte de Occidente de estabilizar a su vecino del norte reduciendo la influencia de Hezbollah y neutralizando los riesgos que este plantea para Israel, el Líbano y para toda la región.

La “revolución” en el Líbano estalló espontáneamente en octubre del 2019 como una simple “protesta WhatsApp”, tras la imposición de nuevos impuestos por parte del gobierno a la aplicación de mensajería. Estas protestas se extendieron por todo el Líbano, exigiendo un cambio en el ordenamiento político sectario definido en el Acuerdo de Taif (1989) y el reemplazo de todo el liderazgo corrupto con la esperanza de un mejoramiento en las condiciones de vida. Estas protestas continuaron en oleadas durante todo el año, pero evolucionaron desde manifestaciones con muchos participantes al comienzo, que nos recuerdan una celebración nacional similar a un carnaval, a manifestaciones mucho más pequeñas, debido en parte al brote del coronavirus – pero mucho más violentas. Las protestas no han logrado generar cambios en lo absoluto y reflejan una creciente desesperación popular.

La crisis económica

La pandemia del Covid-19, que llegó al Líbano en marzo y desde ese entonces ha provocado una nueva ola de contagios y hacinamiento en los hospitales, ha exacerbado la difícil situación económica del país. La crisis económica que se apoderó del Líbano en los últimos años, agravada por la parálisis política del país, la corrupción y la situación en Siria (incluyendo el problema de los refugiados), se han agravado aún más. Anteriormente, el Líbano no pudo pagar un préstamo de $30 billones a la Unión Europea. La libra libanesa se negocia a niveles de 7.000 a 8.000 libras por dólar estadounidense (mientras que el tipo de cambio oficial es de 1.500 libras por dólar) y el desempleo se estima oscila entre el 30 y el 60%. La disminución de las transferencias de dinero de los expatriados libaneses a su país de origen y la disminución de los ingresos en el área del turismo han reducido los ingresos en divisas. El sistema bancario, siendo este un elemento principal de la economía libanesa, también se vio afectado negativamente en el año 2019 y se espera muestre pérdidas muy marcadas también en el 2020. Como resultado de la pandemia y los encierros, ha habido una nueva desaceleración en las actividades económicas. Cientos de empresas han colapsado y el desempleo y la pobreza se incrementaron. De hecho, la hambruna y la desesperación entre los residentes libaneses han superado las preocupaciones por los contagios y las manifestaciones callejeras han continuado casi a diario, incluso durante la actual segunda y mayormente grave ola de la pandemia.

Los problemas económicos del Líbano se ven agravados debido a los daños causados ​​por la devastadora explosión ocurrida en Beirut en agosto, 2020 que, además de cobrar cerca de 200 muertos y miles de heridos, dejó a unas 300.000 personas sin hogar junto a una destrucción generalizada. Según el gobernador de Beirut, una evaluación inicial sitúa el costo de reparaciones al daño directo causado por la explosión entre $3 y 5 billones; los costos indirectos y a largo plazo pudieran alcanzar la cifra de $10-15 billones. Según un pronóstico de la Unidad de Inteligencia del semanario The Economist (octubre, 2020), se espera que el PIB del Líbano caiga aproximadamente un 20% en el 2020 y también se espera que el año 2021 sea un año muy difícil para la economía. Si bien el desastre del puerto estimuló la disposición en Occidente de ayudar en su reconstrucción, dicha asistencia seguirá dependiendo de reformas profundas en el espíritu de las demandas exigidas por los manifestantes. Las negociaciones entre el Líbano e Israel sobre la demarcación de la frontera marítima son un punto brillante muy singular dado el potencial económico de los campos marítimos de gas. Sin embargo, estas negociaciones aún avanzan lentamente, si es de hecho así y en cualquier caso, los beneficios provenientes del gas natural se esperan sólo en un futuro mucho más lejano.

La crisis económica también afecta a Hezbollah, que a su vez sufre de limitaciones presupuestarias. La reducción a la asistencia financiera por parte de Irán ha aumentado la motivación de la organización para mantener su control sobre los ministerios gubernamentales con importancia económica (tales como el Ministerio de Sanidad y su gigantesco presupuesto y el Ministerio de Finanzas), a fin de incrementar su poder, controlar los recursos nacionales y desviar recursos hacia sus seguidores y partidarios. Al mismo tiempo, el control de Hezbollah a los puestos clave y la preocupación de que esto determinará la asignación de paquetes de asistencia – (por ejemplo, qué proyectos civiles son financiados y qué contratistas son elegidos para dichos proyectos) – puede disuadir a las empresas en Occidente de realizar actividades en el Líbano por motivos de preocupación a una reacción negativa por parte de los estadounidenses.

Parálisis política

Las ya generalizadas manifestaciones condujeron a la renuncia del gobierno de Saad Hariri el 29 de octubre, 2019. Sin embargo, un año después, Hariri regresa exactamente al mismo cargo que ocupó en la escena política. La élite no estaba dispuesta a acceder a las demandas de los manifestantes de reemplazar el escalafón del liderazgo con tecnócratas profesionales que no estuviesen contaminados por la corrupción y a las demandas dictadas por del Fondo Monetario Internacional (FMI) para que realicen reformas profundas antes de brindarle asistencia económica. La disputa resultante por ocupar cargos gubernamentales de hecho paralizó al gobierno. En la práctica, toda propuesta que pudo haber erosionado los activos financieros y políticos de la élite fue rechazada. Hezbollah, que busca mantener el estatus quo para asegurar su condición privilegiado y su influencia en la toma de decisiones logró, junto a sus partidarios políticos, promover a finales de diciembre del 2019 la formación de un gobierno títere liderado por Hassan Diab, aparentemente integrado por tecnócratas. Este gobierno fracasó en sus negociaciones con el FMI y en avanzar los cambios y las esperanzas de disipar la ira generalizada se desvanecieron. Las protestas continuaron y en enero del 2020 estas se tornaron más violentas. El gobierno renunció el 10 de agosto, luego de la ira pública mostrada por el desastre en el puerto de Beirut seis días antes y ante el agravamiento de la crisis económica-política-sanitaria. En su renuncia, Diab culpó a los políticos corruptos que le impidieron poder avanzar en el logro de algún cambio y dijo: “Hemos descubierto que la corrupción es mayor que el propio estado”.

