Por Dr. Alex Joffe (BESA)*
RESUMEN: La decisión tomada por la administración Trump de repudiar un enfoque anterior que consideraba ilegales a las comunidades israelíes dentro de la llamada “Línea Verde” ha sido elogiada y a su vez, condenada. Si bien puede ser muy meritorio ver la decisión como un esfuerzo para ayudar al Primer Ministro Binyamín Netanyahu o, al menos, un intento por romper el estancamiento electoral en Israel, existen motivos mucho más profundos en juego. Trump y su administración le han colocado un sello muy distintivo en desafiar la debilitada sabiduría convencional e inercia en política exterior destacando procesos sobre resultados. Pero… aunque las calamidades previstas de esta política no se han materializado aun, la falta de cualquier Gran Estrategia por parte de la administración hace que los beneficios sean difíciles para complementarse.
El repudio por parte de la administración Trump a las políticas establecidas en la era Obama que consideraban a las comunidades israelíes a lo largo de la Línea del Armisticio de 1949 (la así denominada “Línea Verde”) “inconsistentes con las leyes del derecho internacional” ha sido elogiada por algunos sectores y ha recibido protestas de otros. ¿Pero por qué esta decisión y por qué ahora?
Los comentaristas han ofrecido interpretaciones predecibles basadas en sus perspectivas y puntos de vista políticos. Para muchos, la decisión solo es explicable en términos a los esfuerzos que realiza Trump para apuntalar la suerte política en declive del Primer Ministro Binyamín Netanyahu. Dada la naturaleza transaccional de la política exterior de Trump y su abierta frustración a la actual confusión electoral que viene sucediendo en Israel, no puede descartarse la toma de una decisión política sobre las comunidades judías de Cisjordania (o los “asentamientos” tal como comúnmente se les conoce) como una manera de romper de lleno tal estancamiento. Pero esto debe verse atenuado por la declaración hecha por el Secretario Pompeo que la administración tenía previsto diferir el análisis y supervisión de los asentamientos a los tribunales israelíes.
Sin embargo, existen instintos mucho más fundamentales en acción, es decir la ya demostrada inclinación por parte de la administración, de hecho, en entusiasmo absoluto, cortar los nudos Gordion (resolver un tema con una acción audaz). El desafío de las “convenciones” y “normas” en política exterior que elevan el proceso e inercia por sobre la innovación son las características del enfoque de Trump. La decisión de mudar la embajada a Jerusalén, la guerra comercial con China, apoyo al Brexit, el muro fronterizo con México, su retiro del tratado climático de París y el detener financiamiento a la UNRWA son solo algunas de las decisiones más importantes que han provocado la ira de “expertos”. En todos los casos, la calamidad ha sido pronosticada pero no ha logrado materializarse.
La sabiduría a largo plazo de estas y otras decisiones puede por supuesto, ser cuestionada, junto al momento oportuno de su anuncio. Pero el hecho es que el mundo no ha sucumbido. Un ejemplo es que a pesar de las innumerables acusaciones de “islamofóbia” a Trump, la proverbial frase de “la calle árabe” no se ha alzado – excepto contra la dominación iraní. De hecho, es discutible que estas y otras decisiones hayan sido liberadoras de muchas maneras.
Es una pregunta histórica importante el por qué las élites en política exterior han elevado el proceso por encima de los resultados. En parte, este es el legado que dejó la Segunda Guerra Mundial, luego del cual se suponía que las instituciones (tales como la OTAN y la CEE – Comunidad Económica Europea) manejaban las relaciones internacionales, ornamentadas por grupos de expertos think tank y organizaciones no-gubernamentales, solo para volverse mundanas y egoístas, inertes y fetichizadas. La innovación no fue propiamente parte de la ecuación.
Parte de la respuesta es también la naturaleza de las propias élites – una burbuja atrapada en una cámara de eco de su propia creación (parafraseando a los asistentes de Obama). Pero la realidad a menudo perfora de todas maneras, las burbujas y ha habido ventajas, ambos en términos de revelar la naturaleza incestuosa y manipuladora del propio proceso en política exterior como el avanzar hacia nuevos resultados, para que el presidente estadounidense empuñe con éxito el alfiler.
