Itongadol/AJN.- Hoy recordamos el peor acto terrorista sufrido en nuestro país hace 21 años.
Sí, aunque no lo parezca, ya hace 21 años que el anhelo de todo el pueblo argentino por encontrar a los responsables de semejante barbarie, no se concreta.
En 21 años una generación ya se ha hecho adulta, viviendo toda su vida bajo la oscura sombra de la ausencia y la impunidad.
Las preguntas que con el paso del tiempo siguen sin encontrar respuestas, los sueños arrancados, los proyectos destruidos, las historias cruelmente interrumpidas y, a pesar de todo, la esperanza de que la defensa a ultranza del valor de la vida será aquello que pueda salvar a la humanidad.
El terrorismo es un flagelo global. Los países que lo fomentan, financian y apoyan deben ser denunciados claramente antes de que se sigan cobrando vidas. Los estados libres, las organizaciones defensoras de los derechos humanos, las sociedades de cada rincón del mundo que quieren vivir en paz, tenemos que aunar esfuerzos para detener el avance de quienes atropellan nuestros valores a sangre y fuego.
Argentina, un país que desde su conformación fue siempre mirado como un ejemplo de respeto por la diversidad y la convivencia pacífica, fue elegida como blanco por el fundamentalismo asesino que hoy, bajo diferentes denominaciones, amenaza al mundo entero.
Setenta años atrás, la falta de reacción del mundo ante las atrocidades del régimen Nazi impidió que pudieran salvarse a millones de personas de la maquinaria asesina más grande de la historia. No podemos repetir nuestros errores y quedarnos callados ante el peligro más grande de nuestro tiempo.
El 18 de julio de 1994 nos enfrentó con la peor cara de nuestra especie. 85 seres humanos asesinados por decisión de otros seres humanos. Tan simple y tan inexplicable. La intolerancia, la xenofobia, la ceguera del fanatismo extremo, resumidos en un instante en el que se detuvo el tiempo. Un segundo sin vuelta atrás. Un momento que nos deja perplejos ante el sinsentido de la violencia.
Quedó claro entonces que nada habíamos aprendido del atentado que sufrimos dos años antes en la sede de la Embajada de Israel en Buenos Aires. Sin dudas los terroristas sabían que Argentina les ofrecía, una vez más, las mejores condiciones para ejecutar su macabro plan. Pero luego de semejante atrocidad ni el más pesimista de nuestros compatriotas podía haber imaginado que, pasados 21 años, nadie iba a estar cumpliendo una condena. La falta de justicia, la impunidad más grosera que hayamos conocido, es una burla descarada hacia las víctimas y la deuda pendiente más grave que tenemos como sociedad.
En el año 2005 el Estado Nacional se declaró responsable por no haber podido cuidar la integridad de sus ciudadanos y se comprometió a asumir una cantidad de obligaciones enumeradas en un decreto, tendientes a resarcir a las víctimas, fortalecer la investigación e instrumentar todos los mecanismos necesarios para minimizar las posibilidades de un nuevo ataque.
El mismo Congreso que tardó 10 años en sancionar una ley a favor de las víctimas que aún no se ha instrumentado, necesitó sólo un mes para aprobar el Memorándum de Entendimiento con Irán.
Desde los albores de la investigación se determinó que los autores intelectuales y materiales del atentado fueron funcionarios del entonces gobierno de la República Islámica de Irán, y de la agrupación terrorista Hezbollah. Esa línea de investigación se fue fortaleciendo y profundizando con el tiempo, y dio lugar a los pedidos de captura internacional que hoy cuentan con el aval de Interpol.
Pedimos a nuestro Gobierno que vuelva a la postura valiente que mantuvo durante años, y que redoble los reclamos en el máximo nivel internacional para que se tomen medidas concretas, para que los imputados iraníes sean algún día sometidos a la Justicia.
Hace dos años y medio, cuando pudimos conocer el contenido del acuerdo firmado con Irán, un contenido sobre el cual nunca fuimos consultados, manifestamos nuestro rechazo.
