Itongadol.- Conversación con el Prof. Roni Strier.
“A la más leve agitación de esperanza”
Escuela de Trabajo Social. Director del Centro Interdisciplinario para el Estudio de Pobreza y Exclusión Social.
“Y, de hecho, se podría decir que una vez que la más leve agitación de esperanza se hizo posible, se acabó el dominio de la peste”.
La Peste, Albert Camus.
La epidemia está en marcha en Israel y en el mundo. A su paso se va cobrando un alto precio humano, social y económico. Millones de familias mantienen la cuarentena en sus hogares. Otros, menos privilegiados, buscan lugares seguros para evitar el contagio de sus familias y niños. Cientos de miles de personas están infectadas y decenas de miles de personas han muerto a causa de ella.
La epidemia es cruel y debe combatirse. Pero al final pasará y dejará su huella en lo que está por venir. Históricamente, las crisis globales de esta magnitud le han dado a la humanidad la oportunidad de examinar profundamente las certezas y los valores que dieron, en tiempos ordinarios, significado y sentido de orden.
Ellas se tornaron un terreno fértil para cambios paradigmáticos de largo plazo. Si bien aún es demasiado pronto para predecir cómo será el futuro, ya es posible discutir la validez de algunas de las verdades que legitimaron los sistemas sociales y económicos de nuestras sociedades y examinar la vigencia de estos preceptos frente a la lucha contra la epidemia.
Hegemonía de libre mercado
Dejar que el mercado funcione.
El régimen político y económico neoliberal que prevalece en el mundo y en Israel en las últimas décadas ha resaltado la importancia del libre mercado. Este discurso hegemónico le ha dado al mercado un estatus superior, que va mucho más allá de los límites de lo económico. Este pilar discursivo promovió la mercantilización de la vida social y se la convirtió en una verdad dominante e indiscutible. Según este concepto, el rol del estado es promover el libre mercado eliminando restricciones disruptivas como los derechos laborales, la organización de los trabajadores y toda legislación reguladora del mismo. El poder del mercado es visto como liberador. Solo las condiciones del libre mercado tienen el poder de liberar las capacidades humanas inherentes a la iniciativa empresarial de los individuos. El representa la oportunidad individual de las personas de asumir la responsabilidad por sí mismas.
La glorificación de la empresa privada ha tenido un propósito estratégico muy importante: dar un alto valor simbólico a la iniciativa privada de grandes corporaciones cuyos capitales son inconmensurables.
¿Cómo responde esta verdad al desafío de la infección? ¿Cuál sería su contribución a la lucha contra la epidemia? ¿Cuáles son las respuestas que nos ofrece el mercado libre durante estos tiempos? ¿Cómo reacciona el mercado laboral? ¿Cómo ayudan los mercados de valores a combatir al coronavirus? ¿Dónde fueron a parar repentinamente los inversores, las corporaciones, los jugadores clave del mercado? ¿A dónde escaparon? ¿Por qué no los escuchamos? ¿Hacia dónde se dirigen estas fuerzas del mercado ahora? ¿A qué intereses están sirviendo ahora? ¿Quién disfruta actualmente de las leyes de libre mercado? ¿Por qué los estados de repente se ven obligados a salvar los mercados?
Esta epidemia ha desenmascarado el carácter discursivo del concepto “Libre Mercado”. De repente entendemos que el término no es más que una imagen, una idea, una metáfora, una ficción destinada a servir a un interés específico.
Reducir el estado.
El dominio de la economía de libre mercado creó la necesidad de minimizar al estado. Reducir el tamaño del estado fue el paso necesario para proporcionar dimensión al factor más importante del nuevo sistema: la iniciativa privada. La glorificación de la iniciativa privada requirió la reducción del estado como órgano de gobierno y regulación. En muchas áreas, el estado ha renunciado a sus funciones más primordiales convirtiéndose en una presencia distraída en beneficio de la creación de espacios no controlados para la iniciativa privada. Además, al tiempo que glorifica a la empresa privada alimenta una campaña basada en atribuir propiedades morales negativas al Estado como plataforma para la iniciativa pública. Este proceso se llevó a cabo mediante la venta de los activos y recursos nacionales. Muchos países del mundo, incluido Israel, han transferido muchos activos y recursos nacionales estratégicos a manos privadas, a veces por precios ridículamente bajos. Y eso, en nombre de buscar reducir el gasto público. La reducción de la participación estatal requiere la erosión deliberada de su legitimidad y el debilitamiento de sus instituciones. El estado ya no era un símbolo de razón, una manifestación del interés público general o un signo de soberanía. En el reservorio del imaginario social, concebido y gobernado por muchos regímenes neoliberales que actualmente gestiona la lucha global contra el coronavirus, el estado se presenta como una entidad arcaica, de peso pesado, derrochador e ineficiente. En tanto, con esta imagen diluida, el mercado libre se presenta como joven, fresco, confiable, ágil y, sobre todo, eficiente. En la ecuación neoliberal, la fortaleza del mercado es inversamente proporcional al tamaño del estado. Las políticas sociales neoliberales han defendido incansablemente la reducción de las políticas sociales que el estado representa.
De esa forma el estado ha perdido la capacidad proactiva de su centralidad y se ha convertido voluntariamente en otro jugador, a veces un agente secundario en el ámbito social.