El hecho de que Trump sea impetuoso e insensible, alternativamente impermeable y sensible a insultos y a la crítica, es una ventaja perversa. Tomando nota muy cuidadosamente de quién le ataca y en qué términos, este calibra en consecuencia sus respuestas. Los calurosos ataques de las élites tradicionales en política exterior y de aquellos defensores de los palestinos muy probablemente le confirmarán que estaba en lo cierto. Lo mismo ocurre con las condenas dictaminadas por la Unión Europea, Rusia y Turquía. Cuando los tontos y bribones estallan en ira, sugiere que el objetivo si fue el apropiado.
Las críticas más reflexivas y meditadas respecto a esta y otras decisiones pueden tener la capacidad de influir sobre Trump y su administración. Desafortunadamente, la crítica reflexiva tanto en tono como en contenido es bastante escasa, tanto en el país como en el extranjero. Al contrario, la irreflexiva, reactiva y visceral oposición a toda política o declaración de Trump, independientemente de sus méritos, ha sido el sello distintivo de la “resistencia” nacional e internacional. En gran parte, esto se encuentra motivado precisamente por la supuesta transgresión contra el “proceso” y las “normas”, es decir, la inercia une la sabiduría convencional y a los expertos.
Pero el acto de argumentar a favor de la disfunción e inercia, en este último caso, medio siglo de equilibrios sobre lo debatido tras bastidores durante las discusiones de la Resolución 242 de la ONU – “territorios” o “los territorios” – es revelador. Así sucedió con el mudar la embajada a Jerusalén, que había sido exigido simultáneamente por el Congreso y prometido por todos los presidentes que luego siguieron el consejo de los ‘expertos” y retrasaron la medida, haciendo eco en “el interés nacional”.
Un área obvia que ha sido expuesta como fraude son las desagradables llamadas leyes internacionales. Durante décadas, esto ha significado en gran medida un conjunto de declaraciones políticas hechas por abogados en lugar de ser producto de juristas razonados en instituciones creadas por tratados u otras convenciones. Inmediatamente ignorado, excepto en donde los beneficios de relaciones públicas pueden acumularse y ser utilizados como arma contra los estados en Occidente y aplicarse con vehemencia y pasión ridícula en contra de Israel, las leyes internacionales han dejado de proveer cualquier tipo de marco global para los derechos individuales y mucho menos restricciones al poder del estado.
La nueva decisión estadounidense sobre los territorios en disputa posee la muy ajustada ventaja de reconocer implícitamente que las circunstancias históricas, tales como la naturaleza defensiva de la Guerra de los Seis Días y la geografía muy singular al sur del Levante, deben tenerse en cuenta en un acuerdo negociado entre Israel y los palestinos. La desventaja es que “estados ocupantes” tales como Turquía, que no le prestaron atención a las leyes internacionales ni mucho menos a sus conquistas territoriales, verán la decisión como validación a sus propias acciones. Tener en cuenta medidas para alguna consecuencia imprevista no es un punto fuerte de Trump.
Las políticas transgresivas del presidente son individualistas y sistemáticamente suman puntos, pero carecen de visión holística a un nuevo sistema internacional. ¿Qué viene después y con qué principios debe predicarse un nuevo sistema? ¿Por qué se enfatizan más algunos temas y no otros? En este sentido, la continua indulgencia por parte de Washington hacia malos actores como Turquía sigue siendo inexplicable. ¿Es un intento de crear un bastión contra Irán y/o defender a la OTAN y Europa? ¿O refleja esto una creencia genuina de que el régimen neo-otomano puede de hecho ser rescatado y traído de vuelta hacia el manto occidental? Más allá de esto existen problemas aún mayores. ¿Existe un concepto de contención para China, o en el corto plazo para promover la libertad en Hong Kong e Irán, como medio para crear un mundo estable y parcialmente multipolar? Sin una Gran Estrategia, el riesgo de incoherencia y de nuevas inercias es muy real. Lamentablemente, la estrategia y articulación no son para nada el estilo de Trump.
Sin embargo, la decisión a los “asentamientos” es aquella en la que un proceso transparentemente ineficaz ha sido derribado. Queda por ver si este será reemplazado por las bases de una nueva era de negociaciones palestino-israelí en el contexto de un énfasis revitalizado sobre las leyes, o si se convertirá en otro cambio más en una serie de acuerdos transaccionales cada vez más arraigados. Sería prudente que Israel argumente a favor de lo primero, incluso si es que se beneficia de este último.
*Alex Joffe es compañero miembro sénior no residente en el Centro BESA y miembro de Shillman-Ingerman en el Foro del Medio Oriente.