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Opinión. Cardenal Dolan: Los males del antisemitismo

Por IG
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Itongadol (Por: Cardenal Timothy Dolan*/The Free Press).- Parece que cada generación debe aprender de nuevo que el odio contra los judíos no solo es inaceptable, sino un grave mal. No en vano lo llaman «el prejuicio más antiguo del mundo».

Hace un siglo, los periódicos controlados por los nazis en Europa difundían vil propaganda antisemita, un camino que, con el tiempo, conduciría directamente a Auschwitz. Hoy vemos mentiras similares sobre el pueblo judío y el judaísmo difundidas a través de las redes sociales, los despotriques de manifestantes y en podcasts populares.

Si bien nuestro país (NdR: Estados Unidos) garantiza la libertad de expresión, por repugnante que sea, debemos recordar que no existe tensión entre las protecciones legales de la Primera Enmienda y la obligación bíblica de denunciar la intolerancia.

En otras palabras: contrarrestar esas opiniones no debería recaer solo en nuestros hermanos y hermanas judíos. Todos debemos hacer nuestra parte. En el pasado, lamentablemente, a veces hemos tardado en hacerlo.

En esta temporada de Cuaresma, nosotros, los católicos, y todos los cristianos haríamos bien en meditar sobre el rechazo de nuestra fe al antisemitismo, así como sobre las formas perniciosas en las que las redes sociales pueden deformar las mentes jóvenes.

La postura de la Iglesia sobre el antisemitismo es inequívoca. Nuestro Salvador fue un judío creyente, asesinado por los ocupantes romanos de Judea. Murió por los pecados de toda la humanidad. Según nuestra fe, Jesús estableció una Nueva Alianza que coexiste con la Antigua Alianza entre D’s y el pueblo judío. Como solía decir el papa san Juan Pablo II: «La alianza de D’s con los judíos es inquebrantable».

También creemos que toda vida humana es creada a imagen de D’s, independientemente de su raza, religión o etnia. Como dijo el papa san Juan Pablo II: «La Iglesia rechaza el racismo en cualquier forma, por considerarlo una negación de la imagen del Creador inherente a cada ser humano».

Las palabras de Juan Pablo II no existen aisladas. En la Declaración sobre la Relación de la Iglesia con las Religiones No Cristianas, también conocida como Nostra aetate o En nuestro tiempo, ese documento fundamental del Concilio Vaticano Segundo, la Iglesia nos dice que condenemos “el odio, las persecuciones y las manifestaciones de antisemitismo dirigidos contra los judíos en cualquier momento y por cualquier persona”.

En 1986, Juan Pablo II reiteró esa afirmación durante su visita a la Gran Sinagoga de Roma. “Repito”, dijo, “por cualquiera”.

Catorce años después, cuando visitó el Muro Occidental en Jerusalem, dejó esta plegaria: «D’s de nuestros padres: Tú elegiste a Abraham y a su descendencia para llevar Tu Nombre a las Naciones. Nos entristece profundamente el comportamiento de quienes, a lo largo de la historia, les han causado sufrimiento a esos hijos tuyos, y pidiendo Tu perdón, queremos comprometernos con una auténtica fraternidad con el pueblo de la Alianza».

El papa Benedicto XVI, sucesor de Juan Pablo II, también reafirmó la incompatibilidad del antisemitismo y el cristianismo.

“Los gobernantes del Tercer Reich querían aplastar a todo el pueblo judío, borrarlo del registro de los pueblos de la tierra… En el fondo, esos viciosos criminales… querían matar a D’s”, dijo Benedicto XVI durante su visita a Auschwitz en 2006.

«Al destruir a Israel, con la Shoá, en última instancia, quisieron romper la raíz fundamental de la fe cristiana y reemplazarla con una fe de su propia invención», añadió.

Espero que este mensaje sea suficientemente claro: el antisemitismo es un pecado grave, obra del mismísimo Satanás. El diablo pretende dividir al pueblo de D’s, infundirle miedo y, finalmente, que se odien entre sí. Al rechazar las mentiras y las promesas vacías de Satanás, como cristianos estamos llamados a hacer esta Cuaresma, en las semanas previas a la Pascua -y mientras nuestros vecinos judíos se preparan para Pésaj- renunciamos a sus planes de dividir a los hijos de Abraham entre sí.

Poco después de la atrocidad del 7 de octubre de 2023 en Israel, que irracionalmente desató una nueva cepa viral de odio al judío, recibí una carta de una madre judía de Upper East Side en Manhattan. Todas las mañanas acompañaba a su hija pequeña a la escuela y le sonreía a su vecina mientras ella acompañaba a sus dos hijos a la escuela católica cercana. «Esa madre católica debió notar mi ansiedad y miedo esos terribles días después del ataque», escribió la madre judía, «porque se me acercó y me susurró: ‘¿Por qué no caminamos todos juntos?'».

Cualquiera en el pueblo judío que pueda estar leyendo esto, por favor sepa: la Iglesia Católica está con usted en la lucha contra el antisemitismo. Y a aquellos en las redes sociales que se llaman cristianos pero difunden odio contra los judíos les decimos que se han cegado a los principios fundamentales de la fe que proclaman, que todos somos iguales ante D’s, que el cristianismo es un tronco que crece del buen olivo que es la fe judía y que, en palabras del papa Francisco, «un cristiano no puede ser antisemita».

«Más bien», añadió el Santo Padre, «estamos llamados a comprometernos para garantizar que el antisemitismo sea erradicado de la comunidad humana».

* Arzobispo de Nueva York.

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