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Opinión. Siglo 21 – Año 21, por el rabino Marcelo Polakoff

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 Itongadol.- "Pero que el siglo 20 es un despliegue de maldad insolente ya no hay quien lo niegue”. ¡Pobre Discepolín! Se quedó corto con los siglos… Parece que el siglo 21 no le ha hecho asco a la violencia del anterior, y por cómo viene la mano –con los múltiples y variopintos grupos terroristas dotados de importantes recursos– el futuro no es muy promisorio.

“Que el mundo fue y será una porquería, ya lo sé; en el 506 y en el 2000 también”.
Este profeta de arrabal creó semejantes versos allá por 1934, probablemente como una respuesta elegante y valiente a la vez a los fluidos malolientes de la más tarde denominada Década Infame, que había comenzado con el golpe de Estado contra Yrigoyen.

Ese primer esbozo de autoritarismo cruel fue el preludio de la comprobación más evidente de que “es lo mismo el que trabaja noche y día como un buey que el que vive de los otros, que el que mata, que el que cura o está fuera de la ley”.

“Igual que en la vidriera irrespetuosa de los cambalaches se ha mezclao la vida”.
Aquel golpe de 1930 hizo debutar a la picana como arma de tortura para la policía del régimen dentro de un nuevo departamento llamado Sección Especial, que perduró y se perfeccionó durante la última dictadura.

Y la vida y la muerte volvieron a mezclarse en un cóctel sangriento hace 21 años, cuando una camioneta abarrotada de explosivos, conducida por un terrorista suicida, explotó en la puerta de la asociación mutual judía más importante del país, la Amia, y dejó 85 muertos y centenas de heridos.

“Todo es igual, nada es mejor”.
Mano de obra desocupada, policía corrupta, terrorismo fundamentalista internacional, alguna dosis de antisemitismo barato y la impunidad que se instalaba después de dos años de la voladura de la Embajada de Israel en la misma Buenos Aires fueron la alquimia perfecta para un nuevo atentado, esta vez, de mayor magnitud.

“Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor”.
Cuando este sábado 18 de julio ya sean 21 las velitas que soplemos por la falta de justicia, volveremos a descubrir un aniversario más sin que los culpables vayan a juicio. Un expresidente, el primer juez de la causa y dos de sus fiscales, un exdirigente de la misma comunidad judía y un extitular de la Side están a punto de ser condenados en un juicio oral que –con algo de suerte– demostrará que petardearon la investigación durante años. Telleldín, el mecánico que tuvo la camioneta, con aceitados contactos con la policía de la Provincia de Buenos Aires, también volverá a juicio, confirmando una trama de complicidades y retrasos judiciales.

“Vivimos revolcaos en un merengue, y en un mismo lodo todos manoseados”.
Con la responsabilidad señalada por la Justicia argentina de Irán –a través de sus más altos funcionarios– en la planificación y ejecución del atentado a la Amia, la espantosa suscripción parlamentaria del memorándum ideado por el Poder Ejecutivo –a punto de ser declarado inconstitucional pese a los denodados esfuerzos del Gobierno por alterar el tribunal que debe dictar ese fallo– es sólo más lodo.

La muerte de Nisman, un asesinato que algunos aún se afanan en presentar como un suicidio, es la frutilla de este curioso merengue de manoseos que no es más que otro “atropello a la razón”.

Así y todo, la Biblia llora contra un bandoneón, pero sigue clamando “justicia, justicia perseguirás, para que puedas vivir…”.

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