El siguiente intento de formar un nuevo gobierno, liderado por el embajador libanés en Alemania Mustafa Adib, también fue derrotado por el “par chiita” – Hezbollah y el partido Amal, que insistió en recibir la cartera financiera e influir en la composición del resto del gobierno. En un discurso dado el 21 de octubre, la desesperación del Presidente Aoun fue notoria, culpando a los políticos corruptos. A falta de otro candidato apropiado, el único acuerdo que se logró alcanzar (22 de octubre) fue ordenar nuevamente a Sa’ad al-Hariri la formación de un nuevo gobierno, en total violación de las demandas populares. Los manifestantes exigieron reemplazar a todo el liderazgo; en cambio, este permanece intacto.

El acuerdo para el comienzo de negociaciones con Israel dentro de las fronteras marítimas (14 de octubre) refleja igualmente la profundidad angustiosa de todas las entidades políticas en el Líbano, incluyendo a Hezbollah, que en contraste a su prolongado rechazo a las negociaciones acordó las conversaciones. Sin embargo, a pesar de su angustia, bajo presiones internas y externas, la organización sigue siendo un elemento clave entre bastidores en las negociaciones, ya que posee la capacidad de influir cualquier acción que no se adapte a sus intereses. Se espera que Hezbollah se asegure de que las negociaciones no se desvíen de su propósito específico y se conviertan en una plataforma para realizar contactos políticos con Israel. Paralelamente, este tiene mucho cuidado en mantener tensiones en el área de seguridad con Israel, manteniendo su promesa de vengarse por la muerte de un agente de Hezbollah ocurrido durante un ataque israelí en Siria el pasado mes de julio. Esto es parte de su política de establecer una ecuación ampliada de disuasión respecto a Israel, por el cual atacará a soldados israelíes en represalia por los ataques a sus agentes tanto en Siria como en el Líbano. En esta etapa, parece ser que la organización se encuentra a la espera del momento apropiado desde su punto de vista para darse cuenta de su amenaza, un paso que puede amplificar la confrontación. Una acción militar también pudiera verse como un esfuerzo por desviar la atención de su fracaso para ayudar a resolver la crisis en el Líbano.

Posibles escenarios futuros

Aunque es muy difícil prever desarrollos futuros, existen cuatro escenarios principales para el Líbano:

1.Lo que antes fue es lo que será: Una continuación de la situación existente sin muchos cambios significativos, que luego de un período prolongado pudiera muy bien conducir a cualquiera de los otros escenarios.
2.Cambio gradual para mejor: Un escenario positivo, que ve una mejora gradual en la realidad del Líbano. Esto incluye la formación de un gobierno tecnocrático en funcionamiento liderado por Hariri y el avance gradual de reformas y la transferencia de una ayuda prestada por Occidente.
3.Un asalto al poder por Hezbollah, si intuye que para mantener su estatus y activos, debe apoderarse del estado. El grado de oposición por parte de otras fuerzas determinará el alcance de cualquier enfrentamiento militar interno resultante.
4.Guerra civil y caos: El estallido de otra guerra civil luego del uso de tácticas ofensivas por Hezbollah o debido a la expansión de eventos violentos iniciados por otros, sin que ninguna de las potencias logre salir airoso en tomar el control del país.

Recomendaciones para Israel

1.Respecto al Líbano: El punto de partida de Israel debe ser su interés en el Líbano como país estable con un sistema apropiado en funcionamiento, sin influencias de Hezbollah. Por lo tanto, Israel debería apoyar el que Occidente provea asistencia al Líbano, esforzándose en establecer límites que impidan cualquier toma de control o integración de Hezbollah dentro del sistema libanés.
2.Respecto a Hezbollah: Israel debe persistir en su lucha cognitiva-militar-política con el propósito de debilitar a la organización como la fuerza dominante en el Líbano que mantiene una milicia militar independiente, enfatizando prevenir el continuo empoderamiento de la organización. En particular, los esfuerzos por parte de Hezbollah para construir un arsenal de misiles guiados a precisión y el atrincheramiento de la infraestructura de Hezbollah en los Altos del Golán deben ser evitados a toda costa. En la arena internacional, Israel debería trabajar para lograr el continuo aislamiento político de Hezbollah y su definición como organización terrorista internacional, ayudar a exponer y frustrar sus intenciones de llevar a cabo ataques terroristas en el extranjero y resaltar los peligros al Líbano, a Israel y para la región por las actividades militares de la organización a lo largo y ancho de la frontera con Israel.

* Orna Mizrahi es investigadora sénior – Yoram Schweitzer es compañero investigador sénior principal, jefe del Programa sobre Terrorismo y Conflicto de Baja Intensidad –

Shmuel Even es compañero investigador sénior – Tomer Fadlon es compañero investigador

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