AJN/Itongadol.- Se ha visto a esquiadores y personas que se tiran en trineos por toboganes en el monumento del campo de concentración de Buchenwald, algunos dejando huellas en las tumbas, informó el jueves el sitio de noticias alemán Der Spiegel.
El personal del monumento ha aumentado la seguridad y ha pedido a los lugareños que muestren respeto y se abstengan de practicar deportes en el sitio del campamento, según el sitio alemán RTL.
Jens-Christian Wagner, director de la fundación Memorial Buchenwald y Mittelbau-Dora, dijo que el estacionamiento del sitio ha estado completamente lleno, no con autos de visitantes al monumento sino con autos de atletas de invierno. Si bien expresó que es comprensible que la pandemia de coronavirus y las regulaciones consiguientes hayan hecho que muchos estén desesperados por realizar actividades al aire libre, Wagner pidió que los visitantes en el área se abstengan de perturbar la paz y faltarle el respeto al área, según Der Spiegel.
Unas 56.000 personas fueron asesinadas en Buchenwald y su instalación satélite Dora antes de que fueran liberados por soldados estadounidenses en abril de 1945.
A raíz del aislamiento por el coronavirus vigente en toda Alemania, las autoridades del estado de Turingia cancelaron los eventos de conmemoración del 75° aniversario de la llegada del ejército estadounidense al campo de exterminio de Buchenwald.
Solo se permitió que los empleados del museo colocaran coronas en el memorial, el sábado.
Además, las autoridades publicaron la «Declaración de Turingia», de condena al auge del nacionalismo de extrema derecha y el neonazismo en el país.
«Sabemos y apreciamos seriamente que Alemania no se liberó del nacionalsocialismo por sus propios esfuerzos, que una gran cantidad de crímenes quedaron sin castigo y que demasiados perpetradores y criminales pudieron continuar con sus vidas después de 1945 como si nada hubiera pasado», afirmaron.
La declaración fue firmada por el primer ministro estatal, Bodo Ramelow; el titular del memorial de Buchenwald, Volkhard Knigge; y los sobrevivientes del campo Ivan Ivanji, Eva Fahidi-Pusztei y Naftali Fürst, entre otros.
«El radicalismo de derecha y el autoritarismo están en aumento, al igual que una forma de populismo envalentonada por un complejo de superioridad racialmente motivado: el nacionalismo», dijeron.
«El racismo y el antisemitismo se propagan abiertamente y han llevado a actos de violencia en Alemania que habrían sido inconcebibles incluso hace varios años», señala el documento.
«Los venenos destructivos de ayer otra vez se promocionan como un remedio universal para los males de la sociedad», finalizó.
Buchenwald, al igual que Dachau y Sachsenhausen, fue el destino de muchos de los judíos arrestados durante el pogrom nazi del 9 de noviembre de 1938.
Durante ese trágico episodio, las milicias paramilitares nazis -muchos de cuyos miembros estaban vestidos de cvil- de las Schutzstaffel (SS) y las Sturmabteilung (SA) asesinaron a unos 400 ciudadanos judíos, confinaron a otros 30.000 en esos campos de concentración de y destruyeron unos 8.000 comercios de su propiedad en Alemania, la Austria ya anexada y la zona de los Sudestes de la entonces Checoslovaquia, recientemente ocupada.
Además, atacaron 1.574 sinagogas alemanas -prácticamente todas- y la mayor parte de las 94 de Viena, y muchos cementerios.
El gobierno nazi anunció que se había tratado de una reacción espontánea al asesinato de Ernst vom Rath, un oficial de la embajada alemana en París, por parte del joven polaco de 17 años Herschel Grynszpan, tras la expulsión de tierras germanas de miles de judíos de esa nacionalidad.
El ministro de Propaganda, Joseph Goebbels, acusó al “judaísmo mundial” y anunció que las manifestaciones no serían obstaculizadas.
Luego de lo sucedido, el jefe de la Policía de Seguridad (Sicherheitspolizei), Reinhard Heydrich, envió un telegrama urgente a las oficinas centrales y estaciones locales de la Policía Estatal y a los líderes de las SA con instrucciones específicas: los alborotadores “espontáneos” no podían dañar a personas o propiedad no judía, ni agredir a extranjeros -incluso judíos- y debían sacar y transferir al Servicio de Seguridad (Sicherheitsdienst) los archivos de las sinagogas antes de destrozarlas.
Las órdenes también indicaban que los oficiales de la Policía debían arrestar a la mayor cantidad de judíos, preferentemente hombres jóvenes y sanos.
El gobierno alemán declaró que los judíos eran culpables del pogrom, le impuso una multa de mil millones de reichsmark a la comunidad judía y confiscó las indemnizaciones de las compañías de seguro.
En las semanas siguientes, promulgó docenas de leyes y decretos destinados a privar a los judíos de sus propiedades y medios de vida, que con el tiempo se agravaron y derivaron en la Shoá.