Itongadol.- En el marco del aislamiento social, preventivo y obligatorio en la Argentina para hacer frente al coronavirus, Itongadol mantuvo una entrevista con la directora general de la Escuela Martín Buber, Erica Herszkowich.
“Nuestro equipo de Buber Virtual trabaja permanentemente en la creación y desarrollo de propuestas de vanguardia que se integran a las actividades pedagógicas cotidianas. Por ejemplo, creamos videojuegos para educación, narrativas seriadas transmedia, aplicaciones móviles, experiencias inmersivas, entre otros ejemplos que puedo mencionar. Pero todos estábamos relativamente desnudos y vulnerables en este escenario inédito. Y en este marco, de escuela en contingencia sanitaria, percibimos un enorme aprendizaje al respecto de toda nuestra comunidad educativa: docentes, estudiantes y familias”, destacó.
-¿Los niños sienten mucho la falta de la escuela?
-La falta de escuela la sentimos los educadores, la sienten las familias y, por supuesto, la sienten los niños. Las miradas, los gestos, los matices de la voz, los encuentros personales entre estudiantes y docentes, entre amigos y compañeros son irreemplazables. Lo son porque, parafraseando a Martín Buber, la escuela es tiempo de encuentro en el que el docente construye, cada vez, algo nuevo en conjunto con sus alumnos; algo que no existía antes, que es la base del vínculo pedagógico y que se crea con las expresiones de los chicos, sus dudas muchas veces no formuladas, su desconcierto, su asombro, sus distracciones, sus travesuras, su desarrollo en contacto con pares. Y lo mismo aplica para los vínculos entre compañeros y amigos. La escuela es y debe ser espacio de separación fructífera de la familia, que permite crecer. Desde ese punto de vista la escuela en casa no existe. No reconocerlo es decidir moverse en un espacio de como si que hace que todos, familias y docentes, corramos el riesgo de perder noción de realidad. La escuela es hoy irreemplazable.
-¿Qué es lo más complicado del confinamiento para los niños para escuela y los docentes?
-El encierro es complejo para todos. A medida que van creciendo, los chicos precisan sus espacios personales para desarrollarse. La separación de la familia es necesaria para crecer y, en forma progresiva, se va dando en las escuelas a partir de que los más chiquititos pasan de los brazos de sus mamás y papás a los de los maestros. Ese un punto de crecimiento que se va dando a partir de ese momento y que, en cada etapa, sobre todo en la adolescencia, es crucial. Uno de los desafíos más grandes de la cuarentena es ayudar a que los chicos y adolescentes, aún desde sus casas, sigan manteniendo esos espacios, aunque sea simbólicos, de separación de sus padres, que son tan necesarios para crecer.
En relación a los docentes les pasa lo mismo que a las familias y que a los chicos: se desorganizan, se angustian, se preocupan, lidian con sus problemas personales, igual que todos. Pero a pesar de todas las dificultades, están cumpliendo un rol fundamental en esta crisis. Cada docente, en cada aula, cuando llega a cada casa, está sosteniendo un mundo sobre sus hombros. Y, como puede, a pesar de todo, se rearma y con su presencia dice, acá estoy, hineni, me hago cargo, no te abandono, contás conmigo. Y eso es lo más importante. En nuestra escuela contamos con docentes, profesionales, técnicos y activistas valiosísimos y estoy convencida de que en muchas escuelas también los hay. Personas que están trabajando, sin ningún tipo de condicionamiento, con la convicción de que eso es lo que se necesita en este momento. Quiero reconocer muy especialmente el trabajo de cada uno de los profesionales y voluntarios de nuestra escuela. Entre todos estamos llevando un poco más de luz a nuestros estudiantes para ayudarlos a iluminar este presente oscuro. Los educadores somos gente esperanzada y estamos convencidos de que toda situación puede convertirse en una instancia de aprendizaje. Y por eso, en cualquier circunstancia seguimos, obstinadamente, construyendo futuro para nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos.
-¿Vuestra única preocupación ha sido que la escuela pueda seguir su programa de forma virtual, o hay también un acompañamiento más amplio que el estudio?
