Inicio NOTICIAS Entrevista al musicólogo nacido en Uruguay que recibirá el Premio Israel a la Cultura

Entrevista al musicólogo nacido en Uruguay que recibirá el Premio Israel a la Cultura

Por
0 Comentarios

 Itongadol/AJN.- Todos los años, en ocasión de Iom Haatzmaút, el aniversario de la independencia, el Ministerio de Educación del Estado judío entrega el Premio Israel a personalidades destacadas en distintas ramas, y en esta particular oportunidad del 70º aniversario, el elegido para el galardón a la cultura, el arte y la musicología fue Edwin Seroussi (foto).

Nacido en Montevideo, Uruguay, hace 65 años, recibió a la Agencia AJN en su oficina de la Universidad Hebrea de Jerusalem en el monte Scopus, donde es profesor de Musicología y dirige el Centro de Investigación de la Música Judía.

– ¿Cómo está viviendo este momento de su vida?
– Decir que no es un momento emocionante sería no decir la verdad, a pesar de que siempre trato de tomar las cosas en su proporción. Cuando me llamó el ministro de Educación (Naftali Bennett), que es quien se lo anuncia a cada uno, fue una sorpresa total porque es rarísimo que se dé este premio en el campo de la investigación musical, porque todo el proceso es muy trasparente e incluso una semana antes tuve una reunión con una de las personas del comité que me eligió y no pude notar algo que insinuara que iba a ser elegido, y porque soy una persona relativamente joven para el promedio (de los ganadores) y desde mi punto de vista -no es por modestia- las cosas más importantes todavía no las he hecho. Entonces, en cierta forma, lo tomo como un reconocimiento al campo en el cual trabajo y a toda la gente involucrada en los últimos 40 años.

– ¿Por qué cree que pasó eso justo cuando se cumplen 70 años del Estado de Israel?
– Generalmente, el premio es para la música artística occidental, pero Israel es un caleidoscopio de culturas, memorias musicales y estilos, y esta multiculturalidad también crea muchas tensiones. Entonces, lo importante no es el reconocimiento a la música como tal, porque se han dado premios a importantísimos compositores, sino a la polifonía de la sociedad israelí. Creo que a la edad de 70 uno ya tiene suficiente experiencia como para conocer la riqueza de su campo artístico y también, por medio de nuestro trabajo, comprender aspectos de la sociedad israelí por su música, mejor que por sus textos.

– La música se encuentra en cada esquina de Israel y tiene un lugar importantísimo en esta sociedad, ¿por qué sucede esto en el pueblo judío?
– La música tiene un lugar importante en cualquier sociedad. Especialmente en la modernidad, cuando la humanidad se organiza -para bien o para mal- en Estados-nación, la manipulación de la música como un capital cultural por medio del cual se puede crear una sociedad más cohesiva es una verdad que se aplica a todo el mundo. El aspecto único de Israel son dos, y uno ya lo mencionamos: la cantidad de tradiciones musicales practicadas en su población es la número uno en el mundo desde el punto de vista de la variedad. El segundo es que hacer música es una "cosa judía", no por algo racista, de predisposición genética, sino que hay que saber que ello no siempre fue de clase alta. Hay una división ontológica importante entre el canto y la parte instrumental. En la Edad Media, la mayoría de la música instrumental acompañaba algo, como al cantante o danzas. También sucedía en el apogeo de la sociedad islámica, del siglo VIII al XI. La música instrumental independiente es moderna, so: desde el Renacimiento comienza a recibir sentido semántico. Hacer música era, en muchos casos, para sirvientes de la nobleza o mendigos que tocaban en los mercados. El desarrollo del músico profesional de alta calidad es moderno. El músico era una persona que entretenía, y justamente porque los judíos no tenían acceso a la alta nobleza en el mundo islámico, ni en el cristiano, desarrollaban su actividad como músicos, que les permitía ganar algo para vivir. La profesión se pasaba de generación en generación y familias enteras de músicos judíos sirvieron en Europa del Este o el norte de África durante muchísimos años. Al llegar la modernidad, con el acceso de los judíos a los medios de difusión, su sabiduría musical inmediatamente conquistó el campo con autoridad en Argelia, Bagdad u Odesa. Es increíble que el mundo musical del siglo XX tenga una representación judía totalmente desproporcionada para el número de judíos en la población mundial, tanto en la composición como en la interpretación. Hay cantantes judíos que conquistaron cualquier campo, e incluso en las últimas tres décadas también se habla del tango como cosa de judíos. Quien era klezmer o músico profesional en Europa oriental, llegó a la Argentina e hizo una transformación al campo de la música popular. Quienes llegaron a Nueva York, empezaron a tocar jazz. Entonces, como parte de esa tradición de siglos, tenemos judíos que tocan jazz, tango, música árabe moderna… El mundo islámico tiene dinastías de músicos judío, y uno de los ejemplos más impresionantes es el de Bagdad, donde a principios del siglo XX existían dos orquestas que brindaban servicios a toda la sociedad. Cuando se creó el Servicio de Radiodifusión iraquí, la mayoría de los músicos eran judíos, y cuando lo judíos dejaron Bagdad, entre 1942 y 1951, la ciudad se quedó sin música, así que el Gobierno arrestó a dos músicos importantes y no los dejó salir hasta que les enseñaron a tocar los instrumentos a musulmanes. Entonces, creo que la riqueza musical en Israel se debe a que los compositores que llegaron aquí -en su gran mayoría, refugiados de los mundos árabe, persa y de Asia central, pero también los que llegaron de Varsovia y Viena- crearon un lenguaje que es local, pero habla lenguas internacionales…

