Itongadol.- “Pasó a tener más de 1.500 alumnos, se construyeron más de un 50 por ciento de metros cuadrados adicionales, hay evaluaciones externas, el éxito que nuestros alumnos continúen estudios universitarios, la mejora en diferentes áreas y la inauguración del nuevo Secundario el año que viene”, explicó su director ejecutivo, Roberto Dvoskin, a la Agencia Judía de Noticias.
El Colegio Tarbut fue galardonado con el premio Mercurio en Educación por el proyecto de reorganización desarrollado en la última década, y “lo más interesante es que lo ganamos en diversas categorías, fundamentalmente por cómo lo llevamos adelante y cómo lo consensuamos”, explicó su director ejecutivo, Roberto Dvoskin (foto), a la Agencia Judía de Noticias (AJN).
En ese lapso “pasó a tener más de 1.500 alumnos, se construyeron más de un 50 por ciento de metros cuadrados adicionales, académicamente tenemos evaluaciones externas y el éxito de que nuestros alumnos continúen estudios universitarios, la mejora en las diferentes áreas y la inauguración, el año que viene, del nuevo edificio” del Secundario, en Crámer 3240, sintetizó.
P- ¿Cómo termina 2014 la escuela y qué se viene para 2015?
RD- Hace un año quisimos hacer una evaluación de los últimos 10 años de trabajo porque la Argentina venía de una crisis y la comunidad judía de dos importantes: los atentados a la Embajada y a la AMIA y había deserción en la escolaridad judía por gente que se iba al exterior; un proceso que llevó al colegio a tener menos de 1.000 alumnos. En ese momento decidimos hacer un cambio drástico, manteniendo los principios fundacionales, y lo quisimos reflejar en este proyecto que fue presentando al premio Mercurio al marketing, que tiene que ver con la estrategia del colegio en su reorganización para tener éxito. Esto tiene como interesante que fue un proyecto de 10 años, no de uno, con todo lo que hicimos desde la discusión estratégica con el Comité de Directores, la Comisión Directiva y el Consejo Consultivo: alternativas que se presentaron, los caminos que elegimos, cómo los fuimos sustanciando a lo largo del tiempo y adónde hemos llegado. Los resultados son importantes: el colegio pasó a tener más de 1.500 alumnos; se construyeron más de un 50 por ciento de metros cuadrados adicionales a los que teníamos; académicamente, que es lo que más nos importa, tenemos exámenes internacionales, evaluaciones externas, el éxito que nuestros alumnos continúen estudios universitarios; y la mejora en las diferentes áreas, desde aquellas que han sido históricamente fuertes, como el caso de letras, literatura y las humanísticas en general, hasta avanzar en donde la educación argentina en general tiene problemas, como ser matemáticas y física. Todo eso se hizo con un trabajo muy fuerte de parte de la comunidad educativa. Lo más interesante del premio Mercurio es que lo ganamos en diversas categorías de educación, fundamentalmente por cómo lo llevamos adelante y cómo lo consensuamos. Esto fue lo que se hizo, está avalado y la verdad es que tenemos una gran satisfacción. El final de esta historia, que continúa porque el colegio tiene más de 50 años, es la inauguración del nuevo edificio el año que viene. Si pasaste de mil a mil quinientos alumnos, debés tener más infraestructura. El colegio construyó un Jardín nuevo acá, en Olivos, reformuló el de Belgrano, hizo un piso más en la Primaria, y dado el crecimiento del Jardín y el Primario y el que queremos de la Secundaria, eso había que llevarlo a más metros cuadrados. No se pudo hacer en Olivos porque está prohibido construir más y se eligió un terreno, que está en obra hace un año y medio y pensamos terminarla para principios o mediados del año que viene. Es muy importante: 5.000 metros cuadrados que permitirán trasladar todo el secundario a Núñez y utilizar el actual edificio del Secundario para la expansión que tenemos en Primaria. Todo ese crecimiento se llevó a cabo manteniendo la personalidad de cada alumno, la cantidad límite de no más de 27 estudiantes por clase, un sistema de tutoría que permite que cada coordinador y director sepa los nombres de cada chico, para que no pierda su identidad en el todo. El fundamento desde sus orígenes es un colegio comunitario judío que entiende que cada chico es único e irrepetible t que pretende una formación humanista para que salgan y continúen su proyecto universitario.
