La sociedad israelí se encuentra frente a la realización del plan de desconexión.
Si no ocurriera un cambio dramático en el sensible escenario de Medio Oriente, Tzahal comenzará de inmediato a desalojar los emprendimientos civiles del corredor de Gaza y Gush Katif, y algunos emprendimientos del norte de Cisjordania. Durante un largo y prolongado tiempo, la idea de retirarse de los establecimientos civiles en las tierras retenidas desde la Guerra de los Seis Días correspondía a una pequeña parte de la población israelí. Pero el complicado cuadro demográfico de la sociedad israelí y su balance frente a la población musulmana de Israel, al de los palestinos y al de los países limítrofes, agregando el condimento de una Alia menor a las necesidades, dan como resultado una nueva tendencia, que desembocó en este Plan de Desconexión.
La realización de este plan coloca a la sociedad israelí en una gran encrucijada.
Gran parte de los que apoyan el Plan, que hoy son mayoría, sienten a la vez estar en falta frente a los directamentes afectados por esta realidad: los colonos movilizados o transportados de sus casas, campos, industrias, comercios, escuelas, sociedades organizadas, cultura, etc. La sociedad israelí que se construyó bajo los pilares de la construcción del nuevo Estado, hoy se ve afectada por procesos de desintegracion y desunión que alteran los sensibles tejidos del común denominador de la vida en Israel.
Sin perder de vista que también tenemos como objetivo estratégico a largo plazo finalizar el conflicto con los palestinos, esta separación otorgará a la sociedad israelí la posibilidad de fortalecer la vida judía con contenidos judíos, y sobre todo favorecer el balance demográfico de Israel como Estado judío de por vida.
Aquellos que no apoyan el Plan de Desconexión advierten acerca de los futuros peligros. Sostienen que el mundo árabe (y la opinión internacional) interpretará la retirada unilateral como «la victoria de la intifada y del Hamas».
La lucha por las ideas genera en Israel un enfrentamiento social. El llamamiento de los opositores a la desconexión a los soldados israelíes «que tengan moral y conciencia judía» a desobedecer las órdenes de «desalojar a judíos de sus tierras» pretende hacer ingresar dentro de las filas de Tzahal la discusión política. Esto, sin duda, atenta contra uno de los baluartes de la unidad nacional.
La desconexión creó una nueva cultura, con obras en la literatura hebrea, en la música, en la plástica, con exponentes en favor y en contra. Sin duda, este es un proceso que dejará sus huellas en la sociedad israelí e influenciará en la diáspora.
Israel se encuentra teñida de colores: naranja para aquellos que se oponen al Plan de Desconexión y azul para quienes lo apoyan. Pero lo mas importante en estos momentos es recordar que una sola bandera nos auna a todos. Todos somos un mismo pueblo.