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Itongadol.- La Directora del Instituto Abarbanel del Seminario Rabínico Latinoamericano, Raba Silvana Kandel, cuenta en la parashá de esta semana un relato de la prueba de amor más grande de la historia: es en boca del profeta Isaías (41:8) que Dios habla de Abraham como "Ohavi- mi amante".
La parashá de esta semana nos cuenta el relato de la prueba de amor más grande de la historia. Es muy común ver en el Tanaj citas en las que se da cuenta del amor de Dios al pueblo de Israel, y en varios lados se repite el mandamiento hacia el pueblo de amar a Dios. Sin embargo hay un caso en el Tanaj donde este romance se hace casi carnal: es en boca del profeta Isaías (41:8) que Dios habla de Abraham como "Ohavi- mi amante". Lo sorprendente es que la misma escena que año tras año genera en nosotros reacciones de perplejidad y hasta incluso de enojo o rechazo, es para nuestros sabios nada menos que uno de los hitos de amor de la narrativa judía. Para la tradición judía, Akedat Itzjak, representa el concepto de amor en su expresión más elevada, y Abraham, su protagonista, es el paradigma del amante.
Y si de amor se trata, qué mejor referente que el poeta de poetas, el autor del canto de amor más bello que jamás se haya escrito. "Aza kmavet Ahava – Más fuerte que la muerte es el amor", dice Shir Hashirim (8:6). Yo creo que estas pocas palabras esconden en su simpleza la clave del misterio de este capitulo de Bereshit ante el cual nosotros volvemos siempre a quedar anonadados: el secreto es que en el lugar donde debía haber habido muerte, el amor se impuso para afirmar la vida. Yo creo que el acto de amor de Abraham no fue la voluntad de ofrecer a su hijo en sacrificio sino el hecho mismo de no haberlo sacrificado. Tratemos por unos instantes de recrear la escena: en silencio y cabizbajos, padre e hijo llegan al lugar indicado para el sacrificio; despacio pero temblando Abraham se da vuelta para preparar el altar y afilar el cuchillo; con el corazón acelerado y la cabeza gacha Itzjak se ubica en el lugar de la ofrenda; solo entonces, cuando ya esta todo preparado y no hay vuelta atrás posible, por primera vez en tres días los ojos de los dos se encuentran en una mirada profunda y eterna, y es en ese preciso instante que el milagro se produce: la mano de Abraham se detiene en el aire y la sombra de muerte se desvanece bajo el sol del mediodía.
"Aza kamavet Ahava", el amor supera a la muerte. Ya los sabios del midrash (Shir Hashirim Raba 8:4) se preguntaron qué tipo de amor es tan poderoso como para vencer a tan temido enemigo como es la muerte, y como respuesta traen varias posibilidades: "el pasuk se refiere al amor de Abraham por su hijo Itzjak", dice el primero. Para este sabio no hay nada más fuerte que el amor de los padres hacia sus hijos. Es el amor reflejado en esos dos rostros a la vez tan cercanos y tan distantes que marcan el paso de las generaciones y esa expresión que se dibuja en la sonrisa del padre, que a pesar de que entiende que su hijo es un ser independiente, no puede evitar ver en él un poco de sí mismo.
"Se refiere al amor de Iaakov por Eisav", continua diciendo el midrash. Se trata aquí del amor entre hermanos, ese lazo indestructible que transforma los hermanos en amigos y los amigos en hermanos. Es el privilegio de contar con ese guiño de ojo que te saca de un apuro o te hace sonreír y sentirte acompañado y pleno.
"Se refiere al amor de un hombre por su esposa", opina otro sabio. Para él, es el amor de pareja el más intenso y profundo. Es esa capacidad de mirar a la persona amada y encontrar en sus gestos el milagro de la vida.
Aquel día en el monte Moriá, a Abraham le ocurrió el milagro: el encuentro de miradas entre él y su hijo fue el acto de amor que pudo vencer a la muerte, y justamente ese encuentro es el que lo hizo merecedor de la bendición con la que termina la escena: "Ve ata iadati ki iare Elohim ata, ahora sé que temeroso de Dios eres". La palabra \’temeroso\’, iare, tiene las mismas letras en hebreo que la palabra \’ver\’, es por eso que yo propongo traducir esta bendición como "ahora sé que pudiste ver la presencia de Elohim". ¿Y cómo se manifiesta aquel Dios en el que yo creo? Dándonos a nosotros la capacidad de elegir la vida, instándonos a buscar la vida en cualquier lado donde haya posibilidad de muerte.
Es por eso que este relato nos habla del amor. No del amor de Abraham a Dios como tradicionalmente se interpreta, sino del amor del hombre a la vida. Esta pulsión que hace a Abraham discutir con Dios por la suerte de los habitantes de Sodoma y Gomorra, y frenar su propia mano con el cuchillo un segundo antes de derramar más sangre en el mundo.
Que podamos en estos días de violencia que estamos viviendo aprender a discutir y luchar, no con Dios sino con los hombres, contra todo derramamiento de sangre inocente. Que sepamos parar la escalada de violencia mirando a nuestro alrededor, buscando los ojos del otro, incluso nuestro enemigo, y reafirmando nuestro compromiso con la paz y la Vida.