Itongadol/AJN.- El 6 de mayo, el presidente estadounidense Donald Trump se presentó ante la prensa y anunció lo que en aquel momento pareció trascendental: Estados Unidos dejaría de bombardear las posiciones hutíes respaldadas por Irán en Yemen.
La razón, según explicó, era que los hutíes habían acordado cesar sus ataques contra buques estadounidenses en el Mar Rojo.
La noticia resonó desde Washington hasta Mascate, donde el Sultanato de Omán confirmó haber desempeñado el papel de mediador en este acuerdo silencioso.
Por un momento, pareció que los yemeníes de este país devastado por la guerra habían encontrado un breve respiro para recuperar el aliento.
Sin embargo, al día siguiente, el jefe negociador de los hutíes, Mohammed Abdel Salam, confirmó a Reuters que «el acuerdo no incluye a Israel en absoluto, ni en la forma ni en el contenido».
Añadió además: «Mientras Estados Unidos se comprometa realmente a detener los ataques, nosotros también, dado que estábamos en una posición defensiva, detendremos nuestros ataques».
Detrás de este cambio de postura de los hutíes se esconde una historia más profunda. «Se trata de una historia de intensa presión militar, indicios de retirada iraní y el temor de los hutíes de permanecer en el punto de mira de los cambios regionales», declaró David des Roches, experto militar y profesor de la Universidad de Defensa Nacional.
Tras el acuerdo de alto el fuego, los hutíes ya no podrán atacar buques en el Mar Rojo ni lanzar misiles contra Israel. «Porque entendieron que si los iraníes entablan conversaciones directas con Estados Unidos, podrían encontrarse en una situación embarazosa», indicó.
¿Seremos pronto testigos de la amputación del último brazo del régimen iraní, la organización Houthi Ansar Allah, tras la eliminación de Hamás, el colapso del Hezbollah libanés y la caída del régimen de Bashar al-Assad?