Inicio Argentina Murió Jorge Lanata, el periodista que marcó una época y dejó una huella imborrable en los medios

Murió Jorge Lanata, el periodista que marcó una época y dejó una huella imborrable en los medios

Por M S
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Itongadol.- (Por Osvaldo Pepe – Clarín) “Soy periodista porque tengo preguntas. Si tuviera respuestas sería político, religioso o crítico. Por eso el periodismo militante es la antítesis de lo que soy yo. Ellos están llenos de respuestas y están dispuestos a aplicarlas. Soy periodista porque no sé”. La definición es de Jorge Lanata, el periodista probablemente más influyente de la Argentina desde el retorno de la democracia, quien murió hoy a los 64 años.

Estaba internado en el Hospital Italiano. Ingresó a ese centro médico el 14 de junio. Después de tres meses, lo trasladaron a un centro de neurorrehabilitación, la clínica Santa Catalina, en el barrio de San Cristóbal. Sin embargo, una semana más tarde tuvo que regresar al Italiano, por una infección y un cuadro de neumonía y fiebre.

Su último período de internación comenzó cuando le realizaban estudios médicos en el Hospital Italiano y sufrió una descompensación cardíaca, que en un primer momento se caracterizó como “un infarto leve”.

En verdad, su salud estaba muy comprometida desde que ocho años atrás le practicaran en la Fundación Favaloro un exitoso trasplante cruzado de riñón, el primero de su tipo en Latinoamérica, que había logrado mejorar su calidad de vida y dejar sus sesiones de diálisis cada vez más frecuentes.

Una vida intensa

Su paso por la vida, podría decirse, fue breve, pero sobre todo voraz, intenso, profundo y polémico hasta la abundancia. No fue indiferente a nada ni probablemente a nadie: quiso hacer todo rápido, sin dejar nada para mañana. Quizá porque presentía el destino de muerte temprana, que le llegaría en plena madurez profesional. Aunque un espíritu inquieto como el suyo, siempre estaba dispuesto a salir en búsqueda de alguna aventura por descubrir.

Tuvo mayoría de éxitos (ganó 23 Martín Fierro, sólo por citar unos de los múltiples galardones de su carrera), pero también más de un fracaso, que admitiría como parte de la vida y de la profesión que había abrazado. Y que, con los años, cuando ya había dejado atrás el ciclo de los traspiés, aprendería a asumir sin mortificarse demasiado.

Jorge Lanata fue mucho más que un periodista. Fue un hombre de los medios que trascendió los medios y llegó a la condición de figura rectora, un influyente top de la cultura mediática de su tiempo. Considerado por muchos el número uno de ese universo, sin dejar de destacarse en otros, supo adaptarse y posicionarse a la vanguardia en todos los géneros del periodismo, gráfico, televisivo, radial, plataformas multimedia, ciclos documentalistas y de investigación.

Brilló en todos ellos, pero sería en su cruzada contra la prepotencia del kirchnerismo donde encontraría sus más altos niveles de coraje y excelencia.

Anécdotas durante el menemismo

Durante el ciclo menemista, su ingenio ya había alcanzado picos de notorio impacto en la opinión pública, en aquel tiempo de prevalencia gráfica, casi exclusivamente.

Ante una crítica del presidente Menem, quien había descalificado como “amarillos” (por sensacionalistas, a su juicio) a los periodistas de Página 12, el diario fundado por Lanata y seguramente su fetiche gráfico por excelencia, al día siguiente estaría en los quioscos con páginas amarillas, como las de la vieja Guía Telefónica Comercial y con el título Amarillo 12.

Cierta vez, cuando Menem jugó un partido en la Selección con Maradona, rebautizaría al diario como Pelota 12: todos los títulos de la portada tendrían códigos futboleros.

Bajo su dirección, la revista 21, que todos los años cambiaría de nombre (22, 23) lanzaría el primer número el 16 de julio de 1998. Cuando el menemismo declinaba, y ya surgía la Alianza opositora, adjuntó a la edición un sobrecito con “tierra de Anillaco”, donde había nacido el presidente Menem, a la cual identificaría como “tierra santa”, una atrevida alegoría bíblica.

