Inicio NOTICIAS Irán. Opinión: Racional y peligroso

Irán. Opinión: Racional y peligroso

Por
0 Comentarios

Mientras que los levantamientos populares en Medio Oriente han capturado la mayor parte de la atención mediática en los últimos meses, la marcha de Irán hacia una capacidad nuclear militar continúa, como lo refleja el último informe de la AIEA (NdR: Agencia Internacional de Energía Atómica) sobre Irán, difundido la semana pasada. Aunque pueda parecer extraño, el mayor peligro de un Irán que finalmente cruce el umbral y se convierta en un Estado nuclear no radica en la posibilidad de que vaya a actuar irracionalmente ante esta nueva situación. La irracionalidad implicaría que Irán pudiese, en algún momento, romper las reglas de la disuasión mutua con el lanzamiento de un ataque nuclear sin tener en cuenta la reacción anticipada. De hecho, la probabilidad de que ello ocurra es muy baja. Por el contrario, el peligro más inmediato de un Irán nuclear lo constituye la extrema racionalidad que, muy probablemente, muestre en sus acciones respecto de la región.
Si bien hay una habitual tendencia a equiparar “racionalidad” con “razonabilidad”, éstas no son necesariamente lo mismo. La racionalidad no es más que la búsqueda de un objetivo de acuerdo con un análisis lógico de costo-beneficio. La racionalidad en sí misma sigue siendo agnóstica acerca de la naturaleza de la meta que se persigue, y ese objetivo puede ser muy siniestro. El verdadero peligro de un Irán nuclear radica en que este Estado seguirá actuando tan racionalmente como lo viene haciendo desde que la actual crisis nuclear comenzó; en este caso, utilizando su imagen de Estado nuclear como una fachada para mejorar sus objetivos hegemónicos regionales e impulsar su enfoque revisionista a Oriente Medio.
Considere cómo Irán ha desarrollado el juego de avanzar hacia una bomba nuclear en la última década. Si hay una lección que puede deducirse de la observación del comportamiento de Irán en el frente nuclear en este período, ésa es que ha procedido muy cuidadosamente. Mientras muchos pueden percibir a Teherán como un régimen arrebatado e imprudente que corre hacia su meta de una capacidad nuclear militar, un examen más detenido revela una imagen diferente. Uno puede identificar fácilmente un patrón según el cual Irán prueba las aguas internacionales después de casi cada paso que da. De hecho, hasta ahora ha empleado un simple análisis de costo-beneficio como guía: avanzar con su programa nuclear a máxima velocidad, pero con un costo mínimo en términos económicos y ciertamente militares. Esto es lo que lleva al régimen islámico, en ocasiones, a tragarse la píldora de asumir un enfoque más cooperativo, como una táctica para evitar una presión más dura.
Como Estado no nuclear miembro del Tratado de No Proliferación Nuclear, Irán ha tenido que llevar a cabo clandestinamente su trabajo hacia la capacidad militar. Tuvo que estar constantemente atento; ser atrapado in fraganti le habría costado un alto precio. Mientras Teherán llegaba a la conclusión que podría soportar un conjunto de dificultades económicas como resultado de las sospechas que sus actividades despiertan, era mucho más cauto respecto de la posibilidad de ser atacado militarmente. Irán, sin embargo, de a poco ha ido convenciéndose de que el riesgo de que tal acción es mínimo. Irán ha llegado a descartar la amenaza, en gran parte gracias a las declaraciones de altos funcionarios de los Estados Unidos rechazando abiertamente la opción militar por temor a las nefastas consecuencias de abrir un frente adicional, aun cuando los Estados Unidos e Israel repiten el conocido estribillo de que todas las opciones permanecen sobre la mesa.
Hay pocas razones para creer que una vez que haya alcanzado el estatus nuclear, el actual régimen de Irán será menos racional en su análisis de costo-beneficio o menos reacio a la posibilidad de ser un blanco para la fuerza militar de lo que era cuando estaba en camino a la bomba.
Y como Estado nuclear, lo más probable es que Irán llegue a la conclusión que las amenazas disuasorias de los Estados Unidos e Israel serán mucho más creíbles que las advertencias anteriores, debido a los efectos inmediatos y devastadores de un ataque nuclear real por parte de Irán. Por lo tanto, lo más probable es que se vea disuadido de llevar a cabo tal acción.
Pero el punto es que Irán no necesita atacar con armas nucleares para mejorar y consolidar su protagonismo y hegemonía regionales. De hecho, un ataque de este tipo sería contraproducente. Para lograr este objetivo existe una ruta mucho más racional, a saber: una acción constante y controlada en el umbral nuclear. Esto significa que mientras que el régimen islámico, sin duda, tratará de ampliar su cobertura en la búsqueda de mayor poder e influencia en Medio Oriente -seguir armando a sus aliados y quizá estar menos atento a ocultar estos esfuerzos, por ejemplo-, se asegurará, sin embargo, de que tales movimientos permanezcan muy por debajo del umbral que podría provocar una respuesta nuclear o militar de otro tipo.
El verdadero peligro de Irán, por lo tanto, reside en su fría racionalidad. No dudará en plantear serios desafíos a la región y el mundo, pero tendrá mucho cuidado de que ninguna acción, por sí misma, sea lo suficientemente manifiesta o indignante como para provocar una respuesta militar. Por otra parte, el suponer que no actúa de una manera extrema muy probablemente le confiera una mayor inmunidad ante un contraataque por la mayoría de las acciones que emprenda, aprovechando el hecho que todos los Estados tendrán mucho más cuidado que antes de atacar a Irán, ya que es un Estado nuclear.

* Directora del programa de Control de Armas y Seguridad Regional del Instituto de Estudios de Seguridad Nacional de la Universidad de Tel Aviv.

También te puede interesar

Este sitio utiliza cookies para mejorar la experiencia de usuario. Aceptar Ver más