Por Gary C. Gambill (Middle East Forum)*
El acuerdo de normalización de relaciones entre Israel y los Emiratos Árabes Unidos anunciado a comienzos de este mes es un ajuste relativamente menor a las relaciones entre dos países que nunca han estado en guerra y que han ido acercándose mutuamente durante años y aun así anuncia el fin del conflicto árabe-israelí tal como creíamos saberlo.
Por supuesto, sin guerras importantes que hayan ocurrido entre Israel y alguno de los 21 estados miembros de la Liga Árabe (sin incluir a la Autoridad Palestina) en casi medio siglo y sin guerras menores en casi cuatro décadas, no quedo mucho por poner fin del conflicto árabe-israelí. Pero con la excepción de Egipto y Jordania, que normalizaron sus relaciones hace años a cambio de ayuda militar estadounidense y de subsidios económicos, el mundo árabe si se mantuvo unido en rechazar reconocer diplomáticamente a Israel hasta que este se retirase de los territorios capturados durante la Guerra de los Seis Días en 1967, un quid pro quo (intercambio) explícitamente sancionado por la Liga Árabe en el año 2002. La creencia generalmente aceptada sostenía que la ocupación israelí de Cisjordania y de la Franja de Gaza habitadas estas por palestinos era un insulto tan visceral para los árabes en todos lugares que el normalizar relaciones con el estado judío implicaría un costo político demasiado riesgoso de contemplar para cualquier gobierno árabe.
El destino de los palestinos ya no es tema de preocupación política primordial para la mayoría de los regímenes árabes.
El acuerdo entre Israel y los Emiratos Árabes Unidos y la reacción de los diferentes países de la región al mismo subraya que el destino de los palestinos ya no es tema de preocupación política primordial para la mayoría de los regímenes árabes. Esto se debe en parte a que ya no es tema importante de preocupación en sus agendas, según James Zogby, cuya firma encuestadora ha realizado sondeos periódicos de opinión pública en los principales países árabes durante años. La última encuesta realizada en septiembre del 2019, señala Zogby, reveló que ha habido “un mar de cambios en las actitudes hacia el conflicto palestino-israelí”, el cual “se ubicó en el nivel más bajo de prioridades de todos los países consultados”.
Eso no quiere decir que los árabes no simpaticen con la situación palestina o vean a Israel con disgusto, solo que hacer algo al respecto no es ya prioridad en la lista de lo que los ciudadanos comunes desean que sus gobernantes hagan y no lo ha sido durante años. Durante la Primavera Árabe en el año 2011, las consignas anti-israelíes fueron escasas en las manifestaciones masivas que derrocaron al gobernante egipcio Hosni Mubarak y al presidente tunecino Zine El Abidine Ben Ali. Los insurgentes que casi derrocaron al Presidente sirio Bashar Assad ignoraron en su totalidad la causa palestina, al igual que los revolucionarios libios que derrocaron a Muammar Gaddafi.
Incluso se ha revelado en los últimos años que a los islamistas árabes se les ven menos entusiasmados sobre el tema Israel de lo que pudiera esperarse. Cuando el recién electo presidente de Egipto Mohammed Morsi de la Hermandad Musulmana criticó la “tragedia de la época” y la victimización de un pueblo querido y apreciado por “los corazones” de sus compatriotas en un discurso pronunciado en septiembre del 2012 ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, este se refirió al régimen de Assad, dominado por los alauitas y respaldado por Irán (que para ese momento apenas había comenzado a asesinar en masa a sus súbditos), no Israel.
Los únicos islamistas árabes actualmente comprometidos en la lucha contra Israel son aquellos que obtienen el patrocinio de actores fuera del mundo árabe (principalmente Irán) y operan en entornos de estados fallidos donde el tal patrocinio puede convertirse fácilmente en un poder político y económico. Hamas y Hezbollah son los casos más notables de ello, pero incluso ellos han modulado cuidadosamente su “resistencia” hacia Israel para lograr otros objetivos diferentes (por ejemplo, derrocar el dominio político de décadas de la Organización para la Liberación de Palestina y controlar al gobierno libanés, respectivamente). Fuera de las redes de patrocinio de Irán, incluso los grupos islámicos árabes más radicales y violentos, en particular Al-Qaeda y el Estado Islámico (ISIS) – han ignorado en gran medida el tema Israel en favor de otros temas mucho más urgentes que atender.
