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Itongadol/AJN.- La semana pasada Anya Ponimonsky de Kiryat Bialik, Israel, de 77 años, abrió su buzón de correo y se sorprendió al encontrar fotos de estudiantes polacos arreglando el cementerio judío del pequeño pueblo en el que creció. Ella no podía creerlo. Con lágrimas llamó a su esposo Marek y le dijo: “Cumplieron su promesa”. Su abuela y tía fueron enterradas allí junto a otros 21 judíos que fueron asesinados por los nazis en una masacre cruel, tras la cual ella huyó.
La historia comenzó aproximadamente hace seis semanas cuando un grupo de adolescentes de Polonia visitó Kiryat Bialik. Ponimonsky se paró frente a ellos y les contó la historia de sobrevivir a un gueto en su pueblo de origen, Radomsko. Al final habló con dolor del cementerio judío de allí, el cual había quedado descuidado, lo cual hacía casi imposible identificar las lápidas. Los estudiantes quedaron profundamente conmovidos por su historia y prometieron que se ocuparían del él cuando volviesen a su hogar.
Durante todos sus años en Israel, Ponimonsky nunca había hablado de lo que le había pasado durante el Holocausto. Ella hizo aliá hace 54 años, trabajó como partera y enfermera, conoció a su esposo, se casó, tuvo dos hijos que le dieron nietos y se retiró hace 17 años. Recién a sus 66 años comenzó a abrirse sobre lo que había atravesado y compartió su experiencia con su familia.
“Cuando me paré frente a los alumnos tenía una sensación de misión, poder y adrenalina. Hablé continuamente, sin parar. Era importante que entendieran que podría pasar hoy en día, que personas interesadas en cultura, teatro y conciertos pueden convertirse en asesinos de un día al otro”, remarcó.