“Este acto, como otros que hemos recorrido juntos en estos años, nos obliga a pensar en el pasado, que nos trae sentimientos diferentes. El primero es el dolor por los desaparecidos, los hermanos, los hijos, los padres, los amigos, los simplemente conocidos, o los que no conocemos. Toda persona tiene un valor eminente que merece un respeto y trae eso nuestro dolor cuando nos acordamos de esas circunstancias.
El segundo sentimiento, que nos trae el pasado, es el de reprobación y censura; ninguno de nosotros pensábamos que la sociedad argentina iba a generar una dictadura que a través del Estado reprimiera a sus ciudadanos, los persiguiera, los torturara, los hiciera desaparecer y tuviera centros clandestinos de detención. Todo eso es una experiencia que merece nuestra más absoluta censura y juzgamiento, que es otra fase superior, en la cual estamos ahora en el Poder Judicial. El juzgamiento con las leyes que rigieron en el momento.
Es importante decir que nosotros no hemos creado ninguna ley especial para juzgar estos crímenes, no hemos creado tribunales especiales. Los hemos juzgado con jueces y con leyes que son iguales para todos. Les hemos dado el trato que ellos no dieron cuando tuvieron poder. Estamos dando el trato que la justicia igualitaria, de la justicia basada en el debido proceso y los principios constitucionales.
El tercer sentimiento que nos genera el pasado es el de vergüenza, porque nuestra sociedad en esos años toleró lo que era intolerable. No hubiéramos llegado a semejantes niveles de salvajismo, de represión, de terrorismo de estado sino hubiera existido una sociedad que, al menos, banalizó, consideró, que eso no sucedía o no era importante. La indiferencia es tan relevante como la acción cuando ocurren estas cosas. Entonces es bueno que nos juntemos día a día, semana a semana, año a año para mirar este pasado y para sentir el dolor juntos, para reprobar y juzgar, y también para reflexionar sobre está vergüenza de la sociedad entera.
El presente, en cambio, nos trae otras cuestiones. Nosotros hoy decimos que hemos avanzado en los juicios de lesa humanidad y esto es una afirmación siempre relativa. Los juicios han avanzado mucho más que en el pasado pero el proceso no ha terminado, es un proceso de una altísima complejidad que se está llevando adelante, a lo ancho y a lo largo de este país, en todos los tribunales y con muchos jueces, empleados y funcionarios que están aportando lo mejor de sí mismo para cumplir este cometido.
Pero más que eso me importa decirles que esto es una política de estado y tiene un significado teórico, pero me interesa más transmitirle el significado práctico. No hay nadie, ningún juez, ningún empleado, ningún funcionario dentro del Poder Judicial con capacidad de decir esto que algo no se hace. No hay nadie fuera del Poder Judicial con el poder de decir que este Gobierno cambia de opinión o que hay otro Gobierno que cambiará de opinión y dirá que algo no se hace.
Por eso decimos que es una política de estado, porque forma parte del contrato social de los argentinos, es algo que está en el consenso y por lo tanto no hay marcha atrás con estos juicios. Nosotros no juzgamos la ideologías en abstracto ni juzgamos las ideologías, estamos juzgando al terrorismo de estado, los crímenes de lesa humanidad y en esto hay una decisión muy clara del Poder Judicial: no hay marcha atrás, no la debe haber y nosotros estamos todos empeñados en que este objetivo se cumpla porque forma parte de eso que hemos definido como una de las grandes direcciones que deben caracterizar al Poder Judicial en está etapa histórica.
Además quiero decirles que no se trata sólo de los juicios sino del conocimiento y del control. El conocimiento es importante, por eso nosotros hemos habilitado un sistema que es el Centro de Información Judicial que tiene un amplio espacio dedicado a los juicios de lesa humanidad, elaborado en muchos casos por los propios jueces, donde se informa la evolución de los grandes juicios, de las megacausas, como el caso del doctor Rafecas y el doctor Torres, que han hecho micro sitios especiales sobre ESMA y el Primer Cuerpo, pero además hay un mapa donde se informa de todos los juicios en todo el país y esto es accesible por Internet a cualquier ciudadano que le interese saber qué está pasando. Y eso lleva al control.
