Itongadol.- Charlie Hebdo. Bataclan. Nombres desconocidos para la mayoría de los uruguayos hasta hace muy poco. Niza, Tel Aviv, Berlin, camiones que atropellan decenas de civiles. Masacre de Orlando, atentado en el Aeropuerto de Estambul… Paysandú, Uruguay. Suena doloroso leerlo así, pero hoy se cumple un año del asesinato de David Fremd, quien fue apuñalado por el simple hecho de ser judío. Por primera vez le vimos la cara al terrorismo, cuando se llevó la vida de un padre, esposo, trabajador, alguien que era muy querido por su familia y sus conciudadanos. Aunque resulte increíble, nuestro país se sumo a esta trágica lista que parece interminable, y que en los últimos años creció casi exponencialmente. ¿Qué le está ocurriendo al mundo que estas situaciones nos resultan cada vez más familiares? Junto con Argentina, somos el otro país sudamericano víctima del terror (recordemos los atentados a la Embajada de Israel y la AMIA).
Al-qaeda, Estado Islámico, Hamas… Nombres que deberían resultarnos lejanos. ¿Qué le está ocurriendo al mundo que estas organizaciones nos resultan cada vez más familiares?
La intolerancia, el odio, la violencia y el resentimiento son los cuatro elementos de los grupos minoritarios que buscan llenar de terror nuestras vidas. El terrorismo fue encontrando nuevas formas de reclutar, entrenar, operar, y llevar adelante sus planes. No son casos aislados, no hay lobos solitarios. No nos confundamos. Forma parte de su modus operandi actual. La economía, las comunicaciones se globalizaron y el terrorismo también, usando Internet como medio para reclutar y envenenar nuestra sociedad.
“Pero que el siglo veinte es un despliegue de maldad insolente ya no hay quien lo niegue” dice en el tango Cambalache. ¿Qué diría Discépolo si viese este siglo? ¿Qué le está ocurriendo al mundo en el siglo veintiuno? Si la historia la escriben los que ganan, espero que mis nietos escuchen un tango que diga que se multiplicaron quienes trabajaron por un mundo de paz, que no se quedaron indiferentes, que el respeto y el amor fueron el medio para alcanzar la convivencia. Luego del asesinato de David Fremd la sociedad uruguaya demostró que no está dispuesta a aceptar actos de intolerancia, salió a la calle y manifestó que desea un futuro de paz. La tradición judía nos enseña que venimos al mundo con un propósito: tikún olam (reparar el mundo), trabajar por la justicia social en pos de paz y fraternidad. Es nuestro deber empezar hoy a escribir ese tango: gobierno, empresas, sociedad civil, generando acciones concretas para que esta clase de hechos no se vivan más y esperando que David y su familia tengan la justicia que se merecen.
Saúl Gilvich
Secretario General del Congreso Judío Latinoamericano.