Inicio ISRAEL Opinión. Netanyahu sabe que está camino a una colisión con EE.UU… y el objetivo es triple

Opinión. Netanyahu sabe que está camino a una colisión con EE.UU… y el objetivo es triple

Por IG
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AJN/Itongadol (Por: Dana Weiss/N12).- En las últimas semanas, el primer ministro (de Israel) Benjamín Netanyahu ha estado dirigiendo dos campañas al mismo tiempo: en una demuestra unidad, se aferra al gobierno de emergencia con Benny Gantz y Gadi Eisenkot de Campo Estatal y habla de la victoria de todos nosotros juntos. En la segunda campaña, Netanyahu ya está inmerso en la guerra por su supervivencia personal y política.

Netanyahu, cabe recordar, siempre está varios pasos delante de todos los que lo rodean. Como de costumbre, Netanyahu comprendió mucho antes que nadie la importancia de los difíciles acontecimientos del 7 de octubre para el país, pero principalmente para él mismo. En una primera etapa rechazó la exigencia de asumir la responsabilidad por lo ocurrido con el argumento de que no se habla de ello durante el combate y que habrá tiempo para responder preguntas. Como parte de la campaña que dirige, los acontecimientos del 7 de octubre no son un desastre nacional del que, como primer ministro en el momento de los acontecimientos y más de una década antes, esté obligado a asumir la responsabilidad, sino un acontecimiento que tiene consecuencias políticas que ponen en peligro la continuación de su gobierno. Por lo tanto, requiere que aborde el acontecimiento de la manera que conoce y sabe: creando una contranarrativa. Así, de la cuestión de la responsabilidad y de echarles la culpa a otros pasamos a la afirmación de que «no es el momento de hacer política» y ahora, en la tercera etapa, vuelve a las líneas básicas que Netanyahu conoce muy bien: él es el único que puede ser fuerte contra Hamás, es el único que protegerá al Pueblo de Israel de un Estado palestino y es el único que puede reparar los daños (de los Acuerdos) de Oslo. Por supuesto, en aras de la precisión, él mismo falló en estas tres cosas a lo largo de los años y actuó en esos años de manera completamente diferente a lo que declara. En una campaña, y en la construcción de una narrativa, los hechos no son del todo relevantes.

El enfrentamiento público con el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, justo antes del inicio de un convoy aéreo de altos funcionarios del gobierno estadounidense a Israel para tratar de limitar el tiempo de los combates, se debe a la decisión de Netanyahu de seguir adelante y actuar… cuando tiene en mente un triple objetivo.

En primer lugar, Netanyahu quiere sacarse la culpa de encima. Esta no es su política, es Oslo… un acontecimiento que ocurrió hace 30 años, incluidos muchos años en los que sirvió como primer ministro. En estos años, Netanyahu no hizo casi nada para cambiar la realidad de Oslo y solo recientemente incluso apoyó el plan de Trump, que incluía un Estado palestino. A pesar de esto, ¿quién sabe como él hasta qué punto la preocupación por el tema vuelve a capturar a la base derechista?

El segundo objetivo es, por supuesto, movilizar nuevamente a la base de apoyo familiar y conocida, redistribuir el mapa político entre derecha e izquierda y atraer a los votantes de derecha que migraron en masa a Gantz. Todos estos años le funcionó, a la hora de la verdad, hablar de izquierda y derecha. Dibujar a la izquierda como débil y a la derecha como fuerte. Siempre le funcionó cuando trabajó para pintar a un «enemigo» y una amenaza, y luego recordarles a todos que solo él sabía cómo enfrentarlo. Basta retroceder un poco y recordar las consignas que se difundieron durante el gobierno de Bennet-Lapid: ellos eran débiles contra Hamás, él y sus seguidores serían fuertes. La realidad, y aquí también es importante ser precisa, es otra: Netanyahu es quien firmó por las valijas de dinero de Qatar a Hamás. Y como reveló recientemente el New York Times, la inteligencia sabía que Qatar estaba transfiriendo dinero que iba directamente al brazo militar de Hamás. Netanyahu, a pesar de ello, decidió continuar dejando pasar el dinero. Netanyahu incluso tuvo tiempo de declarar que no permitirá el establecimiento de un Hamastan o un Fatahstan en Gaza, como si el desastre del 7 de octubre nunca hubiera ocurrido.

El tercer objetivo del enfrentamiento público con Biden es preparar una declaración de defensa y motivos de Netanyahu ante la indignación pública que se espera que estalle después de todas las pérdidas y sacrificios exigidos a los ciudadanos cuando el gobierno, aparentemente, no pueda cumplir las promesas que hizo y alcanzar todos los objetivos de la guerra durante este período. Por lo tanto, como Netanyahu sabe lo que Biden quiere de él y conoce el reloj de arena y la complejidad internacional, quiere presentarse como quien quería alcanzar el objetivo, pero hubo alguien que lo detuvo. Biden, que acudió en su ayuda el 7 de octubre, puede convertirse ahora en el destinatario de todas las acusaciones. Si es necesario, Netanyahu quiere ser quien quiso completar la tarea, pero en la Casa Blanca le pusieron freno.

Estos tres objetivos representan el mismo modus operandi: siempre hay alguien más a quien culpar por el problema que enfrenta. Se aplica al 7 de octubre, a Oslo, a la necesidad de discutir el día después y su negativa a crear un Hamastán en Gaza, aunque fue creado durante su época. Culpar a los demás y confiar en el supuesto de que la memoria pública sea tan corta que no lo vincule a la situación a la que hemos llegado.

Esta vez, Netanyahu también podrá contar con sus socios en el gobierno de emergencia, Gantz y Eisenkot, que no se levantarán y se irán por los combates en Gaza y en el Norte. Le sujetan el volante, le dan cierta legitimidad a su gobierno, y él mientras tanto se libera para ocuparse de sus asuntos: fotografiarse con soldados, hablar de los resultados en el campo de batalla, contar las conversaciones con líderes del mundo y reservar un tiempo en su agenda para mantener encuentros políticos con su círculo más cercano.

Es cierto que hasta ahora le ha funcionado porque sabe anticiparse a la amenaza y estar varios pasos delante de los demás. Sin embargo, desde el 7 de octubre vivimos una nueva realidad. A juzgar por las encuestas, el público ya compra menos los relatos. Sin embargo, hay una cosa que es absoluta: Netanyahu no tiene intención de irse a ninguna parte, no tiene intención de rendirse y esta batalla pretende ganarla.

Mientras tanto, en la Casa Blanca miran hacia Israel y pierden la paciencia. La peor situación ocurrirá cuando nos quedemos solos para afrontar los resultados de la guerra en Gaza y el día después. Hasta ahora no hemos oído de Netanyahu qué sucederá allí, sino solo qué no sucederá, pero hemos aprendido que no existe el vacío en Medio Oriente. Si ni la Autoridad Palestina ni los países árabes, sino solo Israel tendrá que lidiar con el resultado y controlar por sí mismo a dos millones de palestinos, será muy difícil salir en paz de ese profundo lodo, incluso para una persona talentosa como Netanyahu.

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