Por Oded Granot (Israel Hayom)
Antes de firmar el tratado de paz con Israel, los líderes de Sudán primero tuvieron que superar tres obstáculos que amenazaban con asfixiar y arruinar a ese vasto país.
El acuerdo de normalización entre Israel y Sudán es una historia de éxito para ambas partes, donde no hay perdedores, solo ganadores. Sudán, como resultado de este tratado, recibió un salvavidas económico de deudas canceladas por valor de $ 60 mil millones y un horizonte que incluye regresar a la familia de naciones después de ser eliminado de la lista de estados patrocinadores del terror. Israel recibió mucho más que una ruta de vuelo más corta a América del Sur: un pronóstico optimista para el efecto dominó y el derrumbe de otro ladrillo en el muro de la hostilidad árabe.
Khir Allah, uno de los escritores e intelectuales más importantes del mundo árabe, escribió el domingo que la decisión de Sudán de normalizar los lazos con Israel conlleva el divorcio de tres obstrucciones que habían asfixiado a este vasto país y amenazaban con arruinarlo por completo.
La primera obstrucción es la islámica. El largo período de tiempo bajo el gobierno de la Hermandad Musulmana y el ex tirano Omar al-Bashir empujó a Sudán hacia el fanatismo religioso que incluía, entre otras cosas, brindar refugio a al-Qaida y Osama Bin Laden, y brindar ayuda militar y entrenamiento a Hamás y a los terroristas de Hezbollah. El despido de Bashir condujo a la abolición de leyes draconianas de tipo estatal islámico, como, por ejemplo, las ejecuciones basadas en cargos de herejía al Islam. Se levantaron las prohibiciones a la importación de alcohol y se prohibió la circuncisión femenina.
La segunda obstrucción fueron los esfuerzos de las potencias regionales, Turquía e Irán, para convertir a Sudán en una base de operaciones avanzada para ayudarlos a expandir sus esferas de influencia. Romper los lazos con Irán y resistir los esfuerzos de Turquía para construir una base en el Mar Rojo allanó el camino hacia las relaciones con Israel.
La tercera obstrucción fue la imagen de Israel como un tumor canceroso en el cuerpo de la nación árabe. Un estado de apartheid, cuya principal preocupación era masacrar a los palestinos y planear la mejor manera de demoler la mezquita al-Aqsa en el Monte del Templo. Esta imagen negativa de Israel, que cultivó el régimen de Bashir, se evaporó gradualmente después de su derrocamiento. Sudán, alentado por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, el príncipe heredero saudí Mohammad Bin Salman y el líder de los Emiratos Árabes Unidos, el jeque Khalifa bin Zayed al-Nahyan, decidió cambiar de rumbo.
Khir Allah, el autor e intelectual árabe, advierte que a pesar de eliminar estas obstrucciones, Sudán no tendrá éxito en su camino hacia la democracia y el crecimiento económico si no logra superar sus aflicciones históricas, a saber, las divisiones, desacuerdos y conflictos entre sus partidos políticos y numerosas tribus, lo que siempre ha llevado al surgimiento de dictadores y hombres fuertes militares.
Y tal vez este sea el momento y el lugar para una advertencia más en nuestro nombre: el hecho de que más países se hayan unido al círculo de paz con Israel es sin duda impresionante y reconfortante, pero debemos tener en cuenta que, en esta etapa, estos tratados son con gobernantes, no pueblos.
Muchos de los ciudadanos de Egipto y Jordania todavía albergan un profundo sentimiento de hostilidad y odio hacia Israel. En Bahrein, la mayoría de la población es chiíta y, por lo tanto, todavía está muy influenciada por Irán y se opone a cualquier acuerdo con Israel. En Sudán, también, algunos partidos políticos en el gobierno creen que el tratado con Israel es una “capitulación humillante” a la extorsión financiera estadounidense e israelí.
Entre los detractores del acuerdo en Sudán se encuentran incluso aquellos que afirman que el presidente general Abdel Fattah al-Burhan, jefe temporal del Consejo Soberano de Sudán, presionó por la normalización y la eliminación de la lista de patrocinadores del terrorismo principalmente para asegurar su victoria en las elecciones de 2022. La razón: si es elegido presidente, Burhan podría disponer de inmunidad frente a las acusaciones que fue un socio indirecto del genocidio de Darfur.
La conclusión es un recordatorio que los acuerdos de paz entre Israel y los líderes de cinco países árabes, y los demás que podrían seguir, si Dios quiere, en el futuro, son solo el primer paso. La verdadera paz se logrará sólo cuando los gobernantes de estos países finalmente desarraiguen el odio hacia Israel y muestren a sus naciones que los frutos de la paz también son de ellos.