Itongadol.- Los palestinos no son ningún pueblo antiguo, aunque lo digan. Ellos nacieron en un solo día, después de una guerra que duró seis días en 1967, si ellos fueran verdaderos cananeos, hablarían en hebreo y reclamarían a Siria que les dé las tierras ocupadas en el Líbano, pero no lo son. Si fueran filisteos, reclamarían la isla de Creta a Grecia y reconocerían que no tienen nada que ver con la Tierra de Israel y pedirían excusas a Israel por haber robado el Arca del Pacto.
Ellos no quieren a Jerusalén porque sea su ciudad, que no lo es y no lo ha sido nunca, ellos simplemente quieren quitársela a los judíos, a quienes ha siempre pertenecido por tres mil años.
La decisión de los EEUU de mudar su embajada a la capital de Israel no debería tomar por sorpresa a nadie pues no se ha roto ningún consenso internacional.
No está en dudas que Jerusalén es la capital de Israel. Allí está el Congreso, los ministerios, la oficina y residencia del Primer Ministro, del Presidente, toda la vida administrativa y cultural del país y también la sede de algunas embajadas; la de Venezuela, por ejemplo, estuvo allí, así como otras tantas que se mudaron en algún momento por las ventajas que ofrecen capitales tan cosmopolitas como Tel-Aviv. Por ninguna otra razón.
Da vergüenza ver como algunos dictadores del mundo han salido a protestar la decisión de Mr Trump; esos mismos son los que reclaman cuando les critican algunas de sus locuras e invocan la “no intromisión en asuntos internos”. ¡Tómense su propia medicina, pues!
Lo que sí vale la pena recordar es que Jerusalén es judía desde la época bíblica; los templos del Rey David, por ejemplo, no son mera ficción. Allí han morado los judíos, ininterrumpidamente, desde que el mundo es mundo, pues es la cuna de la Civilización Judía. En Jerusalén están localizados los lugares de nacimiento y las tumbas de personajes fundamentales de la Biblia, ¿o vamos a negar ahora las Sagradas Escrituras?
Los cristianos han sido testigos presenciales: el Nuevo Testamento y los Evangelios les obligan a reconocerlo y a reafirmarlo.
El nombre de Palestina es invento de los romanos (siglo II) para tratar de quitar el arraigo los judíos de su tierra.
Las negociaciones entre palestinos e israelíes están estancadas porque el Presidente de la Autoridad Nacional Palestina no tiene mando; allí, el terrorismo de Hamas es quien lleva la batuta y la paz es un mal negocio: ellos no pelean por territorio, no: tratan simplemente de dominar a los infieles judíos y cristianos.
De pronto este evento relanza la necesidad de dialogar y sea un paso hacia la paz ¡ojalá! pero los actores serán otros: Rusia, China y los EUA; los europeos y la ONU no pintan nada, por no haber sido imparciales.
Al final la solución que anhelamos es la de dos estados viviendo en paz uno al lado de otro, con fronteras seguras y bajo el reconocimiento que Jerusalén es la capital única, eterna e indivisible del Pueblo Judío.