Itongadol/Agencia AJN.- En los últimos días se instaló lo que parece ser una nueva tradición para la sociedad argentina y que consiste en visibilizar y recordar simbólicamente a los más de 110.000 muertos locales por la pandemia mundial del nuevo coronavirus COVID-19 por medio de piedras.
Lo que parecía haberse agotado en la llamada “Marcha de las Piedras”, una manifestación espontánea, convocada en las redes sociales para el feriado del lunes anterior, que se dio en Buenos Aires y muchas localidades del interior del país y cuyos epicentros fueron la Plaza de Mayo, frente a la gubernamental Casa Rosada, y las afueras de la Residencia Presidencial en la conurbana Olivos, básicamente como modo de protesta por las medidas y las actitudes de los principales funcionarios públicos, luego que el total de sus víctimas hubiese alcanzado las seis cifras, se reeditaría próximamente y quizá con cierta asiduidad.
Aparentemente, una piedra nada muestra por fuera, pero si se la pule, salen cosas hermosas; de hecho, tiene su alma y su sentimiento» porque «se queda con la energía de la persona que la tocó»
No se demoró un segundo en identificar y vincular esa expresión de dolor con la milenaria costumbre hebrea que puede verse reflejada en cualquier cementerio del mundo.
En el mundo «hay ‘tomem’ -las cosas estáticas-,’tzoméaj’ -las que brotan, que son las plantas-, ‘jai’ -los animales- y ‘medaber’ -los humanos-«, explicó respecto a las piedras el rabino del Gran Templo Paso, Yosi Baumgarten, a la Agencia AJN.

Rabino Yosi Baumgarten
«Aparentemente, una piedra nada muestra por fuera, pero sabemos que adentro tiene minerales y que si se la pule, salen cosas hermosas; de hecho, tiene su alma y su sentimiento» porque «se queda con la energía de la persona que la tocó», además de «la de D’s», que «le da vida» y está radicada «en las letras álef, bet y nun», con las cuales se escribe su denominación en hebreo, «eben», prosiguió.
«Entendemos que hay un paralelismo muy importante con el humano», de quien tampoco «se ve el alma que tiene adentro y a través de la cual la persona se va refinando» en la medida que ella «se va revelando», enseñó el religioso judío.

Lápida del cementerio judío de La Tablada
«Las almas no bajan todo el tiempo a conectarse con el cuerpo en el cementerio, pero cuando se les permite y hay una piedra, que es algo inerte, que no se mueve, logra vincularse con quien la tocó, entonces las ponemos en recuerdo» de los fallecidos como para «decir ‘presente’ o dejar un recado, y no flores», que si bien «pertenecen a un nivel más elevado, se marchitan» y no cumplen el mismo «propósito de quedarse a perpetuidad con la energía de quien las dejó», diferenció.
En el mismo sentido, «las primeras Tablas de la Ley», que Moisés pretendió entregarle al Pueblo de Israel en el monte Sinaí, «eran de piedra y sus letras» estaban «grabadas» en ella y formaban «parte» de la misma, «al igual que hacemos en las tumbas», donde se marcan los nombres del difunto y sus fechas de nacimiento y fallecimiento, completó Baumgarten.