Israel se mantiene en alerta máximo, pese a que el gobierno de Ariel Sharon lanza mensajes un tanto contradictorios. Por un lado, asegura que el riesgo de ser blanco de ataques es mínimo y, sin embargo, suficiente para mantener sus costosas defensas totalmente desplegadas.
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«Seguiremos así por lo menos hasta que se quiebre el apoyo que el régimen de Saddam tiene en Bagdad y sus alrededores», dijo el ministro de Defensa Saúl Mofaz, pero -según medios locales- el gasto que eso implica ya genera disputas internas. El presupuesto de defensa israelí pasó este año de 9000 a 15.000 millones de dólares.
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El miedo siguen siendo los misiles de largo alcance Scud. El jefe de las fuerzas aliadas, general Tommy Franks, aseguró que Irak posee aún 24, aunque hasta ayer no había disparado ninguno, tal como ha ocurrido en los últimos doce años. «Pero Saddam, ese hombre terrible, sigue estando allí», apostilló el responsable de Defensa Civil israelí, general Amos Gilad.
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Más allá de sustos y alarmas, Israel vuelve a su ritmo a paso firme. Ayer, la asistencia a clases fue casi la habitual y Lufthansa, una de las aerolíneas que había cancelado vuelos a Tel Aviv, los reanudó con el mismo esquema.
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Más que en la guerra, el gobierno de Sharon piensa en lo que vendrá después, casi como una consecuencia de ella. Y eso incluye la difícil negociación con la población palestina, que reclama tierra que hoy ocupa el Estado de Israel. Ayer trascendió que su idea es correr «el muro» de división por lo menos diez kilómetros hacia lo que hoy es tierra árabe. La noticia dio vueltas todo el día, sin que nadie se tomara el trabajo de desmentirla.
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Por Silvia Pisani
La Nacion