– ¿Lo conmueve y disfruta de escuchar todo tipo de música en Israel?
– Hoy, la creación en Israel es simplemente increíble. Si se ve la cantidad de músicos que actúan y han tenido éxito en el exterior… ¿cómo se puede explicar que chicos israelíes, como toda la familia Cohen, sean la vanguardia del jazz en Nueva York? Creo que tienen esa predisposición musical de sus antepasados… Soy uno de los miembros fundadores de la Orquesta Barroca de Jerusalem. Chicos que pasaron por ella recibieron trabajos en Inglaterra y Holanda tocando instrumentos originales, que es la cosa más lejana al ethos (idiosincracia) del sionismo. La producción musical de Israel es como la del hi tech (alta tecnología): tiene directores en la Scala de Milán o la Filarmónica de Berlín… En un país de ocho millones de habitantes, me parece que es un tema que da para pensar… Como músico, hay cosas que me gustan más y otras menos -eso ya es una apreciación estética-, pero generalmente me agrada todo lo que la gente hace porque es de gran nivel y por la inventiva que se crea por el encuentro de tradiciones. Por ejemplo, hace un mes estuve en un concierto de encuentro entre músicos iraquíes y etíopes que en ninguna otra parte del mundo puede ocurrir, solo en Jerusalem…

– La música nuclea al mundo judío fuera de Israel en cualquier tiempo…
– Sí, pero también hay fenómenos que son únicos de nuestra época; por ejemplo, el gran desarrollo de esa música donde no hay judíos. En Europa se puede ir a Polonia, donde hay una escena de música judía muy interesante, pero quienes la hacen no lo son. En cierta forma, eso crea una presencia espiritual donde los cuerpos ya no están… Hacer música en espacios donde vivieron judíos hace cientos de años es hacer retornar en forma simbólica a parte de esas voces que ya no existen. Lo más impresionante en Polonia es el Festival de Cultura Judía de Cracovia, que se celebra desde hace 30 años. Es ver al gueto volviendo a la vida por dos semanas, con músicos -muchos, de Israel- que tocan en todos los espacios donde entreguerras había una fantástica vida musical y teatral judía. Creo que es un milagro y una contrapartida de lo político. Hay intelectuales y activistas artísticos polacos que se empecinan en traer de nuevo el judaísmo a Polonia por medio del sonido.

