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Hatzad Hasheni: El gran mito de la anexión israelí

Por Iton Gadol
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Por Alex Trainman (JNS)*

El estado judío no está a punto de cruzar una frontera o de reclamar siquiera una pulgada de algún nuevo territorio. Al contrario, su huella en Judea y Samaria seguirá siendo exactamente la misma.

Durante las últimas semanas, aquellos constantes críticos de las políticas israelíes, auto-denominados partidarios dudosos de Israel e incluso algunos amigos de antaño se han opuesto a los planes israelíes de “anexarse” partes de Cisjordania.

He aquí sus argumentos: La Autoridad Palestina colapsará; Israel destruirá efectivamente la solución de dos estados y eventualmente se convertirá en una minoría dentro de su propio estado binacional; el tratado de paz con Jordania será anulado; la normalización de relaciones con los estados del Golfo Árabe será detenida; las naciones europeas aplicarán sanciones sobre Israel; los demócratas en Estados Unidos se distanciarán aún más; y la administración Trump estallará en ira.

Suena bastante mal. Tal como lo resumió David Horovitz del diario El Times de Israel, dicha medida “no solo daña la forma en que somos percibidos alrededor del mundo, sino que también reconstruye la forma en que nos presentamos y nos vemos a nosotros mismos”.

La declaración nos recuerda el infame argumento de inferioridad formulado por 10 de los 12 espías judíos que informaron negativamente a Moisés y al pueblo judío, justo cuando la joven nación se preparaba para ingresar por primera vez a la Tierra Prometida: “… Nos veíamos como saltamontes y así lo éramos para ellos”. Ese informe, que los comentaristas consideran un error judío fundamental, llevó a los israelitas a vagar por el desierto durante más de 40 años. Y la fecha del informe de los espías – el noveno día del mes del calendario judío de Av, Tisha B’Av – ha sido durante siglos un día de luto judío.

Al repetir los mismos infundados temores bíblicos, lo que sí está claro es que los críticos modernos se encuentran muy preocupados con la óptica a una medida administrativa israelí, a pesar del simple hecho de que la acción que realizará Israel no cambiaría ningún hecho sobre el terreno.

Cambio de estatus, aplicando la ley israelí

Muchos de los críticos de hoy día específicamente denominan como “anexión” las próximas acciones de Israel debido a que el políticamente cargado término implica falsamente que Israel cruzará un punto de no retorno y se hará cargo de una propiedad a la que no posee derechos y que actualmente no controla. Sin embargo, lo que Israel está a punto de realizar es alterar su propia estructura de gobierno y aplicar formalmente la ley israelí a los 400.000 ciudadanos judíos que ya habitan en las tierras estratégicas que el propio estado judío ha controlado durante décadas.

El territorio en cuestión representa aproximadamente la mitad del territorio delegado al control israelí por los ahora infames Acuerdos de Oslo. Este territorio se conoce legalmente como el “Área C”.

El “Área A” y el “Área B” están bajo control administrativo palestino. Ni Israel ni la comunidad internacional interfieren en cómo los palestinos gobiernan o no-gobiernan tales territorios. En la actualidad, ni un solo judío reside en estas áreas.

Los judíos que viven en el “Área C” son ciudadanos israelíes que pagan impuestos. El gobierno israelí administra estos territorios y mantiene la cotidianidad de sus residentes judíos. Dichos servicios básicos incluyen proveerle seguridad física, financiar infraestructuras, pavimentar calles, suministrar electricidad y agua, recolectar basura, etc.

Con la medida, Israel desmilitarizara su administración en los bloques de asentamientos clave eliminando simplemente la autoridad de una “Administración Civil” controlada por las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) originalmente establecida con el propósito de gobernar los asentamientos.

La medida significa que Israel confía en su capacidad para defender a aquellos residentes en los asentamientos al igual que defiende la vida de todos los demás israelíes. Más importante aún, la medida discrimina burocráticamente afectando a los colonos judíos que se rigen de manera diferente de sus amigos y familiares que viven a solo 10 o 20 minutos de distancia del lugar.

Por ejemplo, en lugar de necesitar la aprobación del Ministerio de Defensa para construir un nuevo complejo de apartamentos en Judea, ahora sería necesaria la aprobación del Ministerio de Vivienda de Israel, el cual regula dichas medidas alrededor del resto del diminuto estado judío.

De igual manera en que nadie le dice a la Autoridad Palestina cómo gobernar los territorios que este administra, la decisión de Israel sobre el cómo gobernar el “Área C” debería ser de muy poca preocupación para cualquiera que no habite en el lugar.

A pesar de todas las críticas ahora lanzadas al gobierno de unidad de Israel, el estado judío no está a punto de cruzar un punto de no retorno o frontera o reclamar ni siquiera una pulgada de algún territorio nuevo. No se trata de hacer avanzar un solo tanque o soldado, o de colocar su bandera en cualquier lugar que no la haya colgado con orgullo durante décadas.

