Itongadol.- “La población va creciendo de a poco cada año, con familias jóvenes, pero tenemos un proyecto grande para duplicarla en poco tiempo: estamos haciendo barrios en los moshavim, creando puestos de trabajo y abriendo algunas fábricas”, precisó el titular del Consejo Regional, Eial Blum, en diálogo con la Agencia Judía de Noticias en Israel en nuestra reciente visita. En la Aravá la vida toma un dimensión muy particular cuando uno conoce a sus pobladores y el lugar, todo es magia y uno puede transportarse en una experiencia única que nadie debe dejar de visitar. El Keren Kayemet LeIsrael, que es socio de todo lo que se desarrolla en la Aravá y se ha convertido en un ejemplo de lo que se puede hacer pese a la adversidad. Hoy la Aravá es un ejemplo para el mundo.
“La Aravá es la región más lejana de cualquier centro urbano en Israel -se encuentra exactamente entre Eilat y Beer Sheva, a una hora y media de viaje de cada una-, la mayoría de sus recursos humanos se dedican a la agricultura y fortalecemos en los hechos, con agricultura -invernaderos de pimientos, tomates, melones y sandías, y bosquecillos de palmeras datileras, mangos, vides y algunas flores-, los 200 kilómetros de frontera con Jordania, entre los mares Rojo y Muerto, donde no hay valla ni ejército; es un desierto, con mucho calor en verano y frío en invierno, de 50 a 0 grados”, resumió el titular del Consejo Regional, Eial Blum, en diálogo con la Agencia Judía de Noticias (AJN) en su moshav cuando nos recibió recientemente de la mano del Keren Kayemet LeIsrael.
“Es un territorio grande, alrededor de un 6 por ciento del país, pero tiene solo seis poblaciones, que son moshavim, pequeñas comunidades en las cuales cada uno se ocupa de su negocio, pero todos somos socios”, describió.
“Hace unos 50 años llegaron pioneros a la zona y aprendieron a hacer agricultura en el desierto porque se necesita agua, así que cavaron pozos que superan el kilómetro de profundidad y encontraron una ventaja: en el invierno, cuando toda Europa está helada, se cosechan verduras que se exportan allí, especialmente a Holanda, Inglaterra, Escandinavia, Rusia y países a su alrededor”, destacó este doctor en Ciencias Naturales que nació en la Aravá.
“En esta región hay unos 4.000 habitantes, el 6 por ciento del país, y por eso nuestro mayor desafío es cómo traemos más gente a vivir aquí, y para eso se necesitan tres cosas principales: fundar lugares donde se puedan construir casas -con el Keren Kayemet LeIsrael, que es socio de todo lo que se desarrolla en la Aravá, estamos preparando terrenos residenciales-, crear empleo -me refiero a la agricultura- porque quien vive en una zona tan aislada debe trabajar aquí, y tener calidad de vida -educación, cultura, salud, etc.-”, contó.
“Si no existiera el Keren Kayemet LeIsrael, no habría desarrollo del país porque es el único que se concentra en las Zonas de la Periferia, mientras que el gobierno está ocupado en los muchos problemas que tiene Israel”, subrayó Blum.
“La población va creciendo de a poco cada año, con familias jóvenes, pero tenemos un proyecto grande para duplicarla en poco tiempo: estamos haciendo barrios en los moshavim, creando puestos de trabajo y abriendo algunas fábricas”, precisó.
“El primer jefe de gobierno, David Ben Gurión, dijo: ‘Si no cuidamos el desierto y la periferia, no habrá Tel Aviv ni el centro (del país)’; es fácil recaudar en Tel Aviv, donde hay mucha población y todos lo ven y aplauden, pero es difícil llegar a las personas y decirles: ‘Vamos a desarrollar (un lugar) para que venga gente’” porque “somos pocos y no es redituable invertir en nosotros”, lamentó quien hace dos años y medio estaba a cargo del Consejo Regional.
“Aquí tenemos una alta calidad de vida, buena educación y una comunidad única; quien viene, se enamora”, sintetizó.
En tanto, la vocera del Consejo Regional, Rinat Rosenberg, recalcó que “hay cosas significativas en la vida más allá de hacer plata y tener un auto, que son los valores, y la gente que viene busca un cambio, volver a las bases fundamentales vinculadas con lo cotidiano: vivir con su familia y amigos”.
“No nos confundamos: existe una dificultad porque los últimos años no fueron fáciles para la agricultura, pero la gente no se levanta y se va, lucha por su casa porque sabe que es significativo vivir en la frontera y hacer florecer la naturaleza”, puntualizó.
“Son palabras que suenan casi anticuadas y poéticas, pero no es así: mi pareja fue el primer niño en nacer en este moshav, su padre fue el primer titular del Consejo Regional, y si bien vine por turismo y mi plan ciertamente no era quedarme, no me obligaron a vivir aquí, fue mi elección”, ejemplificó Rosenberg.
“Para mí, una de las cosas que distinguen a la Aravá es el hecho que las personas son emprendedoras: piensan y actúan diferente, se reinventan; si la agricultura no pasa por un buen momento, no se quedan sentados, no lloran…”, especificó.
Actualmente “veo un proceso de cambio: las comunidades pequeñas tienen una tendencia a encerrarse y no invitar tanto (a extranjeros), pero aquí hay un proceso de apertura e invitación, en el cual de hecho los habitantes de la Aravá, tanto los nativos como los que llegamos, deseamos -no por una cuestión de beneficio, sino por un interés sincero- que la comunidad crezca en número y calidad de vida y no se quede estancada”, finalizó la vocera del Consejo Regional.