En otra oportunidad, para graficar el agujero fiscal que ocultaba el Presupuesto Nacional que se discutía en el Congreso, la publicación salió con un agujero en el medio: un hallazgo que agotó la tirada pese a sus dificultades para la lectura, ya que el agujero en el centro de cada número era real, no un truco de edición.

Quizá su movida más divertida haya sido la vez en que, como un guiño para el ciudadano de a pie que había soportado todos los desdenes posibles de los diferentes gobiernos, adjuntaría en una de sus publicaciones el Documento Nacional del Boludo, símil del DNI real, entonces de portada verde oscuro, con espacio para que cada lector pegara su propia foto. También agotó la tirada.

Asumir nuevas realidades

No dejó nada sin hacer, incluso asumió lo más difícil de la condición humana: revisar sus ideas y asumir que era capaz de cambiar sus puntos de vista. Que mucho de aquello en lo que había creído en algún momento, no sería un dogma petrificado ni una creencia religiosa.

Simplemente, formas de ver la vida y la política en cierto momento de la historia. Pese a las críticas y maltrato abundante en las redes y hasta de sus antiguos compañeros de ruta del progresismo criollo, Lanata entendió que debía reciclar cierta herrumbe en el pensamiento y asumir nuevas realidades.

No puede decirse que no haya sido auténtico. Dejó su marca registrada, fácil de identificar, porque rehuía usar el maquillaje del eufemismo, en cada producto y en cada rol que asumió en una extensa carrera cuya vocación despuntaría en la pubertad, como alumno de la escuela San Martín de Avellaneda, cuando cursaba la primaria.

En una “tarea para el hogar”, su maestra le pidió al grado datos del poeta Conrado Nalé Roxlo, a partir de El Grillo, poesía de su autoría. Lanata buscó en la Guía Telefónica y encontró el número de Roxlo. Lo llamó, se presentó y le hizo un reportaje. Luego de esa nota, pasaría a escribir en Colmena, la revista mensual del Colegio y más tarde en La Ciudad, publicación del municipio de Avellaneda.

En su libro Lanata/Secretos, virtudes y pecados del periodista más amado y más odiado de la Argentina, un voluminoso y muy documentado trabajo de 444 páginas, su colega Luis Majul escribió en noviembre de 2012 una semblanza brevísima, de enorme poder de síntesis: “Fue casi un niño prodigio. Tuvo decenas de mujeres, tres matrimonios con libreta y dos hijas. Terminó el colegio secundario de noche y jamás obtuvo un título universitario. Fundó dos diarios y cinco revistas. Condujo programas de radio y televisión. Hizo una película. Hizo de actor para películas y video clips. Publicó ocho libros. Fue acusado varias veces de plagio. Ganó decenas de premios. Soportó una quiebra personal, tuvo que vender relojes para pagar deudas y todavía sigue gastando más de lo que tiene…Se peleó con decenas de colegas y también con casi todos los presidentes desde 1983 para acá. Tomó toda la cocaína que podía tomar y un poco más, hasta que su cuerpo y su alma le pusieron un límite. Juró que jamás trabajaría para Clarín. hasta que se transformó en el periodista estrella del Grupo.”

Cinco años después de esa investigación, en un ensayo autobiográfico (Lanata/56/Cuarenta años de periodismo y algo de vida personal), dedicado a sus hijas Bárbara y Lola, él mismo se sorprendería al escribir sobre una parte de su vida que no conocía.

En ese libro, en el cual 56 se corresponde con la edad que tenía en el momento del lanzamiento, Lanata arrancaría su introspección con un mazazo, incluso para él mismo: “Soy adoptado. Lo sé desde hace pocos meses. Tenía cincuenta y cinco años cuando me enteré”.

Su desencanto existencial sería compensado años después. Elba Marcovecchio, una atractiva abogada platense hoy de 46 años, viuda y con dos hijos (Allegra y Valentino), lo cautivaría y enamoraría tanto que lo llevaría a firmar por tercera vez una libreta de casamiento, en abril de 2022.

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