Itongadol/AJN.- (Por Roxana Levinson, desde Israel) A partir de la noticia del asesinato de David Fremd, judío uruguayo y activo dirigente de su comunidad, surgen muchas dudas y algunas reflexiones sobre la llegada del terrorismo islamista a América Latina. Hay quienes ya lo tildan de “lobo solitario”, pero la realidad muestra que cuando alguien sale a matar imbuido de ideología yihadista, no está tan solo.
La noticia del asesinato de David Fremd, dirigente de la comunidad judía de Paysandú, ha generado una ola de tristeza y consternación. La investigación está en pleno desarrollo, pero ya se sabe que el asesino – Carlos Omar Peralta, que se hacía llamar Abdulla Omar – aseguró haber cometido el homicidio “por mandato de Allah”.
Al margen de esta causa en particular, que resolverá la justicia uruguaya, y del duro golpe a la familia de la víctima y a su comunidad, vale la pena reflexionar sobre este fenómeno.
Los lobos solitarios no existen
Cuando alguien sale a cometer un atentado nunca está realmente solo. Lleva su celular, su tableta, su computadora, las publicaciones, canciones y todas las variantes de lavado de cerebro en sus nuevas formas. Si bien es una sola persona la que lleva el cuchillo, lo acompaña la presencia invisible de predicadores, reclutadores, y comunicadores de una ideología asesina y medieval.
Lo respaldan las redes sociales y lo financian las redes de lavado de dinero, el mercado negro de armas, explosivos, petróleo, y también de drogas, personas y obras de arte, entre otras cosas.
Lo ampara la indiferencia de un mundo que no reacciona. Porque América Latina se ha quedado inmóvil ante la tragedia siria, tal como lo hizo Europa hasta que la muerte llegó y se hizo patente en la imagen de un niño sin vida en sus propias playas. No reaccionó antes, cuando se conocieron las imágenes de los niños sirios atacados por armas químicas, ni con las cifras cotidianas de muertos, torturados y heridos. Tampoco tomaron conciencia cuando los jóvenes comenzaron a unirse a grupos extremistas, a luchar con ellos, ni se preguntaron qué sucedería cuando muchos de esos jóvenes, entrenados y saturados de ideología extremista, regresaran a casa.
Un loquito suelto
Resulta indiscutible que corresponde a la justicia decidir si “Abdulla Omar” era consciente del carácter delictivo y la gravedad de sus actos. Pero, más allá de tecnicismos, parece evidente que acaba de desembarcar en América Latina una modalidad de terrorismo que es nueva en el continente.
En Francia, por ejemplo, hubo varios casos seguidos de civiles y agentes de seguridad atropellados, en un lapso muy breve. Los franceses “se anestesiaron”, creyeron en los informes que hablaban una y otra vez de “personas con alteraciones mentales” y miraron hacia otro lado.
Pero un día el terrorismo, que no distingue y tampoco avisa, los despertó del letargo con una enorme y sonora bofetada, que les dejó en un solo día 130 muertos y un inmenso dolor.
Recién hoy, cinco años después del comienzo de la guerra en Siria y muchos más desde que el terrorismo comenzara a avanzar, los ministros europeos de justicia firmaron un acuerdo para reforzar la legislación del continente de cara a la lucha contra este fenómeno. Tarde, pero seguro…
Por eso, el primer paso para reaccionar a tiempo es llamar a las cosas por su nombre. Cuando un hombre cargado de ideología jihadista extremista mata a un judío porque es judío, no es “un loquito suelto”, ni un marginado, ni mucho menos una víctima de las circunstancias. Es un terrorista, y tanto las leyes, como los sistemas de seguridad, de justicia y las sociedades de América Latina, necesitan nuevas herramientas para enfrentar esta triste realidad con determinación y una buena dosis de valentía.
Como sabemos bien en Medio Oriente, por el momento nadie encontró la fórmula para neutralizar al terrorismo, que ya es completamente global. Esa realidad no nos exime de la obligación de hacer algo al respecto, sin estigmatizar, ni salir a perseguir o matar en forma indiscriminada. La experiencia demuestra que, también en estas cuestiones, el punto medio entre el pánico y la indiferencia es estar conscientes, y preparados.