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Fundación Judaica. 50º aniversario de Nostra Aetate en Templo Libertad

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Itongadol.- El homenaje, que fue organizado por la Embajada de Israel en Argentina y la Nunciatura Apostólica en el Templo de Libertad, contó con la presencia de diplomáticos de las embajadas de Checoslavaquia, Francia, Italia e Israel, el Nuncio Apostólico, Emir Paul Tscherring, los rabinos Sergio Bergman, Simón Moguilevsky y Abraham Skorka, y el representante de América Latina del Centro Simón Wiesenthal, Ariel Gelblung, entre otros.

El acto comenzó con las palabras del Rabino Moguilevsky, quien señaló que el hecho de que este encuentro interreligioso se realice en el Templo de Libertad “es un acto de justicia”, ya que hace 50 años atrás rabinos y padres hicieron lo imposible para lograr una unión entre las dos religiones luego de que se haya derramado mucha sangre. A continuación, el Nuncio Apostólico, Emir Paul Tscherring, compartió con el público presente parte del documento votado en el Vaticano por el Concilio Vaticano II para que las religiones cristianas y judías comiencen un proceso de paz y encuentro, que hoy en Argentina, se vive plenamente a diferencia de otros países en dónde el odio religioso continua.

A su turno, el rabino Abraham Skorka, de la Comunidad Benei Tikvá, recalcó “la firma de un documento que, sin lugar a dudas, marcó un punto de inflexión en las relaciones entre la Iglesia Católica Apostólica Romana y, muy especialmente, los judíos”, cuyo capítulo cuarto afirma “de una forma contundente, que de ninguna manera se puede volver a acusar al pueblo judío de deicida, que eso que tantas veces se utilizó es una aberración histórica y moral, que todo aquel que se manifieste con hostilidad por razones religiosas contra el pueblo judío debe ser calificado como un antisemita y que serlo es un pecado”.
La penúltima oradora del acto fue la embajadora israelí, Dorit Shavit, quien señaló: “Está ceremonia es para celebrar la conciliación entre cristianos y judíos”, y agregó: “Este documento tiene una conclusión clara de que se cree una agenda común universal entre cristianos y judíos”.

El acto oficial fue cerrado por el diputado rabino Sergio Bergman, quien expresó "Dentro de 50 años me gustaría festejar el aniversario de un documento de todos los hijos de la casa de Abraham que incluya una reparación al islam, que nada tiene que ver con el fundamentalismo, porque solamente a través de esa construcción podremos rever lo que padecemos hoy”.

“Para nosotros sería simplemente una fiesta si no fuera por la coincidencia trágica del tiempo que vuelve a replicarse en estos días, entonces tenemos esta amargura y la necesidad de darle nuestras condolencias a Francia”, pero “no podemos olvidarnos de que en la Argentina hubo un anticipo de esta nueva forma de guerra, el terrorismo, por el cual el odio fundamentalista arrasa a civiles, como en la Embajada de Israel y la AMIA, algo a lo que no podemos acostumbrarnos”, advirtió.

Pero “tenemos una deuda pendiente y no le podemos demandar a otro que se haga cargo de sus fundamentalistas si no lo hacemos con los propios porque la paz tiene que ver con eso”, reclamó el religioso tras agradecerle a la embajadora israelí, Dorit Shavit, la iniciativa del acto “en señal de unidad”.

Por otra parte, “el intrépido, porteño y jesuita papa Francisco, (Jorge) Bergoglio, tomó una decisión que tiene relevancia y forzó la canonización de dos santos, el que abrió el paréntesis, Juan XXIII, y el que lo cerró, Juan Pablo II, de benditas memorias, porque el documento estaba escrito hacía tiempo en latín y aunque lo podíamos traducir, un documento es tal hasta que personas encarnan el texto en un contexto y hacen de su ejemplo una virtud y transforman los corazones”, destacó Bergman.

Cuando Juan Pablo II “ingresó en la sinagoga de Roma y dijo: ‘son nuestros hermanos mayores en la fe’, ese gesto, en mi opinión, ya le dio el mérito de santo: llegó a un punto irreversible para judíos y cristianos, no solamente católicos, a quienes les impuso amorosamente que ningún buen cristiano puede preciarse de serlo si no reconoce su raíz judía”, subrayó.
Por último, se brindó un momento de música clásica, en el que jóvenes alumnos de la Universidad Nacional de Artes y el Instituto Superior de Arte del Teatro Colón participaron activamente. En primer lugar, un coro vocal a cargo de seis coristas, y luego la exquisita interpretación del Kol Nidre, por un pianista y una chelista, que fue el broche de oro de la jornada.

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