Para muchos estados árabes, los beneficios estratégicos de cooperar con Israel han aumentado enormemente.
Sin embargo, la hostilidad popular hacia Israel en el mundo árabe sigue siendo lo suficientemente fuerte como para que, en igualdad de condiciones, pocos de sus déspotas gobernantes se inclinen a normalizar relaciones con Israel si no hubiese mucho que obtener a cambio. Para muchos estados árabes, los beneficios estratégicos de una cooperación con Israel han aumentado enormemente en medio de las crecientes amenazas planteadas por Irán y Turquía y la desconexión estadounidense del Medio Oriente. Lo cómodo que fue la administración Obama a las ambiciones nucleares de Irán y su negativa a actuar enérgicamente en contra de la agresión iraní en Siria llevó a un reconocimiento generalizado de que los regímenes árabes se encuentran solos al enfrentar el intento de Irán de lograr una hegemonía regional. A pesar de todas las fanfarronadas anti-iraníes vociferadas por la administración Trump, su desvinculación al tema de Siria y su débil respuesta a las provocaciones iraníes en el Golfo Pérsico el año pasado dejaron a la deriva a los gobiernos árabes firmemente pro-estadounidenses.
Ante estas circunstancias, el creciente poderío de las fuerzas militares, económicas y diplomáticas de Israel, el proveer experiencia práctica en la lucha contra los agente-estados iraníes y la nula posibilidad de desvincularse de la región lo han convertido en un aliado cada vez más indispensable en la lucha contra las ambiciones regionales de Irán.
La multifacética cooperación en el área de seguridad entre los líderes árabes e Israel ha estado en marcha durante años y tenía como destino dar como resultado una normalización de relaciones diplomática. Tal como lo explica Gwynne Dyer, estos alineamientos secretos con Israel se convierten en un “disuasivo mucho más convincente” contra Irán si los líderes árabes e israelíes “son vistos juntos en público ocasionalmente”.
Otros estados árabes normalizarán relaciones de manera consistente a sus intereses.
Ahora que los Emiratos Árabes Unidos han roto el tabú árabe ante la normalización de relaciones con Israel, otros estados árabes se inclinarán a hacerlo de manera coherente a sus intereses. Algunos, como los Emiratos Árabes Unidos (que acaba de reforzar su alineamiento en contra de Turquía desplegando cuatro F-16 en Creta), se convertirán en aliados totales de Israel. Algunos países, como por ejemplo Siria y Yemen gobernado por los houties, seguirán siendo abiertamente hostiles. La mayoría oscilará entre estos extremos. A medida que los 19 estados miembros restantes de la Liga Árabe alcancen diferentes grados de acuerdos con Israel, al menos algunos de los 12 estados no-árabes del mundo que no reconocen a Israel (nueve de ellos mayoritariamente musulmanes) reevaluarán su boicot hacia el estado judío.
Hoy se debate acaloradamente la forma en que el colapso de la solidaridad árabe contra Israel afectará la búsqueda de una solución de dos estados entre Israel y los palestinos. En la medida en que el temor al aislamiento global haya alentado la voluntad de Israel de comprometerse con los palestinos, no lo va a hacer más deseable. Sin embargo, aunque la afirmación propuesta por Michael Oren de que Israel muy probablemente haga concesiones si se ve “seguro en sus nuevas relaciones con el mundo árabe” es inverosímil, no es inconcebible que las “recién descubiertas” relaciones de Israel aumenten la disposición de los líderes palestinos de aceptar la legitimidad del estado judío y abandonen sus demandas al llamado “derecho a retornar”, el mayor obstáculo en las negociaciones pasadas.
El antisemitismo, autoritarismo y supremacismo islámico continuarán haciendo del mundo un lugar peligroso para Israel.
El escenario más probable, sin embargo, es que los líderes palestinos continúen en el camino del rechazo con el apoyo de países tales como Irán, Turquía y la izquierda global militantemente anti-sionista. El antisemitismo, autoritarismo y el supremacismo islámico continuarán haciendo del mundo un lugar peligroso para su único estado judío mucho después de que el final del conflicto árabe-israelí termine en un tono quejoso, pero el peligro será mucho más manejable.
Gary C. Gambill es editor general en el Foro del Medio Oriente.