-Martín Buber es una escuela humanista. Nuestra mirada del niño y el adolescente es integral y la excelencia académica es nuestra marca identitaria, porque somos escuela. Pero lo académico tiene sentido dentro de una mirada integral de los niños y adolescentes. Cómo crecen, cómo se sienten, cómo interactúan con otros, cómo se asumen como jóvenes judíos, constructores activos del tiempo en el que viven y comprometidos con la construcción de un futuro mejor. Todo esto es parte inescindible de la misión institucional. Y en este contexto, lo es aún más. Por eso enfatizamos en las tutorías, en las celebraciones individuales y comunitarias, en los encuentros, en el acompañamiento y en la búsqueda de cada uno, allá en el lugar en el que está, para ayudarlo a sacar lo mejor de él. Por eso nuestros gabinetes están activos y nuestros tutores, asistentes, coordinadores, directores están absolutamente comprometidos con brindar a cada uno aquello que necesita. En ese sentido, el trabajo de la escuela, es rigurosamente profesional y, a la vez, artesanal. Así lo entendemos en Buber. Hoy más que nunca somos fieles a nuestro ideario de escuela humanista.
-¿La escuela funcionaba igual, peor o mejor en esta situación de pandemia?
-En Martín Buber tenemos una mirada profesional muy rigurosa en cuanto a cómo pensamos la educación, cómo pensamos la tecnología, cómo pensamos la salud y el crecimiento en la infancia y la adolescencia. Tenemos una sólida trayectoria en tecnología educativa. Nuestro equipo de Buber Virtual trabaja permanentemente en la creación y desarrollo de propuestas de vanguardia que se integran a las actividades pedagógicas cotidianas. Por ejemplo, creamos videojuegos para educación, narrativas seriadas transmedia, aplicaciones móviles, experiencias inmersivas, entre otros ejemplos que puedo mencionar.
Pero todos estábamos relativamente desnudos y vulnerables en este escenario inédito. Y en este marco, de escuela en contingencia sanitaria, percibimos un enorme aprendizaje al respecto de toda nuestra comunidad educativa: docentes, estudiantes y familias.
Evaluamos todo el tiempo y eso nos permite dar cada vez mejores respuestas en un contexto que requiere adaptaciones permanentes. Hoy, como nunca, los encuadres deben ser explicitados, firmes y flexibles como nunca. Revisitamos nuestros desarrollos previos con la lógica del reciclado, trabajamos con la idea de una ecología de entornos, situaciones y escenarios múltiples, con pluralidad de experiencias y respetando la especificidad de cada nivel pero con un diálogo muy fluido entre niveles. Trabajamos en varios entornos y alentamos las búsquedas personales de los docentes para complementar las propuestas, por ejemplo, con el trabajo en redes sociales. Es conmovedor ver cómo algunos docentes están creciendo en ese sentido.
-¿Ahora la escuela se hace más en familia?
-De alguna manera es inevitable. Las familias están juntas las 24 horas del día, viven en los mismos ambientes, comparten los dispositivos y las conexiones. De acuerdo con la edad de los chicos, la falta de autonomía hace que los padres deban hacerse cargo de una parte del proceso de la que, en la escuela presencial, se desligaban.
No es fácil la convivencia ni con niños ni con adolescentes. Es esperable que se generen tensiones, sobre todo en una situación tan incierta, cuyo fin no se vislumbra inminente. Por eso las escuelas debemos intentar no interferir en las rutinas familiares más de lo necesario. Aunque sabemos todos que cierta interferencia es inevitable. Tenemos que regular nuestras demandas y ser respetuosos de las dinámicas y de las posibilidades de cada familia. No todas necesitan lo mismo ni se organizan del mismo modo. Y estos son también tiempos para cuidar los climas al interior de cada grupo familiar, de cada comunidad.
-¿Debemos pensar otra escuela que sea posible después del Coronavirus?
-Es posible. Nos estamos haciendo preguntas hoy con la convicción de que van a influir en la escuela de mañana: ¿A qué escuela volveremos? ¿Cómo vamos a crear y educar? ¿Con qué prácticas? ¿Qué equipaje nos vamos a llevar a la escuela desde este periodo de aislamiento? ¿Y cuál vamos a decidir dejar en nuestras bauleras? En Martín Buber estamos trabajando para que, cuando esto pase, todos hayamos crecido: personal, profesional e institucionalmente. Ojalá esto nos permita revalorizar los vínculos, los lazos afectivos, los deseos de aprender y de crecer con otros. En definitiva de eso se trata la escuela.