P- ¿Quiénes componen la población? ¿Cómo es la “familia Tarbut”?
RD- Ha cambiado: cuando ampliás el número de alumnos de un colegio, estás obligado a cambiar el segmento de mercado. En general, el colegio apuntaba al segmento de sectores altos medios y altos altos; no tenía subsidios y obligaba a que la cuota fuera importante. Dentro de las estrategias de crecimiento estuvo el modificar los instrumentos que la gestión permite. Uno fue el precio, de tal manera que vía el mejoramiento del sistema de financiamiento y ampliando la base de pago, pudieras poner uno que permitiera que sectores de menores recursos pudieran acceder al colegio, y esto es lo que ha cambiado sustancialmente.
P- ¿Cuándo?
RD- Diría que hace cinco o seis años, y eso implicó que el sector secundario, que tenía 300 alumnos, hoy tenga 400. Muchos vienen de otros colegios, inclusive no judíos, pero hubo un aumento en la retención de Tarbut. Mucha gente se iba por muchas razones, entre otras cosas porque el colegio seguía siendo caro. Muchos alumnos de colegios judíos que no tienen Secundaria encontraron en Tarbut una alternativa interesante que antes no tenían. Hubo cuatro elementos clave: el primero es una calidad que los padres aceptan; segundo, una mejor locación -a nuestra población de Belgrano hacia el Norte les quedaba lejos este lugar (por Olivos)-; tercero, pusiste un precio más adecuado a una población más amplia; y cuarto, comenzamos a darnos a conocer. Tarbut era un colegio que tenía poca exposición, más endogámica, gracias al aporte de padres que nos ayudaron a publicitar en los diarios, en el cine, en la vía pública e inclusive en televisión.
P- Hablaste un poco de la educación judía, contános qué tiene que ver con esta institución…
RD- Un punto pasa en sus orígenes: la pelea mental de si sos un colegio inglés o uno judío. Está en los fundamentos del colegio que es un colegio judío que tiene un nivel muy alto de inglés. ¿Qué significa un “colegio judío”? En primer lugar, que respeta. No se puede pensar todas las concepciones del judaísmo -lo religioso, lo tradicional, lo histórico, lo participativo y, obviamente, el lenguaje- sin implementarlas y sin que haya tiempos y espacios donde ocurra. Si no, es un relato. En los últimos años se extendió el horario en la Secundaria: los chicos se iban a las 14, hoy se van a las 16. Estas diez horas más por semana fueron aprovechadas básicamente para estudiar judaísmo. Segundo, ir colocando al Área de Estudios Judaicos y su dirección en la “mesa chica” de decisiones: que no haya un pensamiento del colegio sin que antes alguien de los estudios judaicos nos diga si estamos en el camino correcto. Desde entonces, la injerencia de los estudios judaicos en cada una de las dirigencias es cada vez más fuerte y el resultado de eso es el proyecto Marcha por la Vida, no por el viaje en sí, que hacen todos los chicos del Secundario, sino por el trabajo que implica, no solamente en lo que es la Shoá, sino en la historia del pueblo de Israel porque la Shoá es un elemento trágico, pero hay otros, y también momentos de alegría; entre ellos, la creación del Estado. Entonces, no hacemos diferencia entre si el chico es o no judío -eso es un problema legal, para decirlo-, pero quien quiera venir acá tiene que entender que una parte importante de su formación es judía. Cuando alguien lo quiere comparar con un colegio inglés, mi respuesta es: no es que me pierdo el inglés, ellos se pierden la formación judaica. No es un colegio alineado con alguna línea de pensamiento judío; tenemos gente ortodoxa, liberal, de todo… y está bien que así sea.
