Más de 3.000 soldados se han convertido al judaísmo en un programa del Ejército de Israel que busca abrirles la puerta a un país que lucha por su homogeneidad étnico-religiosa, y resolver la discriminación de que son objeto.
Crisol de la sociedad israelí desde sus albores, los altos mandos militares han volcado todo su peso en una misión que, sin tener nada que ver en principio con las funciones del Ejército, aseguran que, incluso en el campo de batalla, se traduce en una mayor motivación.
"Queremos reforzar el sentido de pertenencia, que entiendan qué significa estar aquí, por qué defienden al Estado de Israel", dice el mayor Hezi Reuvén, comandante del programa "Netiv", literalmente "Senda".
Concebido en 2001 pero funcionando a plena máquina sólo en los últimos tres años, el programa está destinado a miles de jóvenes israelíes que la ortodoxia judía no considera de esta religión, al no tener madre de ese mismo origen.
Una parte son nacidos en Israel y la otra, mayoritaria, pertenecen al colectivo de 300.000 personas que llegaron de las repúblicas ex soviéticas en los años noventa del siglo XX y que las autoridades clasifican en el Registro Civil como "sin religión".
Unos ciudadanos que, a pesar de su nacionalidad israelí, se encuentran a diario con incontables obstáculos en la vida.
Hasta hace relativamente poco, estos israelíes no podían casarse en Israel -donde sólo existe el matrimonio religioso, no el civil- y de morir en el campo de batalla sus tumbas eran marginadas del resto de sus compañeros judíos en los cementerios militares.
La única alternativa de la que disponían era la de someterse a la monopolizadora ultraortodoxia, que para convertirles exige una sufrida y rigurosa observancia de preceptos y una exhaustiva vigilancia que trasgrede las libertades más básicas.
"Los rabinos se te meten hasta en la nevera", se quejó recientemente una joven israelí de origen ruso que desde su niñez intentaba convertirse bajo los cánones ortodoxos.
Y que finalmente descartó esa conversión por los titánicos esfuerzos que le requerían los rabinos durante casi tres años.
El programa del Ejército israelí, ampliamente criticado desde los círculos más ortodoxos, reduce el proceso a entre 11 y 15 semanas, y se realiza en un marco "amigable", en palabras del mayor Reuvén.