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Opinión. La verdad acerca de “Palestina”

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Cuando se trata del conflicto de Medio Oriente, parece que la “verdad” depende de quién esté hablando. Una simple explicación de los hechos puede recorrer un largo camino hasta identificar qué versión de la “verdad” es exacta.
Cuando se trata de la narrativa árabe y de los nombres “Palestina” y “palestinos”, hay más de una “verdad” que puede probarse falsa. Por ejemplo, si pregunta qué y dónde está “Palestina”, prácticamente todo enemigo de Israel, incluso Mahmoud Abbas, le dirá que incluye toda el área terrestre que el resto del mundo llama Israel.
De hecho, “Palestina” se refiere a una sección costera de tierra en la zona de la Franja de Gaza actual, que fue habitada por los antiguos filisteos, que no eran nativos de Israel ni de la región. La mayoría de los académicos cree que migraron desde Grecia o Creta. Los antiguos filisteos eran enemigos de Israel. El gigante bíblico Goliat, a quien mató el rey David, era filisteo.
El nombre “Palestina” viene del latino “Philistia” y llegó a ser conocido como tal después de la fracasada rebelión judía liderada por Bar Kojba, en 135.
Entonces, el emperador romano Adriano, en un esfuerzo por eliminar todo símbolo de presencia judía, rebautizó Philistia al Reino de Judea. Lo hizo específicamente para insultar a los judíos, ya que los filisteos fueron sus enemigos.
Oficialmente no hay, ni ha habido jamás una nación soberana llamada Palestina.

La verdad sistemáticamente sacrificada

En fecha tan reciente como la Guerra de los Seis Días no había personas específicas conocidas como “palestinos”.
Walid Shoebat, un ex terrorista musulmán que en aquel tiempo vivía en la zona que se conoce como “Cisjordania” (otro término inventado), dijo: “¿Cómo puedo irme a la cama un día como jordano y despertarme al siguiente como palestino?”. Se está refiriendo a un día antes y uno después del inicio de la Guerra de los Seis Días.
Entonces, ¿de dónde proviene el nombre “Palestina”? Muchos le dirán que el campeón de esta nueva versión de la imagen árabe es el fallecido Yasser Arafat. Él fundó la Organización para la Liberación de “Palestina” (OLP) en 1964 y comenzó a utilizar el término “Palestina” a fin de legitimar su esfuerzo por representar a los árabes “desplazados” por la Guerra de la Independencia de 1948 como únicos, con etnia y cultura propias. Su esfuerzo estuvo motivado por la negativa deliberada de los países árabes vecinos a absorberlos. Es esta gente la que finalmente se conoció como “refugiados palestinos”.
Otra razón para inventar el término está bien descrita por el entonces miembro del Comité Ejecutivo de la OLP Zahir Muhsein. En una entrevista de 1977 dijo: “El pueblo palestino no existe. La creación de un Estado palestino es sólo un medio para continuar nuestra lucha contra el Estado de Israel por nuestra unidad árabe. En realidad no hay diferencia entre jordanos, sirios y libaneses. Sólo por razones políticas y tácticas hablamos hoy de la existencia de un pueblo palestino, ya que los intereses nacionales árabes exigen que postulemos la existencia de un ‘pueblo palestino’ distinto para oponer al sionismo”.
Así que cuando (el precandidato republicano a la Presidencia de los Estados Unidos Newt) Gingrich dice que los palestinos son un “pueblo inventado” parece claro que está basando sus comentarios en hechos que, irónicamente, son apoyados por los propios “palestinos”. Nada sorprendentemente, él ha sido atacado por decir la verdad, especialmente por el mundo árabe. Sin embargo, otros aspirantes presidenciales republicanos también lo atacaron. ¿Por qué?
Parece que el conflicto de Medio Oriente es un ambiente en el cual la “verdad” es sistemáticamente sacrificada en nombre de la diplomacia. Sin embargo, ¿adónde nos ha llevado la diplomacia? Parece que la diplomacia simplemente les ha dado a los árabes la oportunidad de continuar reinventando la “verdad” con el fin de mantener su agenda de odio y deslegitimación de Israel.
Sugiero que es por esta razón que el señor Gingrich se sintió compelido a decir: “Basta, es hora de decir la verdad”. Encuentro sus comentarios crudamente refrescantes y muy atrasados. Por lo menos, sus sobrias palabras pueden servir como un muy necesario recordatorio de que cuando se trata de la narrativa revisionista árabe, los hechos no parecen alterar su agenda. Tal vez es hora de que el resto del mundo comience a tomar nota de quién está diciendo la verdad y quién no.

* Historiador, escritor y abogado.

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