P- Pero tenían un seminarista…
RD- …La gente se confunde: el colegio tiene como prima hermana a la Fundación Tarbut, que es la dueña de sus activos y tiene la posibilidad de hacer actividades religiosas. Históricamente hubo un rabino y después un seminarista, pero en los últimos años empezamos a bajar la participación en esas áreas y había un rabino, Guido Cohen, cuyo cargo era director de Estudios Judaicos y su trabajo era escolar. También hacía alguna actividad religiosa: Iamim Noraím y los Bar y Bar (Mitzvá) que se hacían en el colegio, pero a partir de este año los hacen en los templos que nos rodean, que son excelentes. Iamim Noraím sigue porque hay una demanda de los padres porque no hay comunidades en la Zona Norte salvo Lamroth Hakol. Este año lo hicimos juntos y fue muy exitoso. Tenemos una directora de Estudios Judaicos, que obviamente no es rabina, y trajimos a Danny Fainstein de México para que oficiara. Nunca queremos afectar a otras instituciones de la comunidad; es un principio que tenemos desde el inicio.
P- En la puerta alguien dijo: “¡Y pensar que yo venía acá, al igual que hoy estoy dejando a mi hijo…!”. Habláme de eso…
RD- También hay abuelos… Hay mucho sentido de pertenencia y tenemos un Departamento de Ex Alumnos, con el cual trabajamos. Hacemos 3 ó 4 reuniones por año, les informamos las cosas que hacemos, los dejamos participar… Es altamente positivo y vamos a incluirlos cada vez más. Intentamos que no pierdan el nexo esos 10 ó 15 años que dejan la institución porque no son padres.
P- Fuera de estas paredes hay mucha dificultad con los docentes judíos, ¿cómo están ustedes?
RD- Hay una dificultad grande porque también hay un recambio y una crisis de la docencia en la Argentina; entonces, en eso hay que trabajar. Creo que es el punto clave. Shimón Peres decía que es judío quien tiene un nieto judío. Me parece una frase genial. Mantenés la continuidad de tu pueblo básicamente a través de la educación. Tenés 20-25 años de deterioro de la carrera docente y para eso hay dos alternativas que van agrupadas. La primera es el trabajo conjunto. Creo que más allá del esfuerzo que han hecho la AMIA y muchísimas escuelas, nos debemos una red escolar seria, donde defendamos la educación judía. Segundo, está empezando a funcionar un instituto de formación docente, con el fortísimo apoyo de la AMIA -que tengo que agradecer-, directores y presidentes de colegios a través de BAMA. Todos los pasos que se han dado hasta ahora son correctos. El problema fundamental es el respeto entre las diferentes comunidades educativas: si le robo docentes o alumnos a los de al lado y destruyo colegios para mi éxito, estoy equivocando el camino.
P- ¿Y el hecho que Tarbut irrumpa en Belgrano no genera esas dificultades?
RD- Por formación, creo en la sana competencia. Le tengo que dar al alumno la posibilidad de elegir y ayudarlo a hacerlo bien, aunque no sea en mi colegio. El Tarbut se caracteriza por ello. No estamos en Belgrano para quitarle alumnos a otro colegio, y no lo estamos haciendo porque estamos hablando de estudiantes totalmente distintos. En segundo lugar, no está mal que haya alternativas y el papá o el chico puedan elegir.
P- ¿Cuál es tu mensaje para el año que viene?
RD- Creo que lo más importantes es una apuesta fuerte a la formación y a la educación judía porque enriquece a los educandos y a la sociedad. De los colegios judíos tienen que salir líderes para la comunidad y para la sociedad argentina, que los necesitan. Y no hay otra manera de hacerlo que trabajando en conjunto. Es un tema sustancial y necesario: no hay manera de que una comunidad se construya como tal si no tiene educación.