– ¿Cuál fue la tarea por la cual recibirá tan importante premio?
– Me ocupo de la música judía en su sentido más amplio. Como en su gran mayoría es de tradición oral, me dediqué a grabar memoria musical desde edad muy temprana. Está el tema de combinar la memoria oral con la evidencia escrita y también el haber estado en el momento indicado en el lugar indicado, que es la Biblioteca Nacional, que en su primer piso tiene la bibliografía musical más grande del mundo en términos de manuscritos, partituras y libros y en el segundo está el Archivo Sonoro Nacional. Es el único lugar del mundo donde puedo pasar de la documentación viva y oral a los documentos escritos trasladándome un solo piso. Mi doctorado en la Universidad de California, en los años de 1980, fue sobre la tradición musical de los judíos turcos en la Viena del siglo XIX. Se basó en unos manuscritos que encontramos en Cincinnati, en una colección fabulosa de música judía. Hacia 1880 existía en Viena una comunidad judeootomana que todavía se vestía de manera oriental, con turbantes, y también los había de Grecia. Eran reconocidos como sujetos del imperio otomano, como una "embajada turca". Y crece una nueva generación, ya nacida en Viena. Le gustaba la música de (Johann) Strauss y cuando iba a la sinagoga, estaban los viejos turcos que cantaban música oriental; por eso decidieron modernizarse. Entonces invitaron a un jazán, un cantante (litúrgico) profesional húngaro, y le pidieron mantener las melodías, anotándolas musicalmente y arreglándolas para un coro de cuatro voces, como "la gente civilizada y moderna". Lo que el húngaro hizo es lo que hoy llamamos etnomusicología. Son los manuscritos de música sefaradí más antiguos que tenemos. Estudié los documentos y el trasfondo histórico de ese episodio, pero también entrevisté a jazanim turcos en Israel. Les cantaba de los manuscritos para ver si reconocían la melodía y si la anotación musical guardaba suficientes elementos que pudieran reconocer, y por supuesto, identificaron todos, a pesar de que les sonaban un poco raro. Eso quiere decir que si una melodía se conservó desde 1880 hasta 1980, en los cien años más turbulentos y con cambios y desplazamientos más grandes de judíos, podemos pensar hipotéticamente que también 200 años antes de 1880 las melodías existían más o menos como las conocemos hoy. Esa profundidad del conocimiento de la historia de la música judía tiene que ver con el reconocimiento. Otro aspecto que para mí es importante es que nunca me quedé en “la torre de marfil” de la universidad: muchos de mis trabajos los traduje a labor artística. He hecho cientos de programas de conciertos en los cuales explico y escribo notas para que el público entienda el contenido y para darle la oportunidad a esa música de ser escuchada en las salas de espectáculos. Y la tercera cosa es la educación musical y su diversificación en Israel: creamos marcos de música de todo tipo -árabe, persa…- para que llegue a las escuelas. En ciertas épocas en las que el gobierno israelí estaba dispuesto a invertir en la diversificación cultural, eso nos llevó a tener presupuesto para comprar cientos de instrumentos en Turquía, que trajimos a Israel para ser usados en las escuelas. Uno trabaja intuitivamente y no se da cuenta de lo que va haciendo…

 

 “Quizá la canción más israelí en sentido histórico es Harreút, de Jaím Guri y el que conoce esa canción es israelí, y el que no, no lo es.”

– ¿Qué artistas representan mejor esta época en Israel?
– Como en toda cultura nacional, la práctica de la música crea un cierto canon. Preliminarmente, ningún israelí va a negar que una figura como Arik Einstein es, por encima de las divisiones, una voz con la cual todos crecimos durante 40 años. Más o menos fue escuchada por judíos que llegaron a Israel desde todas las diásporas y habla el lenguaje del rock popular, que es prácticamente la lengua franca de la juventud de todo el mundo, sin importar su origen étnico o religioso. Pero hay tantas cosas que pueden representar a Israel… En general, estoy en contra de elegir íconos. Quizá la canción más israelí en sentido histórico es Harreút, de Jaím Guri (NdR: es un homenaje a los caídos en la Guerra de la Independencia). En el libro que escribí con mi colega Moti Regev, Música popular y cultura nacional de Israel, el capítulo que habla sobre las canciones de la Tierra de Israel, que es el código representativo del canon sionista, empieza con una frase de la ex ministra de Educación (de Ehud Olmert) Iuli Tamir, que dice: "El que conoce esa canción es israelí, y el que no, no lo es". Eso da la pauta de que hasta hace poco existía un centro de poder que trataba de definir qué es israelí y qué no. Creo que ahora no debe pensar lo mismo… Pero cuando llegan Iom Haatzmaút y Iom Hazicarón (Día de Recordación, la jornada previa), la presencia de esa canción es un tema del nacionalismo que vive en la dicotomía “das la vida por la patria o mueres”. Al escuchar (el verso que habla de) “amistad forjada por sangre” estamos hablando de la narrativa central del Estado de Israel y no la podemos sacar del efecto emocional que tiene en la gente. Hay canciones que también se "santificaron por sangre", como Shir lashalom, la última que cantó Itzjak Rabin y cuyo texto se encontraba en su bolsillo, manchado con sangre… En resumen, en mi forma de ver, el audio del Estado de Israel a 70 años es una de las creaciones más fascinantes de esta empresa nacional judía y refleja una experiencia musical de siglos, el dolor, el antagonismo y la problemática de una sociedad que está muy dividida y, al mismo tiempo, toda la esperanza y la comunidad que la música puede crear. Ésta funciona como un arma de doble filo: unifica y divide. Esperemos que unifique más de lo que divida…
 

 

También te puede interesar

Este sitio utiliza cookies para mejorar la experiencia de usuario. Aceptar Ver más