Creo que este es le proceso más importante que está realizando, a nivel internacional en materia persecución de delitos de lesa humanidad, por su extensión, por su profundidad, por su diversidad. Pero no lo vamos a hacer sino hay un fuerte control social. El control social es importantísimo y es también el gran motor. Cuando nosotros pensamos por qué la Argentina tiene hoy este proceso, que es comentado en muchos otros países que no han podido llevarlo a cabo, yo siempre digo: no es el Poder Judicial, es la sociedad civil; esto nace en los organismos de los Derechos Humanos, en la conciencia que fue creciendo y aumentando en toda la sociedad y las instituciones no hicieron más que responder a esa demanda social. En otros países ocurrió lo contrario pero nosotros nos sentimos orgullosos de aquí haya ocurrido lo que ocurrió, este creciente proceso histórico durante la dictadura y posteriormente durante la democracia que con distintas etapas fue aumentando el nivel de reclamo y de demanda y las instituciones respondieron.
Por eso creo que la mejor garantía es que este proceso continúe en la sociedad y tengamos control social y conocimiento público de lo está pasando y de lo que se hace en estos juicios de lesa humanidad.
Finalmente creo que no es menor pensar en el futuro, por que nosotros tenemos una mirada que es terminar dentro del Poder Judicial con todos estos juicios lo antes posible, discutir con los otros poderes del Estado la manera en que esto puede lograrse mejor, acelerar los casos, terminar con todos los procesos lo antes posible para que se tenga una idea clara de que acá hubo decisión judicial que pone fin a un proceso, en términos judiciales.
Pero hay algo más importante que eso, o tanto o más importante, y es la cultura. Pensemos que si miramos el pasado nos vamos a dar cuenta de que no pudo haber ocurrido lo que ocurrió si no hubiera habido un contexto de alguna gente que lo apoyó decididamente, pero de una gran mayoría que fue indiferente. Entonces el futuro es importante en cuanto a los niveles de cultura que existen: transmitir la memoria, consolidarla y que nuestros hijos y nuestros nietos nunca banalicen lo que ha sucedido es una enorme tarea que tenemos por delante.
Hay que preguntarse qué pasado existió y cuál es el futuro de ese pasado. Una parte de ese pasado no debe volver a repetirse. El ‘nunca más’ significa nunca más terrorismo de estado, que nuestros hijos y nuestros nietos nunca más sufran el peligro de una persecución como la que se vivió aquí, en la Argentina y otra parte de ese pasado es que se transforme en un futuro de esperanza y de memoria. Por eso creo que es importante que nosotros hagamos documentación de lo que está pasando para que esto quede en la cultura como una enseñanza para que nosotros cambiemos, para que no haya indiferencia. La indiferencia es el principal enemigo, la tolerancia de lo intolerable es lo que tenemos que combatir.
Cuando pensamos en nuestros hijos y nietos tenemos que pensar que hay que transmitirles con claridad lo que ha sucedido. Tengo confianza de que ese gran objetivo, de cambiar la cultura, de que nosotros tengamos una clara conciencia pero estas siempre se resolverán en el estado de derecho y nunca más con el terrorismo de estado. Esta es una verdad, una enseñanza que tiene futuro y tenemos que trabajar para que sea extendida en el tiempo. La esperanza reposa en una enorme cantidad de argentinos que tienen estos ideales y esto es lo que nos une, que nos alimenta, lo que hace que vengamos aquí y salgamos esperanzado con la convicción de que ese futuro va a ser mejor para todos nuestros hijos. Creo que es la gran enseñanza y es nuestra tarea para el futuro”.
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