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Parashá Shemot

Por M S
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Itongadol.- Shemot, Shemoth o Shemos es la decimotercera porción semanal de la Torá en el ciclo judío anual de lectura de la Torá y la primera en el Libro del Éxodo.

En esta Parashat Shemot, la primera del libro que lleva el mismo nombre, Shemot (Éxodo), empieza a aparecer el líder del pueblo de Israel por excelencia: Moshé Rabeinu.

En cierto momento del relato de la parashá, se nos cuenta sobre él: “…y ocurrió en aquellos días, que había crecido Moshé y salió hacia sus hermanos y observó sus trabajos forzados…” (Shemot 2:11). El midrash nos ofrece dos posibles interpretaciones para la frase “y observó sus trabajos forzados”: Moshé viendo el sufrimiento de sus hermanos hebreos, no podía soportarlo, y lloraba y pedía intercambiar el sufrimiento, prefiriendo morir él por ellos antes que verlos sufrir. Los hebreos sufrían de un castigo desmesurado, y una esclavitud amarga, se obligaba a los niños a hacer trabajos de adultos, y toda otra clase de crueldades por parte del faraón egipcio y sus capataces. Dios recompensa a Moshé por salir de sus propios asuntos como príncipe de Egipto, y preocuparse por ver que les pasaba a los demás, con sus sufrimientos. A su vez, hay una segunda interpretación sobre este versículo: “y observó sus trabajos forzados” Moshé vio que no tenían descanso, fue y le dijo al faraón: aquella persona que tiene un esclavo y no le da siquiera un día de descanso, ese esclavo va a terminar muriendo; y tú tienes a todos tus esclavos sin descansar siquiera un día a la semana, van a terminar muriendo. El faraón le contestó a Moshé: Ve y haz lo que estás proponiendo. Moshé fue y se ocupó de que tengan el día de Shabat como día de descanso (Midrash Shemot Rabá 1:27-28).

Estos dos midrashim concatenados nos permiten pensar un tema muy vigente en nuestros días, que atraviesa a la sociedad toda, y que seguro podemos encontrar un caso cercano a nosotros: Las situaciones injustas, abusivas y cuanta adjetivación queramos sumarle. Se nos presentan en todo momento, en las noticias, en nuestros ámbitos laborales (como jefes y como empleados) y a veces por la vorágine del día a día, no nos hacemos tiempo siquiera para mirar. Esto es una especie de enajenación de nuestra sociedad, dónde no tenemos tiempo para detenernos brevemente y ocuparnos del otro que necesita nuestra mano, nuestra palabra, nuestra sonrisa y gesto amable.

Moshé primero se toma el tiempo para ver qué sucede frente a sus narices, tiene la sensibilidad de empatizar con el otro y entender su sentir, para luego, sin mencionar esto, ocuparse de que esa situación se alivie. Tres breves y simples pasos: ver la situación, sentirla en carne propia y luego poner manos a la obra. Tres grados para avanzar, cada uno importante y sensible.

El desafío estará centrado en no andar por la vida “ciegos, sordos y mudos” ante el prójimo que sufre y necesita una mano, sino en crecer y poder ver a los demás como hermanos, entenderlos y acompañarlos. Las excusas para no ocuparse sobran: demos de nuestro tiempo y nuestro corazón cuando haga falta. Un pequeño aporte, un leve esfuerzo, por un mundo sin faraones ni esclavos.

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