Que quede muy claro: no nos oponemos a la intención de buscar caminos legales alternativos que se propongan avanzar en la causa; criticamos el instrumento utilizado y el texto acordado, por su inconsistencia, sus falencias y los riesgos a futuro.
El Memorándum, más allá de las intenciones que lo puedan haber impulsado, en la práctica no obtuvo ni reperecutio en el avance concreto de quienes la justicia, nosotros y la sociedad en su conjunto creemos culpables.
Nos opusimos a su implementación porque entendemos que terminará para siempre con la causa AMIA. Que sumirá la investigación en un laberinto del que no saldría jamás. Que sólo traerá más confusión, cuando lo que necesitamos son certezas.
No podemos pactar con los asesinos. Legal y moralmente, no podemos pactar con los asesinos.
El fallo de la Cámara Federal nos dio la razón al declarar el acuerdo con Irán contrario a la constitución nacional y a nuestras leyes, y en la práctica lo dejó sin efecto. También los jueces reconocieron que no sería de ninguna utilidad, y que resultaba violatorio de todos nuestros derechos como víctimas.
Ahora es la Cámara de Casación la que tiene que resolver sobre la legalidad del Memorándum. Sin embargo hace pocos días vimos que dicha cámara se vio obligada a suspender y dilatar nuevamente su fallo. Nuevamente estas demoras postergarán, una vez mas, un fallo definitivo.
Consecuentemente solicitamos que todos los jueces involucrados actúen con la máxima celeridad, cumplan en tiempo y forma con sus deberes como jueces de la Nación a los efectos de obtener el fallo de la Cámara.
Somos y representamos a las víctimas, y no vamos a tolerar ninguna acción que nos quiera colocar en el lugar de victimarios. No vamos a permitir que se nos acuse de obstruir la Justicia y de ser responsables del fracaso de los poderes del Estado.
No vamos a disculparnos por ejercer nuestros derechos. No vamos a ceder en nuestros reclamos. Nuestra postura transitó siempre los caminos que señala la Constitución Nacional. Sin embargo, por el simple hecho de manifestarnos críticos hacia una decisión, somos sometidos a una suma de agresiones e intentos de desprestigio.
Hace pocos meses incluso traspasaron cualquier límite al intentar involucrarnos como parte de una conspiración internacional. Nos llamaron “traidores a la patria”.
Nos lastima y nos ofende. Es absurdo tener que aclarar que los traidores a la patria no somos quienes debemos trabajar, estudiar, rezar o hacer cualquier tipo de actividad, en edificios custodiados con pilotes.
Los traidores a la patria no tienen un Servicio de Empleo que ayuda a miles de argentinos en todo el país, no organizan propuestas culturales abiertas y gratuitas en forma diaria, no brindan soluciones a cientos de familias en situación de vulnerabilidad social. Porque eso es lo que hacemos en AMIA todos los días poniendo en acción los valores de la solidaridad, la justicia social, la equidad y el amor al prójimo.
Hay algo que debe quedar muy claro: para golpear y atacar salvajemente a la comunidad judía y a toda la sociedad argentina, los terroristas eligieron a la AMIA. No podemos negar esa referencia y por ello seguiremos en primera fila reclamando en forma permanente por verdad y justicia.
Nosotros fuimos las víctimas del terrorismo y somos víctimas de la impunidad. Los traidores a la patria, tendrán que buscarse en otro lado.
Es necesario volver a reclamar a Interpol la efectiva vigencia de los pedidos de captura internacional que pesan sobre los acusados de ser los autores intelectuales del atentado. Sin su colaboración con la Justicia Argentina y con la Justicia internacional, los imputados seguirán burlándose de nosotros y de las víctimas, como lo hizo en el pasado el Ministro de Seguridad de Irán al ingresar en territorio boliviano.
