Mi adicción a Iom Kipur llega a la cúspide camino a la sinagoga, después de la comida anterior al ayuno, cuando la pregunta que me atormenta y a mis hijos es: “¿Nos ponemos la kipá antes de llegar o recién cuando entramos?”. En lo personal, soy un adicto a las canciones de las antiguas plegarias de la festividad, increíblemente escritas (¿quién las escribió?), así que intentaré probar aquí que el lugar común de que Iom Kipur es un día para la introspección en absoluto es banal.
“Kipur” (de la misma raíz hebrea que “expiación”) es la palabra más utilizada entre los hijos de Israel que se renuevan en nuestra generación y la intención de “expiación” es “mis ojos, querido, alma”.
Iom Kipur es un momento en el cual todos los que buscan expiación se mueven como un enjambre de abejas en dirección a un edificio que no parece impresionante desde afuera, pero dentro de él se produce una plegaria verdadera, una suerte de actuación del jazán y la congregación.
Creo no exagerar si digo que a pesar de que siempre sostenemos en nuestra defensa que somos amorosos y a nadie le hicimos mal el año anterior, sabemos que todos en Israel tenemos alguna cuenta pendiente con alguien, algún daño hecho con o sin intención, y ropa blanca para la festividad y el ayuno, para la expiación.
E incluso permítanme dudar de que alguien no creyente, que alza los ojos y más de una vez se pregunta si hay alguien en el mundo que realmente le presta atención, en la noche de Kipur no se asegura de estar aquí todavía.
408