Como tal, la medida no representa una amenaza para la sostenibilidad de la Autoridad Palestina ni para las relaciones críticas de Israel con su vecino Jordania.

Al contrario, la huella de Israel en Judea y Samaria está a punto de ser congelada dentro de parámetros geográficos específicos de aproximadamente la mitad del territorio que este controla actualmente y legalmente con el fin de proteger las perspectivas remotas de un futuro estado palestino.

Congelación de edificaciones durante un periodo de cuatro años

A cambio del reconocimiento estadounidense y de darle al nuevo plan “Paz para la Prosperidad” de la administración Trump la oportunidad de salir airoso, Israel está listo ahora para emprender congelar durante cuatro años la construcción en muchas de las áreas clave que este ya controla. Según los términos discutidos entre las administraciones israelí y estadounidense, Jerusalén promete implementar también congelar las construcciones de cualquier nueva infraestructura judía fuera del perímetro de los bloques de asentamientos ya existentes.

Estos tratados están siendo dejados de lado en el improbable escenario de que los palestinos cumplan con los requisitos básicos necesarios para crear un estado tal como lo establece la actual administración estadounidense, en coordinación con Israel. Estos requisitos incluyen el cese de un plan anual de financiación al terrorismo en pagos por asesinato de más de $150 millones; el detener todas las formas de incitación al terrorismo; transparencia financiera; elecciones parlamentarias y presidenciales libres y abiertas; y el desarme total de Cisjordania y de la Franja de Gaza, que incluye decenas de miles de cohetes que se encuentran actualmente almacenados para ser utilizados en contra de Israel.

Quizás en lugar de criticar a Israel por mantener legalmente los territorios que este controla, los críticos deberían presionar a la Autoridad Palestina para que comience a comportarse como un actor y socio pacífico.

Y mientras los opositores a la medida administrativa de Israel sugieren que esta perjudica aún más las perspectivas de creación de un estado palestino, el congelar las edificaciones en realidad lo que hace es proteger dichas perspectivas, incluso cuando los palestinos violan continuamente sus obligaciones en virtud a los Acuerdos de Oslo y no han logrado sentar las bases más básicas para lograr una paz duradera y mucho menos un estado responsable.

Es por esa razón que muchos miembros de la derecha nacionalista de Israel se oponen vigorosamente a la visión del Medio Oriente de la administración Trump.

Luego de años de absorber y contrarrestar el terrorismo palestino, los opositores argumentan que lo último que Israel debe hacer en este momento es darles a los palestinos otra oportunidad de crear un estado cuando no han hecho nada para ganárselo.

Sin embargo, un estado palestino no es en modo alguno un resultado automático por la congelación en la construcción de asentamientos durante cuatro años. Una congelación de 10 meses en la construcción de asentamientos exigida por el anterior presidente Barack Obama en el año 2009 no hizo nada para avanzar más por la causa de lograr una paz, sin mencionar que Israel no recibió absolutamente nada a cambio por su gesto.

Ahora Israel se está preparando para congelar durante varios años la construcción en territorios clave. Los Estados Unidos está dispuesto a devolver el gesto reconociendo la soberanía israelí en las tierras en las que este reconoce que es muy probable sigan siendo parte de Israel en cualquier negociación bilateral.

El reconocimiento de Estados Unidos a la soberanía comprende una reciente declaración dada a los líderes israelíes por el Secretario de Estado estadounidense Mike Pompeo, de que “ya no reconoceremos como incompatibles con el derecho internacional los asentamientos israelíes” y agregó que dicha conclusión “está sustentada en hechos, historia y circunstancias únicas y singulares presentadas por la institución de asentamientos civiles en Cisjordania”.

Aquellos que argumentan que Israel presiona hasta los límites la relación Estados Unidos-Israel ignoran las declaraciones hechas por Pompeo, así como también el hecho de que la tierra sobre la cual Israel aplicará ahora su soberanía fue trazada durante varios meses por un comité conjunto israelí y estadounidense que incluye al embajador de Estados Unidos en Israel David Friedman y al embajador de Israel en los Estados Unidos Ron Dermer.

Estados Unidos está totalmente preparado para reconocer los esfuerzos realizados por Israel y lo hará específicamente porque sus líderes creen que la medida es lo bastante justa y no provocará ninguno de los daños potenciales que advierten los constantes y persistentes críticos de las políticas israelíes.

El apoyo no solo debe provenir de una amigable administración estadounidense, sino de cualquiera que afirme apoyar un Estado de Israel libre y democrático.

*Alex Traiman es director gerente y jefe de la oficina en Jerusalén del Sindicato Jewish News.

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