El virus nos exige confrontar a aquellos actores que prosperaron con ideologías tóxicas que llevaron a esta erosión tan peligrosa de las capacidades estatales. A estas voces que buscan desmantelar sistemáticamente el estado les resultará difícil explicar por qué la racionalidad neoliberal de las fuerzas del libre mercado no lograron llevar a cabo políticas nacionales de salud, sociales y de bienestar coordinadas y responsables ante tales emergencias.
¿Cómo enfrenta el estado debilitado hoy los desafíos epidémicos en Israel, Europa, Estados Unidos? Claramente mal. Son estados debilitado por la reducción de recursos y deliberadamente debilitado en términos de confianza pública no puede responder frente a la magnitud de esta crisis. Los países que enfrentan la epidemia ahora encuentran sistemas estatales estructuralmente maltratados y desmantelados. El virus, astutamente, no deja de aprovecharse de la debilidad del estado, creando confusión y exponiendo su fragmentación y desmembramiento.
Servicio público
¿Cuál fue la estrategia principal del neoliberalismo para glorificar el poder del libre mercado y subordinar el estado al régimen neoliberal? La estrategia sostenida y duradera de dañar y mutilar el servicio público.
Este proceso se logró mediante cuatro practicas principales: Privatización masiva de servicios, empeoramiento de las condiciones de trabajo, decaimiento de las instalaciones públicas y el desgaste del servicio por sobrecarga. No hay necesidad de ilustrar a ninguno de ellos. Solo hace falta ingresar a cualquier hospital público, a alguna sala de emergencias, a algún departamento de asistencia social para percibir esas prácticas.
¿Cómo funciona la premisa de la reducción y el agotamiento del servicio publico frente a los desafíos del virus Corona? Qué tipo de servicio público encuentra hoy la epidemia? Sin duda alguna, un servicio público debilitado, dañado y hasta desvalijado. Sin embargo, quien se posiciona en el frente de combate a la epidemia? Quien ocupa los más expuestos puestos de combate. Los líderes nacionales que aparecen en las redes de televisión para aportar soluciones a las naciones? ¿Los magnates económicos icónicos? Sin duda alguna, los que están defendiendo hoy a la humanidad son los médicos, los internos, las enfermeras, los trabajadores de laboratorio, los trabajadores sociales, los maestros, los agentes de seguridad y otros servidores públicos golpeados, vilipendiados, maltratados en las últimas décadas.
Erosión de los derechos sociales
Uno de los medios más comunes para erosionar el estado del bienestar fue la promoción de reformas de los sistemas de beneficios sociales. En los distintos países estas reformas fueron tomando un cariz diferente. Pero fundamentalmente, existía una presunción compartida de que el mundo del “bienestar social” tal como lo “conocemos” terminaría, como dijo Bill Clinton en 2006 cuando condujo a la reforma conocida como “workfare” o sea condicionar los derechos sociales a la participación en el mercado laboral, otra de las mantras conocidas del neoliberalismo. La negación de los derechos sociales es el emblema del nuevo régimen social. Las redes de seguridad social se convirtieron en organismos de control y disciplina. Este proceso se justificó a través de la difusión y la posterior internalización de la imagen de los beneficiarios a la asistencia pública como parásitos, indignos, haraganes que huyen del trabajo. El endurecimiento de los criterios para el acceso a derechos sociales, esencia de las reformas asistenciales, ayudó en muchos países a reducir drásticamente el número de beneficiarios y generar una reserva de fuerza laboral barata para un mercado laboral abusivo, de bajos salarios y en su mayor parte sin los mínimos beneficios laborales. Esas reformas profundizaron las brechas sociales y expusieron a las poblaciones más vulnerables a condiciones de vida miserables.
¿Cuál es la validez de esta premisa frente al desafío de la epidemia? Nula.
Ahora más que nunca, tanto Israel como el mundo necesitan un sistema de seguridad social capaz de garantizar condiciones de vida adecuadas, dignas incluso en tiempos de crisis severa.
La esperanza
Como se mencionó antes, las crisis mundiales siempre han sido una oportunidad para el nacimiento de nuevas esperanzas. Esta crisis nos devuelve la comprensión de la centralidad e importancia del estado, la necesidad de un servicio público sólido y orgulloso y de una red de seguridad social integral y generosa de derechos sociales para asegurar el bienestar de nuestras sociedades. Esta crisis tendrá que generar las fuerzas y movimientos sociales a nivel nacional e internacional que trabajarán conjuntamente para restaurar el prestigio, el estatus y los recursos cercenados a los servicios públicos. La crisis expone las limitaciones del aislamiento nacionalista que caracteriza a la época y deja claro la vigencia de las organizaciones internacionales que se preocupan por la salud y el bienestar de la humanidad y del planeta. Ante el segregacionista discurso neoliberal que alentó muros de separación, el virus reveló la necesidad de diálogo regional y global y de la promoción de política sociales solidarias que superen las diferencias nacionales, étnicas, religiosas, de género y de clases. El virus, el coronavirus, ha herido letalmente los fundamentos ideológicos del régimen neoliberal uno por uno y ha sembrado las semillas de la esperanza para el cambio, ha creado la necesidad de la acción, a acercado la hora de los grandes movimientos de transformación social . Como dijo Albert Camus “una vez que se hizo posible la más leve agitación de la esperanza, se terminó el dominio de la peste”.