Le solicitamos al Juez Canicoba Corral que, como se lo ordenó la Cámara Federal, requiera a Interpol que busque activamente a los sospechosos iraníes, y que los pedidos de captura no sean solamente una formalidad. Son sospechosos de haber cometido un crimen de Lesa Humanidad, y deben ser buscados y perseguidos activamente.
A nivel nacional, desde el fallo de la Corte Suprema en el año 2009, que ordenó reabrir la investigación por la conexión local, NADA se ha avanzado en el esclarecimiento total del hecho.
Sabemos quiénes fueron los autores intelectuales y materiales, pero sabemos también que tuvieron colaboración local. Hubo gente aquí, en esta ciudad, que les prestó auxilio.
Es un imperativo moral, y ésto se lo decimos de manera directa al Juez Canicoba Corral, a los Fiscales Namer, Murray, Sabadini y Salum, ahora a cargo de la causa, investigar, descubrir y enjuiciar a esos cómplices.
Son ellos quienes deben esclarecer de manera definitiva la conexión local.
Todavía no nos pudieron decir quiénes dieron ayuda a los terroristas; quiénes albergaron al conductor suicida; quiénes ofrecieron un lugar seguro para terminar de armar el coche-bomba; quiénes y dónde proveyeron el explosivo, y tantas otras preguntas más que a 21 años del hecho siguen acuciándonos y exigiéndonos que mantengamos firme el reclamo.
No es sencilla la tarea de los nuevos fiscales. Pero son ellos quienes deben darnos las respuestas para esas preguntas, junto al juez de la causa. Esa sigue y seguirá siendo una deuda intransferible del Estado.
En pocas semanas empezará el juicio por lo que suele llamarse el “encubrimiento”. Se dijo siempre que esa causa permitirá conocer más detalles sobre el atentado. Queremos que se determinen las responsabilidades que correspondan. Pero no que se quiera desviar el foco de nuestra atención. Lo dijimos muchas veces: no queremos una caza de brujas, no queremos culpables porque sí. Queremos un juicio justo, al amparo de la ley, con jueces imparciales que permanezcan ajenos a cualquier manipulación política.
Hasta hace tres años éramos tildados de oficialistas por haber apoyado determinadas decisiones que hasta ese momento habían sido tomadas en relación a la causa y por haber acompañado los discursos del entonces presidente Néstor Kirchner y de la presidenta Cristina Fernández en la Asamblea de las Naciones Unidas, en los que reclamaron a Irán la colaboración con la justicia argentina.
Hay quienes quieren señalarnos como opositores por haber manifestado nuestro desacuerdo frente al Memorándum. No somos ni una cosa ni la otra, ni vamos a permitir que se nos quiera utilizar como moneda de cambio en ninguna disputa electoral.
Intentamos mantener nuestras convicciones y expresarlas con independencia, sin participar de discusiones que nada tienen que ver con nuestras prioridades. Podemos acertar o equivocarnos, como todos, pero lo que hicimos, hacemos y haremos, será siempre con absoluta libertad.
La causa AMIA no es un tema de la comunidad judía, ni de un partido político, ni del oficialismo, ni de la oposición. La resolución de la causa AMIA debe convertirse en una cuestión nacional que nos saque de la vergüenza en la que vivimos estos últimos 21 años los argentinos. Sería muy bueno saber qué opinan sobre este tema los precandidatos presidenciales y conocer cuáles serán los compromisos que asuman en caso de ganar las elecciones para saldar esta deuda. Los 40 millones de argentinos tenemos que estar involucrados y exigiendo justicia por esta herida que sigue abierta.
Mañana se cumplen también seis meses de la muerte del fiscal Alberto Nisman. Un hecho tan traumático para la sociedad nos hizo sentir los ecos de la bomba del 18 de julio. todavía resuenan con fuerza. Rápidamente y como un triste y penoso rasgo de nuestros tiempos, se buscó presentar el tema con los códigos propios de la farándula. Se hurgó de manera vergonzosa en el ámbito de la vida privada para encontrar todas aquellas excusas que permitieran desviar la atención de lo verdaderamente importante: ¿qué pasó y cómo murió el fiscal que investigaba el atentado?
