París.- En Saint-Paul de Vence le decían el pequeño monsieur ruso que a veces pinta cuadros extraños, con gallos verdes cabeza abajo sobre los techos. Pero Marc Chagall era muy popular en el pequeño pueblo cercano a Niza.
Era considerado amable y además adinerado, porque allí compró «La Colline», una vieja y distinguida mansión campestre, en la que murió hace veinte años, el 28 de marzo de 1985, a los 97 años.
Casi ningún artista conmovió a tanta gente con sus imágenes fantasiosas, en las que hacía volar a las personas, los peces, las vacas y los relojes, como este pintor ruso-francés, uno de los principales referentes de la pintura figurativa expresionista y uno de los artistas más significativos del siglo XX.
Sus imágenes líricas, llena de brillante colorido – azul, verde, amarillo, rojo y blanco -, giran siempre en torno al «universo» del hombre y la mujer. Ángeles y animales alados pueblan las visiones sacadas de lo más profundo de su memoria.
La Biblia tiene un lugar especial en la obra de Chagall. Su vida interior estuvo marcada desde muy pronto por el «chasidismo», el movimiento judío que en el este de Europa encontró amplia difusión por destacar el sentimiento en la religión. A pesar de que era judío, Chagall pintó también muchas crucifixiones.
El artista nació el 7 de julio de 1887 en Vitebsk, hoy Bielorrusia, en el seno de una sencilla familia judía. Ya de niño soñaba con convertirse en pintor. En 1907 viajó a San Petersburgo y fue alumno de Leon Bakst. En 1910 consiguió una beca para estudiar en París, donde vivía en la colonia de artistas «La Ruche», en la que también trabajaban Modigliani, Soutine y Leger.
Al estallar la guerra, regresó a Rusia, donde realizó su primera exposición en Moscú en 1915. Tras una pelea con sus clientes, abandonó en 1919 la academia de pintura que había fundado en Vitebsk en 1917. Luego se trasladó a casa de Kandinsy en Berlín y, finalmente, en 1923, otra vez a París.
Chagall, que adoptó la ciudadanía francesa en 1937, inspiró a numerosos movimientos artísticos con su genio sensible y vitalista.
Su diversidad y su fuerza creadora se reflejan no sólo en sus pinturas sino también en mosaicos, vidrieras, tapices, grabados y diseños de teatros y óperas, como el de la de París, cuyo cielo raso pintado por Chagall se inauguró en 1964.
«Quien ya no trabaja, muere», dijo una vez ya de anciano. Por eso, siguió creando casi hasta su muerte. En 1973, se abrió en Niza el «Musée National Message biblique Marc Chagall», el único museo que Francia dedicó a un artista en vida.
Fte El Universal