Desde AMIA decidimos no hacer conjeturas ni emitir opiniones con liviandad y sin ningún tipo de respaldo en la contundencia que sólo brindan los hechos. Sin tener certezas ni elementos para aportar y probar, no podíamos sumar nuestra voz a la artillería verbal de la que fuimos testigos y que tuvo lugar, sin el mínimo decoro, sin siquiera respetar a los deudos.
Sin embargo, muchos parecieron interesarse más por los detalles amarillos que imaginar el futuro de dos hijas pequeñas que se quedaron sin su padre. Mientras la investigación sobre el atentado terrorista más importante de la historia argentina se quedaba sin el fiscal que debía liderarla, alguna dirigencia política hacía cálculos sobre el impacto de una nueva muerte en el resultado de la contienda electoral. Y una parte del poder judicial, que mantiene una inmensa deuda con la sociedad en su conjunto, derramó lágrimas de dudosa sinceridad por la pérdida de uno de sus miembros. Muy pocos pudieron estar a la altura de los acontecimientos.
Las extrañas circunstancias en las que se dio el fallecimiento del fiscal Nisman, redoblan la obligación por conocer exactamente qué sucedió. La salud de la República está y estará en jaque hasta tanto un hecho de tamaña gravedad y trascendencia no sea esclarecido.
Así como dijimos que ni el más pesimista podía imaginar que íbamos a llegar a los 21 años sin un solo condenado, también sabemos que muchos apostaron a que el paso del tiempo hiciera sucumbir nuestro reclamo.
Sin embargo, por más que a algunos les incomode y hayan querido deslegitimar este espacio, aquí estamos.
Sobre la misma calle que se cubrió de polvo, escombros y sangre, donde personalmente participe activamente de la remocion de los mismos, nos pusimos de pie y seguimos reclamando, acompañados por todos ustedes. Lo hemos hecho ante las distinatas autoridades del estado durante los últimos 21 años y seguiremos aquí exigiendo nada más que verdad y nada menos que justicia.
Trabajar por una sociedad en la que se defienda el derecho a la vida por sobre cualquier otro interés, debe ser un compromiso, una responsabilidad y un imperativo ético para todos.
Sólo así tal vez tengamos la oportunidad de permitir que los familiares vuelvan a mirar las fotos de aquellos seres queridos de quienes no se pudieron despedir y decirles, de verdad, que ya no tienen que preocuparse, que se ha hecho justicia y que, de una vez por todas, pueden empezar a descansar en paz.
Recuerdo aquella mañana del 18 de julio de 1994.
-Como puedo olvidar, como puedo olvidar los gritos, llantos, desesperación de miles de personas buscando rastros de sus seres queridos
-Como puedo olvidar aquellos rostros de éste mismo lugar.
Pero hoy puedo ver éste edificio de la Comunidad Judía y Sociedad Argentina que después de haber sido desbastado, se erige como ejemplo de vida, de la sociedad toda.
-Como olvidar a todos ustedes y aquellos que vienen acompañando el reclamo Unánime contra IMPUNIDAD.
-Como Puedo olvidar aquellos centenares de voluntarios, que han puesto sus vidas en peligro, con un único fin, VALORAR LA VIDA.
Por eso pido:
-un fuerte aplauso por nuestro reclamo de justicia
-un fuerte aplauso por la vida.
-un fuerte aplauso por la memoria de nuestros muertos.
-un fuerte aplauso por todas aquellas personas que acompañaron nuestro reclamo.
-un fuerte aplauso, para que pronto veamos una Argentina donde reine la JUSTICIA
Invocamos a D`os todo poderoso a iluminar el destino de nuestro bendito país señalando el camino de la paz, la solidaridad y la convivencia pacifica en la diversidad de los seres humanos marginando a aquellos que optan por la muerte y el odio despreciando el valor eterno de la vida humana.
Gracias a todos por acompañarnos.